Colonial
sobreLangue, "Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo XVIII novohispano"
sobre Sánchez de Tagle, Valero, Martínez, "Padrón de frentes e historia del primer impuesto predial"
sobre Gresle-Pouligny, "Un plan pour Mexico-Tenochtitlan: les représentations de la cité et l'imaginaire européen (XVIe-XVIIIe siècles)"
représentations de la cite et l'imaginaire européen (XVIe-XVIIIe siècles), pref. de Jean-Pierre Berthe, Paris – Montréal, L'Harmattan, 1999. (Recherches et documents. Amériques latines)
sobre Suárez Argüello, "Camino real y carrera larga. La arriería en la Nueva España durante el siglo XVIII
SUAREZ ARGÜELLO, Clara Elena, Camino real y carrera larga. La arriería en la Nueva España durante el siglo XVIII, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1997, 350 p.
Reseñado por Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
En 1929, Salvador Ortiz Vidales, en el libro La arriería en México, compiló una serie de experiencias, anécdotas y pasajes de la vida de los actores sociales de la arriería. En forma fragmentada, describió la estructura general del transporte de mercancías durante el siglo pasado, para lo cual realizo una revisión exhaustiva en artículos y libros literarios sobre México. Hasta ese momento, la arriería sólo había sido un capitulo "incidental" en los escritos de viajeros y literatos, pero no se había reconocido su importancia vital e histórica. Como el autor decía: "El arriero con su atajo de mulas, llevando mercancías de una a otra parte, fue el único sistema de exportación, desde la dominación española, hasta poco después de la introducción de los ferrocarriles". Este antecedente sirve para resaltar aun más la trascendencia de la investigación de Clara Elena Suárez Argüello, porque hasta ahora no contábamos con un libro dedicado exclusivamente a la arriería, la cual, como es bien sabido por diversos estudios, fue el cemento de permitió unir las partes de los sistemas productivos existentes, estimuló la producción de un gran número de mercancías especializadas, estrechó las relaciones entre el mundo rural y el urbano, y tendió puentes de comunicación a lo largo y ancho del país.
Teniendo como marco de referencia conceptual la formación del mercado novohispano y la escasez de trabajos especializados sobre el tema, Suárez Argüello nos presenta dos historias enlazadas. Por una parte realiza un análisis cuidadoso de cada uno de los factores que constituyeron el transporte de mercancías en general. En segundo término, el texto se enriquece con el estudio particular de la arriería del tabaco. A lo largo del libro, la autora polemiza con todos aquellos historiadores que se han atrevido afirmar que durante la época colonial "el transporte de carga era ineficiente". Demuestra, a través de diversos testimonios y mediciones, que el trabajo de los arrieros era una actividad especializada y respondía a una organización "compleja y sofisticada".
Después de realizar una revisión historiográfica sobre la conformación del mercado novohispano y el funcionamiento del estanco de tabaco, la autora nos plantea la hipótesis que guía la investigación. Asegura que a finales del siglo XVIII existían distintas regiones altamente articuladas. Dicha "articulación se logró gracias a una red de transporte firmemente establecida y consolidada en la Nueva España que trasladaba mercancías tanto nativas como de importación y que coadyuvó a la integración del mercado". Suárez Argüello dice que las ciudades y los centros mineros se convirtieron en "imanes comerciales" que ayudaron a dinamizar diversos sectores productivos a pesar de que el transporte de mercancías se enfrentaba a malos caminos, enormes distancias, fletes elevados, la difícil estructura geológica y las inclemencias del clima de nuestro país. Frente a este conjunto de obstáculos, la autora concluye que hay que "entender el transporte como una secuencia ininterrumpida de respuestas a la demanda impredecible en la que interactúan fuerzas económicas y políticas".
Uno de los temas que más llamó nuestra atención es el referido a la geografía de la arriería. En el caso del transporte de tabaco, así como el de otras mercancías, los viajes eran impresionantes y casi inimaginables. Las recuas recorrían varios cientos de kilómetros por valles, montañas, ríos, desiertos y ciudades. Sólo para tener una idea de la magnitud de esta actividad, podemos decir que en 1800, el abasto del tabaco utilizó entre 25 mil y 30 mil mulas, las cuales viajaron principalmente a los campos de cultivo veracruzanos y a las ciudades consumidoras del norte del país como: Guadalajara, Chihuahua, Coahuila, Rosario, San Carlos de Santander, Durango, entre muchas más. Sobra decir que el sistema de arriería abarcaba buena parte del territorio y se encargaba de distribuir una infinidad de mercancías. De hecho, los arrieros, en sus distintas modalidades, llegaban hasta los lugares más recónditos del virreinato, soportaban un gigantesco esfuerzo y utilizaban un tiempo desmesurado.
¿Cuál era la distancia que recorrían las mulas en un día? Es probable que nadie pueda dar una respuesta exacta, pues el tiempo que se consumía de un lugar a otro era muy relativo. Para realizar un calculo cercano, habría que tomar en consideración un gran número de variables (económicas, físicas, estacionales, ciclos agrícolas, políticas, etc.), las cuales determinaban el transcurso de los recorridos. Este problema nos lleva a recordar un cálculo que realizó el inglés Henry George Ward, durante su primer viaje entre Veracruz y la ciudad de México, en 1823. Este afirmo que "el paso ordinario de un arriero cuando las mulas llevan su carga completa de doce arrobas (300 libras [138 kilogramos aproximadamente]) no excede de cuatro leguas por día" [o 16.76 kilómetros]. Los datos que maneja la autora son muy semejantes a los de Ward y por ejemplo, asegura que, "viajar a Rosario desde la ciudad de México era recorrer 293 leguas (1,198.37 kilómetros) con un tiempo promedio de 77 días". Solo por hacer una comparación fortuita y que podamos imaginar la enorme magnitud de las distancias terrestres de nuestro país, retomamos el viaje del virrey marqués de Branciforte, quien en 1794, viajó de Cádiz a Veracruz en tan solo 47 días. En otras palabras, el recorrido entre el puerto europeo y el americano se podía realizar en poco mas de la mitad del tiempo que el que representaba un viaje al norte del virreinato.
Otro aporte significativo del libro es el relativo a los costos y gastos de los fletes de mercancías. Contradiciendo lo que se había venido repitiendo por diversos autores sin realizar investigación directa en las fuentes, Suárez Argüello revela que dichos costos no eran tan altos como se pensaba. Escribió que "es real la norma de que para los productos de un bajo valor monetario su transporte tenia un alto costo, mientras que para las mercancías de elevado valor el costo del transporte era poco significativo". A partir de ahora, las investigaciones sobre los procesos productivos tendrán la obligación de cuantificar el impacto de dicho gasto sobre los costos de producción, con el fin de seguir desmitificando la idea de los altos costos que representaban los fletes.
La lectura del Camino real... me hizo recordar otro excelente libro sobre "trajinantes" en el Perú. En él, Luis Miguel Glave, entre otras cosas, analiza los circuitos comerciales de una vasta región. Paradójicamente, cada libro estudia una de las principales actividades en cada virreinato: la coca y el tabaco. Es bien sabido que ambos productos tuvieron un enorme impacto económico, político, social y cultural en nuestras sociedades. Sin embargo, el tiempo ha pasado y en la actualidad existe un proceso represivo que amenaza nuestras raíces históricas.
Por último, el libro no sólo resulta ameno, sugerente, informativo y quizá, para algunos, hasta cierto grado polémico, por su carácter general. Pero pensamos que en realidad es una invitación directa para que otros estudiosos de la historia económica de México se preocupen por esta problemática y se incorporen a esta nueva discusión por medio del estudio particular de las diversas actividades económicas, con lo cual el panorama de la arriería adquirirá su real complejidad. Pues de hecho se cuenta con materiales disponibles en los diversos archivos y resulta imprescindible conocer las distintas maneras en que circulaban las mercancías, para tener el cuadro completo.
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
sobre Patricia Osante, "Orígenes del Nuevo Santander, 1748-1772"
Patricia Osante, Orígenes del Nuevo Santander, 1748-1772, México, Universidad Nacional Autónoma de México - Universidad Autónoma de Tamaulipas, 1997, 300 p., cuadros, mapas.
Reseñado para H-MEXICO por Jorge Silva Riquer
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
El trabajo que publicó Patricia Osante por medio de dos instituciones de educación superior aborda un espacio y tiempo importantes en la formación del territorio novohispano del siglo XVIII. Es precisamente el territorio del Nuevo Santander, conocido como el Seno Mexicano, entre 1748 y 1772. Parte de una reseña que comprende casi todos los aspectos que se presentaron en este espacio colonial desde el momento de la conquista y algunos de los problemas a los que se enfrento la política de colonización española a lo largo de los siglos XVI y XVII. Hechos que estuvieron marcados por la presencia de sujetos que tuvieron una trascendencia en la organización de la nueva colonia, o bien por los propios planteamientos que se llevaron a cabo para la colonización del norte de Nueva España.
Osante no deja de mencionar los temas inherentes a esta problemática, asuntos como la cuestión geográfica, la presencia de los grupos indígenas, la incursión de los misioneros españoles, civiles y religiosos, como parte importante del escenario donde se desarrolla el problema central del texto. Estos elementos se encuentran en los primeros capítulos del libro. Posteriormente la autora nos presenta el punto central de su investigación: Los proyectos de colonización del Seno mexicano y principalmente el que llevó a cabo José de Escandón entre 1748 y 1772. Al final fue el que tuvo los mejores resultados, según la autora, y aparentemente sin tener un mayor costo que el establecido al principio por la corona española. Los anteriores habían sido muy gravosos y la Real Hacienda había tenido que subsidiarlos, con resultados no siempre satisfactorios.
La autora, después de una explicación completa sobre lo que para ella son las bases analíticas, presenta la propuesta de Escandón para llevar a cabo el establecimiento de los centros urbanos necesarios para la colonización y formación del Nuevo Santander. La diferencia radicaba en cómo llevar a cabo la colonización, entre la propuesta que mantenía la corona española para establecer poblaciones en el septentrión de Nueva España y la que llevaría Escandón. La variación en la propuesta es que fuera una empresa mixta la que llevara a cabo el proceso de poblamiento del Seno Mexicano. Consistió en que fueran los hombres "prominentes" quienes invertirían en los gastos de traslado y establecimiento de un numero de pobladores en cada una de las villas y ciudades a establecer, además de asumir parte de los gastos de manutención. Por su parte Escandón debería cubrir los gastos de los oficiales y funcionarios que asumieran la obligación de controlar y aplicar las disposiciones necesarias para el establecimiento de los nuevos centros. Estas erogaciones estaban perfectamente determinadas desde antes y que debería cubrir la Real Hacienda.
Escandón propuso llevar a cabo dicha colonización con base en la negociación que realizó con las autoridades virreinales y con los futuros pobladores. Con los primeros se determino que sólo se les apoyaría con una determinada cantidad, la que proporcionaría la Real Hacienda, además que no se pagarían los salarios a los militares, que por lo regular elevaban el costo del poblamiento y sostenimiento; los pobladores recibirían una exención impositiva por un total de 20 años, tiempo en el cual se lograría consolidar la agricultura, ganadería y comercio en la región. Con los particulares u hombres "prominentes" el acuerdo fue que ellos realizaran los gastos de traslado y establecimiento de los pobladores, así como lo referente a la consolidación de los sistemas de producción agropecuaria; recibieron a cambio el nombramiento de autoridades de las ciudades y villas, en ciertos casos algunos pagos por ser parte del aparato militar y lo más importante se adueñaron (o bien confirmaron), de extensiones de tierra para su provecho. Por su parte Escandón recibió el apoyo para convertirse en el jefe de la provincia y determinar lo conducente en todo, además de que en ciertas ocasiones tuvo que desembolsar parte de sus ingresos para apoyar su proyecto.
Un asunto importante, nos dice Osante, fue la relación que debieron establecer con los indígenas de la región, caracterizados como irredentos y "cazadores recolectores". Si bien hubo varios intentos previos de sometimiento bajo el patrón anterior de poblamiento, Escandón se comprometió a reducirlos sin cargo a la Real Hacienda. La propuesta que presentó fue el reparto de tierra dentro de los nuevos espacios urbanos que se establecerían. Y otro punto importante era abrir un puerto al comercio exterior e interior en Soto la Marina, así como construir los caminos necesarios para fomentar el comercio en la provincia para beneficio mutuo.
El resto del texto nos presenta las consecuencias de su intento: colonización estable, creación de villas y ciudades, empresas ganaderas, con poco desarrollo agrícola. Hubo un momento en que se presentaron crisis de subsistencia, y sin lograr el establecimiento del puerto al comercio en Soto la Marina por la férrea defensa para no permitir habilitar otro puerto al comercio exterior que hicieron los comerciantes del Consulado de México. Dentro de la explicación de los resultados Osante nos presenta y resalta cuales fueron los logros y beneficios, pero menciona con menor énfasis los fracasos y algunos problemas que no explica del todo, mucho menos satisfactoriamente.
Por ejemplo los hombres "prominentes" se beneficiaron de toda la propuesta, consolidaron sus propiedades de agostadero en la provincia, se convirtieron en los jefes militares y autoridades civiles, controlaron la fuerza de trabajo, en algunos casos encabezaron las incursiones para someter a los indígenas que posteriormente obligaban a trabajar en sus propiedades. Respecto al otro sector que también participó de dicho proyecto, los grupos de castas e indígenas que fueron trasladados a estos nuevos asentamientos con la promesa de reparto de tierra y mejores posibilidades de reproducción, fueron engañados y se convirtieron sólo en trabajadores de los verdaderos dueños, los hombres "prominentes". Sin embargo, aquí una pregunta que no se responde es cómo lograron asentar y obligar a esta población a trabajar bajo condiciones similares a las que estaban en sus lugares de origen. Si se recuerda que no existió la ayuda espiritual de los religiosos y mucho menos la presencia militar ¿cómo es que mantienen a la población en estas condiciones, con sólo el reparto de la tierra que se proporcionó sólo a la ciudad o villa? Otro aspecto que no cuestiona la autora son las incursiones y sometimiento de los indios de la región, los cuales, según ella misma son una gran variedad, asunto que sin duda obstaculizó los primeros intentos de colonización por parte de las autoridades españolas ¿cómo resolvieron Escandón y los hombres "prominentes" este problema, que no fue menor?
El trabajo es sin duda un estudio interesante que presenta la explicación, más o menos completa, del proyecto que encabezo Escandón para poblar el llamado Seno Mexicano, o la provincia del Nuevo Santander. Rico en referencias documentales, no deja de lado el abundante material bibliográfico que se ha publicado; todo ello le permite a la autora presentar una visión general del problema desde sus orígenes hasta la propuesta de Escandón. Por ultimo es de destacar que Patricia Osante se esmeró en la redacción, asunto importante ya que hace más accesible la lectura de su extenso trabajo.
Jorge Silva Riquer
Instituto de Investigaciones José Ma. Luis Mora
sobre "Las minas hispanoamericanas a mediados del siglo XVIII."
Isabel Galaor, D. Gloner, Bernd Hausberger, M. Hoflein, G. Probst, R. Scheffel, S. Thamm, Ngozi V. Voel (eds.), Las minas hispanoamericanas a mediados del siglo XVIII. Informes enviados al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, Vervuert Verlag, Frankfurt am Main, 1998, 244 p.
Por Eduardo Flores Clair
DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia
Durante el siglo XVIII, el imperio español requirió de una enorme cantidad de información de sus vastos territorios para diseñar e impulsar una política modernizadora, que le ayudara a reforzar su dominio, aumentar su eficiencia y aprovechar los recursos para incrementar los caudales de las arcas reales. La corona seguía muy de cerca el postulado de saber es poder; por ello, los funcionarios pusieron en marcha diversos planes para la compilación masiva de datos. Casi siempre, este tipo de acciones fueron duales, es decir públicas y secretas, políticas y académicas. Pero en esta estrategia, la ciencia jugó un papel determinante como portadora de los intercambios culturales. A este respecto habría que mencionar el financiamiento de las costosas expediciones americanas de diversa índole, la creación de instituciones de enseñanza, la promoción de publicaciones y la solicitud de informes rigurosos que dieran cuenta exacta de las materias que más interesaban al rey, para proteger sus intereses.
Este libro es producto de esa política científica que fue impulsada con las reformas borbónicas. La investigación fue encabezada por Bernd Hausberger, profesor de la Universidad Libre de Berlín, en colaboración de un grupo de alumnos y con la supervisión de Isabel Galaor. El estudio se inició con el descubrimiento de un legajo en el Archivo General de Indias que contenía trece informes de las minas americanas, los cuales habían sido generados a partir de una iniciativa colonial. En 1752, la corona española intentó crear el Gabinete de Historia Natural y envió una serie de instrucciones a los virreyes residentes en América, con el fin de reunir información suficiente sobre la situación económica y las técnicas que se utilizaban en los reales mineros. Además se les pidió que remitieran diversas muestras de mineral con el fin de hacer estudios y formar una colección.
Sobre el cumplimiento de esta disposición se tenía una pequeña señal. Álvaro López Miramontes, historiador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, encontró siete informes sobre las minas novohispanas en el Archivo General de la Nación y se encargo de publicarlos en 1975. En ese entonces, el autor tenia la intuición de que existirían más informes de otros centros mineros, aunque no se les había localizado. Por este hecho, el hallazgo y publicación de estos nuevos informes vienen a ser un complemento de gran importancia y quizá en el futuro se encuentren algunos más, pues aun faltan los reportes de varios centros mineros muy conocidos.
Teniendo en cuenta la organización del trabajo, podemos decir que el libro se encuentra dividido en cuatro partes; cada una de ellas es una contribución significativa a la historiografía minera. En la primera, Hausberger escribió un ensayo donde se contextualiza el conjunto de documentos. En segundo lugar, con la ayuda de los colaboradores, se realizó un esbozo general de cada uno de los centros mineros. En tercer lugar se encuentra la edición de los informes que fueron enviados por las autoridades coloniales y finalmente, el texto se acompaña de un útil glosario y una muy completa bibliografía sobre la minería y el desarrollo de la ciencia a ambos lados del mar. En el ensayo introductorio, el autor se centra en la polémica sobre el crecimiento de la producción de metales preciosos en Hispanoamérica, gracias a la política de fomento y protección colonial. Hace una cuidadosa revisión del desarrollo de la ciencia y evalúa su importancia respecto a las valiosas obras que aportaron. Se incluye una sugerente comparación entre las condiciones de desarrollo minero en el espacio andino y novohispano, se analizan factores como el capital, la población trabajadora, el proceso de trabajo, el circuito de comercialización, el sistema de crédito, entre otros. Plantea la necesidad de renovar la investigación impulsando estudios sobre la multitud de pequeñas explotaciones y sugiere que la historia minera no se restrinja a los metales preciosos como lo ha hecho hasta ahora.
Una de las ideas que no compartimos con Hausberger, se refiere a la relación entre religión y ciencia. El autor señaló que "el trabajo científico y la interpretación de la naturaleza poco a poco se liberaron de la influencia de las creencias religiosas, con lo que desapareció uno de los obstáculos principales para su avance". Nos parece que la afirmación no tiene mucho que ver con la realidad, tanto de la metrópoli como de los virreinatos. Entre los mas destacados impulsores de la ciencia se encontraban notables eclesiásticos. Incluso en los centros de enseñanza que estimuló la ilustración, se continuó impartiendo la religión como parte de la educación de la nuevas generaciones ilustradas.
Es notable el esfuerzo por reunir información sobre los trece centros mineros localizados en los virreinatos del Perú y Nueva España; en esta historia fragmentada se recupera el tiempo y la memoria de estos pueblos que fueron muy admirados por los ricos hallazgos de metales preciosos pero que hoy, en su mayoría, muestran un estado de enorme decadencia. El contexto histórico de cada una de las zonas se distingue por su variabilidad de tratamiento. Algunos han dejado una huella mas profunda; su producción ha sido tan sobresaliente que han generado gran cantidad de testimonios y documentos. En cambio otras, se conocen poco y siguen siendo un misterio; en su mayoría gozaron de una bonanza efímera y luego padecieron una borrasca duradera. Por esta razón, el rastrear su acontecer histórico resulta una tarea difícil de cumplir plenamente. Es evidente que se conocen mejor, para distintas regiones mineras, las primeras exploraciones y explotaciones que se hicieron durante los años de conquista. Después, la historia se estanca, viene una etapa de agotamiento que puede ser mas o menos prolongada. En general, son escasos los datos sobre el siglo XVII y poco sabe que es lo que pasó en esa etapa, pero la información vuelve a fluir en la segunda mitad del siglo XVIII. Con esto no se pretende decir que se deba todo a las reformas borbónicas, sino que seguía existiendo esa inquietud por seguir explotando minas que habían tenido buenos resultados en periodos anteriores. Algunos esbozos se prolongan hacia las primeras inversiones de capital extranjero y hoy en día siguen explotándose.
De hecho estos informes son producto de una iniciativa científica fallida, pues el Gabinete que se planeaba realizar quedó por muchos años en el olvido. Sin embargo, estos datos dieron origen a una fuente de gran calidad, la cual brinda la posibilidad de realizar diversas investigaciones en distintas áreas. La lectura de cada uno de los trece documentos puede despertar el interés en diversos sentidos; por ejemplo, el nombre de las minas, que en general eran de advocaciones marianas como Nuestra Señora del Rosario o Nuestra Señora de la Concepción, dan la idea de que a esos lugares se les atribuye una cierta religiosidad como en los tiempos prehispánicos. Sobre este punto, llama mucho nuestra atención que distintos informes confirmen que en la región andina, las minas "fueron labradas por los incas". Respecto a los datos económicos y técnicos tenemos dudas sobre su veracidad, pues si bien es cierto que se describen los procesos de trabajo a grandes líneas, también es cierto que se nota un temor relativo por la posibilidad de que se les aumenten los impuestos. De hecho, casi siempre, declararon que solo producían minerales pobres, que los costos eran muy altos y las ganancias casi no existían. Al respecto, Prudencio Pérez, del Cerro del Potosí, escribió: "Y del pobre interesado paga todos estos defectos y vive aniquilado y destruido sin créditos, como me sucede a mí que distribuyendo mas de dos mil pesos en cada semana en gastos de cerro e ingenio no tengo con que comer el domingo". Esta situación, la aprovecharon algunos para demandar "auxilios" y reclamar por los altos impuestos a que estaban sometidos.
Respecto al glosario que se incluye en el libro, resulta muy significativo ya que aclara el significado de esa terminología tan especializada que no siempre se explica al lector. Esta herramienta, imprescindible para la lectura, se apoyo en la excelente obra de Frédérique Langue y Carmen Salazar Soler, Diccionario de términos mineros para la América Española, siglos XVI-XIX. Sin embargo, como todo diccionario, siempre es susceptible de enriquecerse como lo demuestra el libro reseñado.
Este libro puede resultar atractivo tanto a especialistas como a publico en general que deseen conocer la situación de las minas americanas en un periodo de vital recomposición; su lectura evoca imágenes donde la frustración y el desaliento de los pueblos mineros se combina con la fuerza esperanzadora de volver a los días de gran esplendor y riqueza.
Eduardo Flores Clair
zarate@conacyt.mx
DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia
sobre María de los Ángeles Romero Frizzi, "El sol y la cruz. Los pueblos indios de Oaxaca colonial"
María de los Ángeles Romero Frizzi, El sol y la cruz. Los pueblos indios de Oaxaca colonial, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social - Instituto Nacional Indigenista, 1996. (Colección de historia de los pueblos indígenas de México.)
Reseñado para H-MEXICO por Pierre Ragon <pierre_ragon@infosel.net.mx>
La colección que dirigen Teresa Rojas Rabiela y Mario Humberto Ruz es actualmente bien conocida por el público lector. Aunque esta labor ha ido a desembocar hacia enfoques geográficos y cronológicos diversos, todos los autores del grupo comparten una misma tónica. El presente volumen, enfocado a la historia colonial de los pueblos indígenas de Oaxaca reúne perfectamente las características que el conjunto ya publicado exige: encontramos un esbozo histórico en el que los pueblos autóctonos, en un mundo donde siempre aparecen como dominados, serán esta vez colocados en el centro del tema en tanto que sujetos de la historia.
Como el plan escogido por María de los Ángeles Romero Frizzi es claro, se presta bien a una presentación general de su visión. Esta autora logra una pintura viva y concreta de la historia de los pueblos indígenas de Oaxaca al utilizar un ramillete de ejemplos juiciosos, claramente ilustrados con fuentes documentales que ella bien domina. Cada vez que esto es posible, utiliza textos indígenas, principalmente traducidos del zapoteco, de los fondos Tierras e Indios del AGN, con lo que logra desarrollar perspectivas originales. Los dos primeros capítulos se refieren al contexto geográfico y étnico. Un tercer capitulo presenta el periodo de la conquista y de la implantación de la dominación española, desde el punto de vista de los indígenas. Viene después una presentación de las transformaciones políticas inducidas por la dominación española, y otras dos secuencias se consagran a las transformaciones socioeconómicas de las comunidades indígenas. Un corto capítulo trata la rebelión de Tehuantepec (1660-1661), y al final, la autora acaba por evocar las mutaciones de la sociedad indígena en el siglo XVIII.
Trataré de resumir lo esencial de esta obra en unas pocas palabras. María de los Ángeles Romero Frizzi comienza por describir la enorme diversidad de Oaxaca. Geográficamente, este estado, cuyas fronteras calcan grosso modo salvo el norte las del antiguo obispado de Antequera, no tiene uniformidad: todos los paisajes de México, desde el bosque tropical húmedo hasta las estepas semiáridas, pasando por los bosques de coníferas, se encuentran ahí representados. El relieve, la variedad de las orientaciones y climas generan, en esta región, una abundancia de nichos ecológicos; el resultado es un gran número de ecosistemas de gran contraste entre ellos. Probablemente la agricultura apareció en la zona de los valles centrales hacia 8000 a.C.; en ese entonces, la zona habría gozado de una humedad más acentuada que la de hoy día. Aunque tradicionalmente para Oaxaca se distinguen unos 16 grupos étnicos, ya presentes en tiempos de la conquista, la autora hace hincapié en el carácter arbitrario de esta clasificación basada sobre las diferencias indígenas -lógica ciertamente para los antropólogos- ya que los indígenas, siempre según la autora, conforman sus propios grupos y distinciones principalmente según criterios de ciertos linajes.
Antes de la llegada de los españoles, la historia de la zona no es fácil de reconstituir: no aparecen transcripciones coloniales en la escritura alfabética de documentos prehispánicos como lo son el Chilam Balam, Popol Vuh o la Historia tolteca-chichimeca. Para el caso que nos ocupa, el historiador y el antropólogo deben contentarse con los códices, con los títulos de tierras, con los textos de las Relaciones geográficas, con los trabajos de los arqueólogos y con los relatos orales contemporáneos. Peor aun, esas fuentes vierten una luz confusa, desigual, sobre el antiguo paisaje oaxaqueño, además de que el desequilibrio en el avance de los estudios contemporáneos acentúa esas desigualdades. Por ejemplo, se conoce mejor a los mixtecos, seguidos por los zapotecos o los cuicatecos, y se conoce menos a los otros grupos: chinantecos, mazatecos, triquis, huaves... de los que casi se ignora su pasado por completo.
Es claro que la conquista española no implica la desaparición de las autoridades indígenas y de las culturas autóctonas. Símbolo de la complejidad de los nuevos conflictos, la escritura colonial de los antiguos códices, siempre según nos relata la autora, está menos motivada por la preservación de los intereses indígenas frente a las autoridades coloniales y más por la reglamentación de conflictos internos de los propios pueblos indios. Cuanto más jerarquizadas están las sociedades, más fácilmente sus elites políticas pactan de forma voluntaria con las autoridades extranjeras, pues desean afirmar su preeminencia local dentro del nuevo orden: juego este peligroso que provoca el proceso de occidentalización de las sociedades prehispánicas, del que al final los españoles salen beneficiados. La autora sugiere que esta actuación de las elites, amenazadas por la aparición de las nuevas instituciones, junto con la captación de tributos realizada por los nuevos señores, favorecen la imposición de un nuevo orden colonial, pero agrandan la tensión entre caciques y macehuales.
Además, Romero Frizzi descubre fenómenos de alcance universal que involucran a las sociedades en su conjunto. Nos dice que los modos de vida sufren profundas transformaciones con la introducción de nuevas técnicas y de nuevos cultivos. Durante todo el siglo XVI, el dinamismo de las sociedades indígenas contrasta con su hundimiento demográfico y con el desvío de la fuerza de trabajo provocado por las órdenes religiosas ávidas de mano de obra para la construcción de sus conventos. La renovación de los cultivos alimenticios y la introducción de la ganadería constituyen las transformaciones más comunes, mientras que otras metas más ambiciosas, la cría del gusano de seda (en el XVI), o la de la grana (en todo su apogeo en el XVIII), propician un buen medio de intercambio para las sociedades. Sin embargo, a largo plazo, los tres siglos de historia colonial aparecen hondamente marcados por el debilitamiento de las sociedades tradicionales (fenómeno que la autora califica de "empobrecimiento"). En una población diezmada, el alcoholismo causa estragos. Las economías campesinas sufren la escasez de utensilios metálicos y de la rareza de circulación monetaria; mientras tanto, son víctimas de un intercambio desigual y de la confiscación de los circuitos comerciales más remuneradores, acaparados por los comerciantes españoles. Cuando la curva demográfica vuelve a ascender, las luchas por la tierra se agudizan; se produce un desmembramiento de las comunidades indígenas y los nuevos pueblos se enfrentan más entre sí mismos que contra el orden colonial. Sólo en el contexto de las practicas religiosas la resistencia habría sido más eficaz..
La obra, como todas las de esta colección, presenta una rica iconografía, pero en este caso, la importancia y la densidad del texto escrito por la autora ha dejado poco espacio para el apéndice documentario. Pese a las débiles fuentes de origen indígena, Romero Frizzi, logra casi en todos los casos escribir la historia vivida por las poblaciones autóctonas, según la visión de ellas mismas. La autora nos pinta la conquista, desde el punto de vista de los vencidos, como el nacimiento de un nuevo sol, y el inicio de las luchas de 1660, el Domingo de Ramos, como la corrección de un desequilibrio introducido en el orden cósmico por las exacciones de los alcaldes mayores que desviaban una parte de las ofrendas destinadas a la Iglesia. Únicamente la dimensión militar de la conquista es tratada en la obra de forma más tradicional: prácticamente descrita, por supuesto, sólo por testimonios de origen español. Al contrario, la evocación de la evangelización constituye la oportunidad para que la autora presente un bello estudio regional de la zona de Yanhuitlán y de Teposcolula; para este caso, el uso del Códice de Yanhuitlán es de lo más airoso.
Una tesis recorre todo el libro: la aparente sumisión de los pueblos indígenas a la cultura dominante, durante el periodo colonial, no sería más que un efecto de óptica producto de la valorización excesiva de las habilidades del aparato administrativo español, que muestran los diferentes trabajos enfocados a este aparato. Además, en el siglo XVIII, las culturas indígenas habrían conocido un cierto renacimiento. A partir de esta doble aclaración, la autora explica el vigor de las luchas actuales de los indígenas de Oaxaca.
Este enfoque es interesante, pero habría que confirmarlo. Si bien es perfectamente válido el interés de los autores de esta colección por esa otra visión del pasado, no debemos olvidar que la historia vivida por los indígenas también es a su vez sólo un aspecto de la realidad. Redibujar la historia vivida por los pueblos autóctonos, al lado de la historia "oficial" ya escrita, es indispensable, pero seria ideal ver escrita una historia global que nos narrase el conjunto de los conflictos vividos por los diferentes actores de la sociedad colonial y que restableciese el equilibrio entre la conciencia de los hechos culturales y la de las realidades socioeconómicas. Los retos de la colección "Historia de los pueblos indígenas de México" nos acercan algo a este objetivo.
Pierre Ragon
Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos
