sobre Martiarena, "Culpabilidad y resistencia. Ensayo sobre la confesión en los indios de la Nueva España"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Óscar Martiarena, Culpabilidad y resistencia. Ensayo sobre la confesión en los indios de la Nueva España, México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 1999, 228 pp.
 
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
 
El dominico, Agustín de Quintana escribió en su Tratado de la confesión sacramental y modo de confesar en lengua mixe (1729) que aquel pecador que incumplía con la penitencia del confesor "eternamente se afligirá, se entristecerá, se desconsolará, arderá, siempre tendrá todas las enfermedades, de calentura, de cabeza, de ojos, de oídos, de narices, de boca de dientes, de pecho, de estómago, de pies, y todas las enfermedades juntas tendrá cada uno en el Infierno". Sin embargo, el castigo físico era más soportable en comparación con el dolor que causaba el sentimiento de culpa; esa huella indeleble que se llevaba a todas partes y en todo tiempo.
De hecho, el sacramento de la confesión, entre otras cosas, inducía a las personas a aceptarse de manera individual y a acatar los valores y reglas establecidas, con lo cual modificaba su conducta y redefinía su memoria.
El libro de Óscar Martiarena analiza el discurso que la literatura religiosa difundió en torno al sacramento de la confesión entre los indígenas de Nueva España. El objetivo principal de esta investigación, según el autor es "reflexionar acerca de un fragmento de historia construido por los esfuerzos de los misioneros españoles quienes intentaron introducir la práctica de la confesión sacramental entre los indios de la Nueva España". Apoyándose en la obra de Michel Foucault, se examinan los manuales de confesión, escritos en lenguas autóctonas, a lo largo de la época colonial, con el propósito de historiar la subjetividad de los indios novohispanos.
A la luz de esta investigación, los manuales de confesión adquieren una enorme valía como fuente testimonial. Estos escritos se distinguen por su carácter dual; reúnen los postulados de la doctrina cristiana y un conjunto de prácticas indígenas desconocidas en Occidente. Los textos atrapan el ser y el deber ser de una sociedad conquistada, el nuevo mundo que debe ser cristianizado de la noche a la mañana.
Uno de los personajes claves en la tarea de conversión fue Fray Alonso de Molina, autor de abundantes obras en las que fusionó su aprendizaje de las lenguas indígenas que adquirió en su niñez, con la doctrina cristiana. Entre sus textos más difundidos y que tienen una gran importancia en el libro que reseñamos, encontramos al Confesionario mayor en lengua mexicana y castellana (1565).
En el prólogo a la edición facsimilar, el profesor Roberto Moreno, advierte que las traducciones al náhuatl de Molina eran de una extraordinaria maestría, debido al conocimiento profundo que tenía de la lengua y porque sabía captar "el alma de los antiguos mexicanos". A grandes líneas, podemos afirmar que los autores de los manuales tenían como meta establecer un puente entre los "naturales" y los españoles que les permitiera comunicarse de manera fluida, con el fin de que se pudieran comprender, en forma estricta, las intenciones de los confesores y para que los penitentes aprendieran las reglas de la confesión. De aquí podemos desprender la idea de que los manuales cumplían con una función pedagógica; por una parte, instruían en el sacramento de la confesión y, es probable que también enseñaran a los indígenas a leer a través de estos instrumentos. Por otra parte, los manuales eran una herramienta vital para adiestrar a los confesores en el arte de la observación participante, los ayudaban a ganar confianza entre las comunidades, perfeccionar su técnica de enseñanza de la doctrina y desempeñar con éxito su labor evangelizadora.
Lo que echamos de menos en este libro, es una reflexión en torno a la traducción de conceptos cristianos a las lenguas autóctonas, con lo cual seguramente se comprenderían mejor los alcances que tuvo este tipo de literatura.
Con el fin de comprender de una manera más nítida el proceso que siguió en tierras americanas el sacramento de la confesión, el autor, en una primera etapa, hace un largo recorrido desde la "antigüedad" hasta el siglo XVI, donde analiza la evolución histórica de la discusión y los textos fundamentales de la confesión. De manera exhaustiva se examinan cada una de las categorías, tales como la introspección, contrición y penitencia. Asimismo, se revisan las ideas contrastantes que se generaron entre la Reforma y el Concilio de Trento. Vale la pena detenernos por un momento: Lutero, con una mirada más realista, pensaba que "una confesión de todos los pecados [era] imposible, además de una tortura". En cambio, el Concilio difundió "que la penitencia [era] un sacramento instruido por Cristo para reconciliar a los pecadores con Dios y no sólo un ritual establecido por la Iglesia".
A partir del Concilio, la práctica confesional se convirtió en un artificio que ayudó a vigilar en forma estrecha la conducta del penitente y le dio un lugar al individuo en la sociedad. Pero como afirma Martiarena, "la práctica de la confesión auricular constituye [...] una conciencia individual culpable. Una conciencia que nunca es suficientemente interrogada, que en todo momento habrá de preguntarse si el examen de conciencia ha sido minucioso y donde dicho examen siempre dará culpas como resultado".
La segunda parte del libro analiza el proceso que siguió el sacramento de la confesión, teniendo como fuente documental una docena de Manuales, Confesionarios y Sumas publicados en Nueva España. El autor nos presenta un amplio panorama sobre los cambios que se dieron en el sacramento de la confesión a lo largo de la época colonial. Cada uno de los escritores realizó aportes significativos, con el fin de mejorar y hacer más precisa la técnica de la confesión. Del conjunto de problemas tan sugerentes que se exponen en este apartado, queremos llamar la atención sobre el interrogatorio que debían cumplir los indígenas al menos una vez al año. El interrogatorio era una parte fundamental de los manuales. Los confesores sentaban en el banquillo de los acusados a los indígenas y los sometían a un rosario de preguntas relacionadas con diversos temas. La especificidad de cada una de ellas casi siempre estaba relacionada con la actividad que desarrollaba el penitente. Por ejemplo, existía una amplia gama de preguntas destinadas a los mercaderes, donde se escudriñaba cada una de las malas acciones que podían cometer, como engaños, robos, hurtos, etcétera. Para responder a los cuestionamientos, el penitente estaba obligado a reconstruir su historia personal y recordar cada etapa de su vida, desde la infancia hasta la edad adulta.
Entre los temas de mayor interés, los confesores dedicaron buena parte de los textos a las prácticas sexuales y de idolatría. Es obvio que sus intenciones eran desterrar muchas de las costumbres prehispánicas y someter a los indígenas a vivir dentro de los cánones de la moral cristiana. Los interrogatorios eran una forma eficaz y a la vez punitiva de penetrar en la conciencia de los indígenas a través de sus sueños, pensamientos y palabras. Asimismo, servían para delatar a los que mantenían vivos sus antiguos ritos y extirpar las enfermedades del alma. De hecho, el sacramento de la confesión propició la conciencia individual y negó lo colectivo. En el inventario de la memoria se ponían a descubierto los secretos más celosamente guardados; el penitente rompía con su historia, sepultaba sus recuerdos y borraba su memoria. Como bien dice Serge Gruzinski en su ensayo Individualización y aculturación: la confesión entre los nahuas de México entre el siglo XVI y XVIII, "El indígena debe actuar por voluntad propia, y, por lo tanto, es responsable de su conducta. Debe hacer a un lado el medio que lo rodea, el peso de sus tradiciones y las fuerzas externas que solían influir en su comportamiento, como el poder de la furia divina, los conjuros de una bruja, la envidia de un vecino y pariente, los designios del mal agüero de algún desviado sexual o algún trasgresor de las reglas establecidas".
Uno de los hilos conductores del libro de Martiarena es el discurso sobre la aceptación y eficacia del sacramento de la confesión. Al parecer, los indígenas aceptaron tal práctica porque encontraron una similitud con el ritual que efectuaban ante la diosa Tlalelcoani (comedora de las cosas sucias), a la cual le confesaban sus pecados carnales. Sin embargo, a lo largo de la época colonial, en los autores de los confesionarios se nota un sentimiento de fracaso por no haber logrado que los indígenas cumplieran cabalmente con el sacramento de la confesión. A pesar de la dura represión, algunas de las ideas pervivieron y de generación en generación, se fueron transmitiendo. En opinión de Roger Chartier, "detrás de las apariencias de una conversión absoluta, siguen vivos los gestos y las creencias de la costumbre destruida. Esta religión doble da buenos motivos de preocupación a los clérigos aniquiladores de supersticiones. Para los indios, desgarrados entre dos mundos, es signo de una identidad borrosa, la causa de un insostenible malestar."
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH-INAH

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Etnohistoria