Reseña

sobre Martínez López-Cano, "La génesis del crédito colonial. Ciudad de México, siglo XVI"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Pilar Martínez López-Cano, La génesis del crédito colonial. Ciudad de México, siglo XVI, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2001, 385 pp.
 
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
 
Hoy no se fía
 
Esta es una historia que analiza distintos problemas relacionados con la confianza que imperaba en el sistema de costumbres y creencias de la sociedad colonial. Explica la manera en que la economía occidental se extendió por tierras americanas y detalla la forma en que se fueron sancionando los intercambios de mercancías entre los hombres de negocios. Demuestra que muchas de las prácticas crediticias que incorporaron los conquistadores, en el siglo XVI, siguen vigentes hasta hoy en día. El crédito es el protagonista de esta historia, ese cemento, que en su vertiente positiva construye amistades, permite unir distancias, fusionar intereses y revitalizar la economía. Sin lugar a dudas, el crédito está presente hasta en los actos más íntimos y cotidianos de nuestra vida.
Pero debemos reconocer que el crédito no sólo abarca el ámbito económico y mucho menos se reduce a aquellas personas que tienen acceso a los recursos bancarios. Como bien afirman Cécile Gouy, François Lartigue y Marielle Pepin, en su obra compilada Prestar y pedir prestado. Relaciones sociales y crédito en México del siglo XVI al XX (1993), el crédito está inmerso en las "relaciones de parentesco, de solidaridad comunitaria, de intercambio de favores, de lealtades políticas, etcétera".
La génesis del crédito colonial se apoya principalmente en un estudio exhaustivo de los protocolos conservados en el Archivo de Notarías de la Ciudad de México, hace uso de los acervos eclesiásticos disponibles y realiza una revisión crítica de las fuentes impresas. A pesar de los límites de las fuentes, Pilar Martínez, elaboró una obra de enorme trascendencia en distintas áreas del conocimiento de la historia económica de nuestro país.
Podemos mencionar que logró un avance considerable en problemas relacionados con la capitalización, modelos de acumulación, tasas de interés, condiciones de los préstamos, sociología de los acreedores y el peso de las deudas. Los resultados de este estudio permiten comparar ciertos indicadores económicos con otros resultados de investigación ya publicados o en curso. El lector cuenta con setenta y seis cuadros que a lo largo de la obra ofrecen datos muy reveladores sobre las características puntuales de los negocios en el siglo XVI. Cada uno de estos cuadros se entreteje para explicar las principales variables del sistema crediticio, como plazos, vencimientos, montos de prestamos, garantías hipotecarias, formas de pago, tasas de interés, entre otras.
El alcance de esta obra no es un hecho aislado o un caso insólito, es producto de la distinguida trayectoria de la autora. Entre sus textos más importantes podemos mencionar El crédito a largo plazo en el siglo XVI (1995), donde nos ofrece un panorama muy completo sobre las operaciones crediticias y los protagonistas involucrados. Fiel a su temática, ha colaborado en la coordinación de los libros Iglesia, Estado y Economía, siglos XVI al XIX (1995), Cofradías, capellanías y obras pías en América colonial (1998) y El crédito en Nueva España (1998). Cabe agregar su trabajo como editora de la revista Estudios de Historia Novohispana, la publicación de diversos artículos y actividades docentes.
Hay que tener en cuenta que desde los años más remotos, el crédito se alimentaba de la confianza y se limitaba a ciertos ámbitos, como: familiar, paisanaje y clientelar. Con mucha cautela, el prestamista buscaba nuevos socios que supieran cumplir con sus compromisos y devolvieran los bienes encomendados a tiempo. Sin embargo, el crédito conlleva un elemento ilícito: la usura. Dicho problema era un termómetro de las transacciones económicas. Entre los teólogos la usura fue un problema de enorme trascendencia e intentaron eliminar su práctica con el fin de mantener el equilibrio del "precio justo". De manera puntual, Pilar Martínez advierte que "en Nueva España, en el siglo XVI, como sucedió con otros países católicos, el desenvolvimiento del crédito tropezó con las disposiciones eclesiásticas y jurídicas que prohibían la percepción de intereses en muchas operaciones crediticias, por considerarlo como usura." En este contexto, Jacques Le Goff, al estudiar algunos aspectos relacionados con los principios religiosos y las prácticas económicas en la sociedad europea medieval, afirmó, entre otras cosas, que la usura tenía distintos rostros y que la frontera entre lo licito y lo ilícito era muy ambigua. Según Le Goff
la usura [era] un conjunto de prácticas financieras vedadas. La usura [era] la imposición de un interés por un prestamista en operaciones en la que no cabe un interés. No se trata de la eliminación de todo interés. Usura e interés no son sinónimos, así como no lo son usura y beneficio: la usura aparece cuando no hay producción o transformación material de bienes concretos.
 
En el discurso, la Iglesia y las autoridades civiles en la Nueva España declararon la guerra y combatieron a la usura. Sin embargo, en el mundo de los negocios existió un gran disimulo y dicha operación ilícita se convirtió en una práctica recurrente. Los usureros, aquellos hombres, avaros, quienes solían oler el dinero a larga distancia y eran estigmatizados como ladrones, fueron los de mayor éxito económico. De hecho, la usura se podía disfrazar y el usurero "con ingenio, buscó los medios para percibir intereses sin comprometer su salvación eterna. Ideó instrumentos que jurídicamente no eran préstamos, aunque facilitaban idéntico fin". La génesis del crédito colonial avanza en dos posibles vertientes. Por una parte, abre un abanico de posibilidades sobre las diferentes operaciones crediticias, de las cuales daremos una pequeña muestra. Por ejemplo, desde las más frecuentes como la venta al fiado; donde el comerciante entregaba la mercancía, el deudor disfrutaba del bien en forma inmediata, el precio sufría una sobretasa y después de un plazo se saldaba la deuda. Muy parecido al crédito al consumo que hoy los bancos y tiendas comerciales promueven a través de pagos diferidos a seis, doce o más meses.
La sociedad colonial vivió en una crisis permanente de liquidez; la escasez de dinero provocó la utilización de "seudomonedas" como les llamó, el recién desaparecido Ruggiero Romano. En este contexto, los préstamos con dinero en efectivo fueron muy escasos, a plazos muy cortos y con intereses muy altos. Pero como alternativa apareció el censo consignativo, el cual "fue el instrumento utilizado para los préstamos a muy largo plazo". La formación de compañías también fue una operación crediticia que les permitió a los socios financiarse y emprender o capitalizar sus negocios. Otros instrumentos fueron los poderes en causa propia y las escrituras de riesgo de mar, en el primero caso eran títulos que se cedían tanto para otorgar préstamos de dinero o pagar deudas, las segundas fueron el puente que permitió el tránsito comercial y "pasajes de personas" entre Sevilla y Nueva España. En este tipo de negocios, Pilar Martínez señala que "el acreedor corría con los riesgos de la operación y el deudor únicamente saldaba principal e intereses si el navío y las mercancías llegaban a salvo al puerto de destino". En la segunda vertiente encontramos a los hombres que controlaban y ponían en circulación el conjunto de bienes prestables; en otras palabras: los comerciantes, la Iglesia y "los rentistas".
Vale la pena hacer una reflexión en torno a la categoría económica de comerciantes durante la colonia. En la historiografía, al igual que en este trabajo, los mercaderes se dedican a una gran cantidad de actividades comerciales, productivas y de servicio. En este proceso tan complejo es difícil conocer con toda certeza si el capital mercantil es el motor de "enriquecimiento" de este sector. De hecho estos mercaderes, principalmente almaceneros de la ciudad de México, eran mucho más que comerciantes y por ello es importante utilizar una categoría histórica más cercana a su realidad y evitar confusiones.
Otro de los grandes prestamistas fue la Iglesia; en este apartado, la autora nos presenta un panorama muy completo sobre las características de los préstamos otorgados por esta institución. Cabe destacar un punto que nos parece significativo: con toda claridad se demuestra que al pasar las primeras décadas de conquista, la Iglesia se convirtió en la depositaria de una parte de la riqueza acumulada a través de diversos mecanismos, como venta de indulgencias, obras pías, donaciones, entre otras. Pero dichos recursos regresaron a la circulación en forma de créditos, con tasas de interés muy bajas y estimularon algunas actividades económicas.
Asimismo, Pilar Martínez localiza a un amplio grupo del cual se sabe muy poco y nos brinda la posibilidad para futuros estudios. Nos referimos a los rentistas, quienes poseían recursos, buscaban un campo de inversión y pretendían vivir de sus rendimientos. En general "eran huérfanos menores de edad, viudas y mujeres célibes, y, en menor medida, algunos mercaderes, personas al frente de algún negocio, u ocupadas en la burocracia o sector terciario y clérigos". Pero no podemos pasar por alto a los deudores, quienes pertenecían a todos los sectores de la sociedad novohispana. El peso de las deudas era muy grande y con frecuencia los compromisos pactados se dejaban de cumplir.
En este caso, en los acervos documentales existen abundantes litigios por deudas o "pesos"; cada uno de ellos son de muy distinta naturaleza. Sin embargo, por lo general, se abría un proceso donde las partes negociaban nuevas obligaciones y casi siempre se otorgaban prórrogas para finiquitar las deudas; en los casos de que el adeudo continuara, se procedía al embargo de los bienes del deudor y en las situaciones extremas, el moroso solía saldar su deuda con la privación de su libertad.
Una mención especial merece el capítulo dedicado al crédito y la mano de obra, donde se ponen al descubierto los excesos cometidos en contra de los sectores más pobres de la sociedad novohispana. El crédito otorgado a los trabajadores funcionó como un eficaz mecanismo de contratación, retención y abuso. De este modo, los hombres y mujeres ofrecían lo único que tenían, su trabajo, y de esta forma, quedaban ligados a sus patrones a través del enorme peso de las deudas. También se daba la venta de esclavos a crédito e incluso se solía traspasar los negocios incluyendo las deudas de los operarios, sin consultarlos. Dichos créditos, servían principalmente para saldar deudas anteriores y pagar las fianzas para salir de la cárcel. Como bien concluye la autora, "el crédito más que impulsar un mercado laboral regido por la oferta y demanda [...] supuso un control y freno a su desarrollo".
Finalmente en la economía novohispana del siglo XVI, los negocios más redituables eran el comercio ultramarino y el mercado de metales preciosos. En dichas actividades se cobraban las mayores tasas de interés, pero el rescate de metales era hipervaluado y el acreedor podía obtener un beneficio de hasta "114%" anual. Los estudios han demostrado que las tasas de interés que se cobraban en la actividad minera eran un obstáculo para su propio desarrollo. Pero esta realidad difiere con la apreciación de la autora en el sentido de que las actividades agrícolas ganaderas sufrían tasas imposibles de pagar y sólo llegaban a cubrir cuotas que variaban entre el 7 y el 5%. A partir de mis propias investigaciones he podido constatar que las inversiones en la industria minera pagaban tasas de interés muy elevadas, los acreedores obtenían extraordinarias ganancias y por ello podríamos suponer que otros sectores eran subsidiados gracias a estos recursos.

Eduardo Flores Clair

efloresc@sni.conacyt.mx
Dirección de Estudios Históricos
INAH

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia Económica

sobre Pani, "Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario político de los imperialistas"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 

Erika Pani, Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario político de los imperialistas, México, El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José Maria Luis Mora, 2001, 444 pp.

 
reseñado para H-MEXICO por
Eduardo Flores Clair
DEH-Instituto Nacional de Antropología e Historia
 
UN TRONO PARA MÉXICO
 
 
¿Cómo fue posible que Maximiliano de Habsburgo se convirtiera en el II emperador de México? Erika Pani sugiere mirar al segundo Imperio sin ira, sin vergüenza, sin las heridas del invasor y sin las balas en el cerro de "Las Campanas". Es una invitación a reconocer la historia de México con sus cosas buenas y malas; con la intención de reconciliarnos con una etapa de nuestra historia que muchos han querido enterrar en el panteón del olvido. Sin exaltar la forma de gobierno monárquica, reinventa la tradición, insinúa ver a la monarquía con otros ojos, sugiere reescribir la historia alejada del glamour de los bailes del palacio, el dispendio en los banquetes y el chismorreo de la corte. Una historia que revele la manera en que "fueron fraguándose, dentro del ideario de la clase política mexicana, una serie de proyectos de Estado que promovieron, o por lo menos aceptaron el establecimiento de un régimen monárquico".
Esta investigación se basa en una amplia gama de fuentes; sin embargo, la autora privilegia de manera especial la revisión de diversos periódicos de la época, los cuales eran los órganos de propaganda de las distintas facciones. A partir de esta fuente histórica, estudia las relaciones entre medios de comunicación e instancias de poder. En este escenario, de manera cotidiana, la clase política mexicana libraba una guerra. Cada uno de los bandos, armado con la letra escrita, disparaba sus ideas e intentaba cazar a sus enemigos. Los informes de la guerra -editoriales, crónicas, opiniones y noticias- permiten conocer las posiciones políticas, las alianzas (como todas ellas efímeras), el debate en torno a los temas substanciales como: la libertad, la forma de gobierno, la soberanía, la religión, la legalidad, los derechos ciudadanos, la propiedad, la política económica, entre otros temas. Se apoya en periódicos de todas las tendencias, por ejemplo: El Siglo XIX, El Monitor Republicano, El Omnibus, El Diario del Imperio y El Pájaro Verde. En algunos capítulos, los redactores o "publicistas" –como bien les llama Pani- toman la iniciativa, hacen lucir su pluma y avasallan a la autora, le impiden exponer sus ideas, le roban la palabra y los lectores, por medio de 1,288 citas, varios miles de puntos suspensivos, entrecomillados, guiones y corchetes, intentaran mantener la atención sobre los asuntos principales de esta historia. Fue tanta la influencia de estos escritores, que Pani termina utilizando un lenguaje coloquial, a semejanza del que nos tiene tan acostumbrados el maestro Luis González y González.
¿Quienes eran los imperialistas? La autora intenta reconstruir la biografía colectiva de cien mexicanos (según el listado del apéndice 2). Ellos fueron los colaboradores más cercanos del emperador; para algunos políticos e historiadores solo fueron "los traidores, los necios o los imbéciles". Teniendo en cuenta el análisis prosopográfico, la autora avanza en el perfil sociológico de este grupo de políticos que poseía características muy particulares. Por ejemplo, era "un grupo de hombres experimentados y cultos, pero también elitistas, racistas y bastante condescendientes hacia los compatriotas que pretendían gobernar [Mas adelante escribirá] Los hemos visto aquí, retratados de cuerpo entero, como buenos burgueses mas o menos liberales, no excesivamente demócratas, cazadores de un orden que los eludía siempre, dirigentes de un pueblo que a casi todos horripilaba".
Mas allá de los meritos intelectuales de cada uno, la opinión negativa sobre los imperialistas era compartida en distintos bandos. El príncipe Carl de Kheveñuller-Metsch, auxiliar de Maximiliano, escribió en sus memorias lo que pensaba sobre el grupo de mexicanos que apoyaban a la monarquía. Decía que eran "generales sin ejército, abogados arruinados, ministros que habían servido ya bajo todos los presidentes: en conjunto gente que había vendido sus convicciones políticas al mejor postor. ¡Con estos hombres quería Maximiliano fundar su imperio! Estas eran las columnas que debían sostener el edificio de sus esperanzas y prestarle sus fuerzas para la gigantesca obra de fundar una monarquía."
Cabe señalar que la autora construyó una radiografía colectiva o prosopografía de los colaboradores del imperio teniendo en cuenta el estatus social, el nivel educativo, el ejercicio profesional y en algunos casos, de manera somera, el futuro que les deparó el destino en los tiempos del triunfo liberal, aquellos que fueron caricaturizados con gran ingenio por Constantino Escalante en el periódico La Orquesta. No obstante, este enfoque queda incompleto respecto a la red clientelar de los personajes, quienes tenían vínculos estrechos a través de lazos de parentesco, amistad y negocios. Pensamos que este elemento es vital para explicar las estrategias políticas utilizadas por cada una de las camarillas en los combates por el poder.
¿Cuáles fueron las acciones políticas de los imperialistas? De manera notable, Pani busco el momento en que la semilla de la monarquía fue depositada en el seno del estado para su germinación. En tres escenarios posibles, la autora sigue la concentración de la voluntad de un puñado de hombres, quienes pensaron que la solución posible a todos los problemas políticos que aquejaban a nuestro país era la monárquica. A lo largo de más de una década, examina las acciones en que cada grupo (desde los liberales más radicales hasta los ultra conservadores) abonaron la idea y prepararon la tierra para instaurar un imperio, pues ya habían probado una amplia cantidad de formas de gobierno de tendencias muy diversas que habían fracasado. A este respecto Fernando del Paso, en su conocida novela Noticias del Imperio, nos había adelantado hace algunos años una idea muy similar. Escribió que "México no funcionaba como república, lo demostraba esa guerra civil que con escasas treguas había durado cuarenta años. Que los mexicanos, como los franceses y la mayor parte de los pueblos amaban el boato real, lo probaban trescientos años de virreinato y lo probaba también el éxito de su Alteza Serenísima, el General Antonio López de Santa Anna."
Pani realiza una profunda reflexión sobre la clase política decimonónica y rompe los moldes de la historiografía tradicional que había reducido la historia política a una batalla incomprensible entre conservadores y liberales, ese periodo histórico que hasta hace muy poco tiempo, por no encontrar un nombre mejor, se le conocía como el de la "anarquía". Pone en tela de juicio esta idea "maniquea" y da cuenta de la gran complejidad de la vida política de la sociedad mexicana. Pero la tarea no es sencilla, la autora señala en repetidas ocasiones la enorme dificultad que existe para identificar a cada uno de los grupos participantes en las contiendas políticas. Los reacomodos eran constantes; sólo para dar una idea breve citamos un apartado donde escribió que: "santanistas, dictatoriales y demócratas republicanos en 1853. Centralistas y federalistas, elitistas y populistas, campeones del Poder Legislativo y presidencialistas en 1856 meses después. Constitucionalistas, anticonstitucionalistas poco convencidos, conservadores intransigentes y conservadores resignados en 1861. A estos calificativos se suman los de "liberales", "católico", "puro", "moderado", "conservador" y "reaccionario". Los grupos y los ideales que estos promovían se traslapaban y se superponían."
Cabe agregar que Esther Acevedo ha contribuido al estudio de los imperialistas a través de su "imagen publicitaria". Haciendo una revisión de las distintas manifestaciones artísticas, reconstruyo los elementos que los publicistas introdujeron en el imaginario colectivo a fin de consolidar su posición política. La sociedad mexicana recibió un bombardeo de fotografías, pinturas, grabados, esculturas, obras públicas donde se mostraban los nuevos hábitos culturales, las nuevas relaciones sociales y sobre todo una nueva estética. A este esfuerzo se le une la magna exposición que el Museo Nacional de Arte montó entre 1995 y 1996 con el titulo de "Testimonios artísticos de un episodio fugaz", donde se mostraron los diversos rostros de los imperialistas. Asimismo, en la lista de los agradecimientos se puede apreciar que lejos de desaparecer con el triunfo liberal, los descendientes de los imperialistas siguen entre nosotros.
El imaginario político de los imperialistas era un arsenal de lucha, estaba muy alejado de ser solo un panfleto y en realidad constituía un conjunto de políticas que fueron instrumentadas por los gobiernos en turno. En el terreno ideológico, Pani intenta explicar el laberinto que recorrió el pensamiento imperial, contrasta la visión de los pensadores y valora las opiniones e influencias sobre ciertos hechos políticos, tales como la "revolución republicana de 1848" francesa, el "imperio de Napoleón III" o el "parlamentarismo moderado-conservador" español. De manera contundente comprueba que la clase política mexicana asumía los modelos europeos. No obstante, en este apartado, se nota la ausencia del mundo anglosajón. Como es bien sabido, la corona británica era un ejemplo de monarquía estable, casi inamovible hasta nuestros días. Desde 1660, cuando limitó sus poderes, jamás se enfrentó a una guerra civil, a un golpe de estado y mucho menos se dio el caso de que algún partido político impugnara el régimen de gobierno.
Por otra parte, la autora realiza un cuidadoso estudio sobre el proyecto económico imperial y pone un mayor énfasis en ciertas áreas internas como "las políticas fiscal, de fomento y agraria". En este renglón, analiza la política fiscal a la luz del conflicto de intereses entre la clase propietaria y el sistema tributario; los contribuyentes tenían la voluntad de modernizar las rentas públicas, pero se negaban a pagar impuestos.
Respecto al presupuesto del gobierno sorprende el dato de que "Maximiliano gastaba en un mes el doble de lo que se le asignaría para todo el año de 1868 a la oficina del presidente Juárez". Sobre los asuntos económicos, me parece un exceso por parte de la autora de considerar a la política social del Imperio como "populista". Asimismo coincido con Carlos Marichal (nota 298, p. 307), respecto a que los empresarios franceses tenían interés por acaparar el mercado de la plata mexicana, pues desde los primeros años del México independiente las casas comerciales galas intervenían en dicho mercado. Pero este problema queda abierto para futuras investigaciones.
Mas allá del problema de la consolidación del estado-nación, el cual ha sido una preocupación constante en la historiografía decimonónica. Pani contribuye de manera notable al estudio del sistema político mexicano, descubre las lógicas internas y la distancia que existía entre el pensamiento y la practica política. Sin duda, construye una imagen muy distinta de los imperialistas. Fue mucho el avance que se logró en este libro, pero aun faltan muchas preguntas que responder sobre esta época. Según la autora "queda sacarlo del campo del imaginario y "normalizar" el periodo del segundo imperio, para ver como opero en las diferentes regiones [y] como interactuó con los distintos actores políticos".
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia
 

 
Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
República, Imperio y Reforma
Área de interés: 
Historia de las Ideas

sobre Solares Robles, "Bandidos somos y en el camino andamos, Bandidaje, caminos y administración de justicia en el siglo XIX. 1821-1855."

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 

Laura Solares Robles, Bandidos somos y en el camino andamos, Bandidaje, caminos y administración de justicia en el siglo XIX. 1821-1855. El Caso de Michoacán, Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, Instituto de Investigaciones Dr. José Maria Luis Mora, dic.1999, 545 pp.

 
Eduardo Flores Clair
DEH - INAH
 
CAMINOS PELIGROSOS
Laura Solares es especialista en la historia decimonónica de nuestro país. A lo largo de dos décadas, ha contribuido de manera notable a la historiografía política. Entre sus publicaciones se destacan importantes trabajos sobre la vida y la obra de políticos influyentes; por ejemplo: las Obras completas de José Maria Luis Mora, varias veces reeditadas, la Biografía política de Manuel Gómez Pedraza y Valentín Gómez Farías y su lucha por el federalismo. Pero también su debilidad han sido las apasionantes y sórdidas historias de bandidos. Ambas líneas de investigación confluyen en la narración de hazañas de hombres que se convirtieron en iconos del siglo XIX mexicano. Sobre la delincuencia ha dejado patente su experiencia a través de trabajos como: El bandido social en México durante el Porfiriato, El bandidaje en el estado de México y el libro que hoy nos ocupa, que en su primera versión fue presentado como tesis de doctorado.
La autora recrea un problema que nos aqueja y que se ha convertido en un cáncer de nuestra sociedad. El fenómeno del bandolerismo se analiza teniendo en cuenta los caminos como escenario, la manera de prevenir y castigar los delitos a través de la impartición de justicia y las modalidades y características sociológicas de la delincuencia. La investigación se realizo de manera exhaustiva en fuentes de diversa índole y dio como resultado un texto muy ambicioso y de considerable trascendencia; explica aspectos fundamentales de la historia social e ilustra la vida de los bandidos decimonónicos.
En una primera lectura nos podría parecer que se trata de dos libros, el primero proporciona una visión general del país sobre los problemas antes descritos y en el segundo se hace un estudio regional sobre el caso del bandolerismo en Michoacán. A lo largo del texto, Solares plantea que la delincuencia se encontraba estrechamente vinculada con la miseria. Podríamos decir que existía una especie de formula matemática: bandido igual a pobre o desamparado igual a delincuente. La autora escribió que los bandidos "obligados por las circunstancias en que Vivian -pobreza, ignorancia, inferioridad económica y social, se veían precisados a delinquir para buscar la satisfacción de sus necesidades más elementales".
En nuestros días, las autoridades competentes repiten en forma reiterada esta idea, casi como un eslogan publicitario o una justificación: la madre de la delincuencia es el desempleo y su padre la pobreza. Pero dicha visión resulta un tanto limitada, si se toman en consideración algunas referencias. Por ejemplo en Bandidos somos, según los cuadros estadísticos de la delincuencia de 1845 (p. 228 y 230), solo el 5% de los infractores se declararon "sin oficio"; la gran mayoría eran artesanos, obreros textiles y trabajadores del campo. Asimismo, el 14.9% sabían leer y escribir, dato revelador que nos hace suponer que el nivel escolar de los delincuentes se encontraba alejado de la "ignorancia" en el contexto de aquella época. De igual forma, la autora señala que existían algunos delincuentes "de las clases en el poder" y otros mas tenían "un trabajo estable o una vida desahogada". A partir de estos datos podríamos suponer que las características sociológicas de los bandoleros no se reducían solo a las clases paupérrimas, sino que era un manto que cobijaba a buena parte de la sociedad.
Para la autora la delimitación del entorno geográfico se convirtió en un asunto fundamental, ya que la relación entre caminos y delincuencia producía un tipo de bandolerismo particular. Al elegir a Michoacán como zona de estudio, nos proporciona un paisaje inédito, donde se examinan las condiciones socioeconómicas de la región, se hace énfasis en las diversas áreas productivas, principalmente la angustiante situación de las haciendas agrícolas y la crisis económica que sufrió la población michoacana después de la guerra de Independencia y la difícil recuperación en las primeras décadas del siglo XIX. Asimismo, detalla con precisión las rutas de transito mas frecuentes y analiza el impulso de las autoridades en la construcción de vías de comunicación. Sin embargo, la administración, que vivía en la extrema pobreza, por más esfuerzos que realizaba a través de la expedición de leyes, fue incapaz de llevar a cabo proyectos de considerable envergadura. Hasta mediados del siglo XIX, la situación de los caminos mejoró gracias a la participación de algunos empresarios interesados, quienes se organizaron en una compañía para rehabilitar el camino de Morelia a Toluca.
Otro tema de enorme importancia es el que se refiere a la administración de justicia. Sobre este asunto, Solares encontró una amplia gama de líneas de continuidad respecto del periodo colonial. De manera por demás sugerente, examina, entre otros temas, las leyes que fueron expedidas con el fin de combatir a la delincuencia, la estructura de las instancias de aplicación de justicia, la reorganización administrativa, la instauración de una nueva geografía política que perseguía imponer un mayor control social y hace hincapié en los obstáculos "técnicos" para imponer un estado de derecho. Respecto a la política de sanciones, se puede decir que a lo largo de las primeras décadas del siglo XIX, se levantaron muchas voces, de filiación partidista diversa, que exigían castigos cada vez mas duros y por supuesto "la pena capital para los ladrones de los caminos". Este hecho nos recuerda un pasaje estremecedor de la notable novela Los Bandidos de Río Frío, cuando Manuel Payno describe el tormento post mortem a una partida de bandoleros: Los soldados afanosos, riendo y contentos, como si se hubieran sacado la lotería, pasaron unas reatas al cuello de aquellos cadáveres con los ojos todavía abiertos y vidriosos, y brotándoles sangre por una parte y por otra, los arrastraron hasta el pie de los oyamales, echaron en los brazos más gruesos las reatas, tiraron del otro lado de ellos e izaron los cadáveres flexibles y descoyuntados, que se balanceaban y movían las piernas con el chiflón de viento que venia de cuando en cuando de las cañadas de la montaña.
Por otra parte, Solares rastrea el origen de los delincuentes y distingue entre las bandas armadas, aquellas que se organizaban en torno de una causa política y las gavillas constituidas por delincuentes comunes. Para la autora, la inestabilidad política que vivió Michoacán en los primeros años independientes se convirtió en un campo propicio para la proliferación de cuadrillas que atracaban a los transeúntes en los caminos y cometían una serie de bajezas en alguno de los pueblos. Pandillas muy bien organizadas que estaban formadas por varios cientos de hombres y contaban con un poderoso armamento de "carabinas y lanzas".
A partir de una base documental de 217 expedientes del Archivo Histórico del Poder Judicial del estado de Michoacán, la autora nos ofrece un panorama sobre la anatomía de la delincuencia entre 1821-1856. después de hacer las advertencias pertinentes sobre los problemas para homogeneizar la fuente, pasa a identificar los delitos de mayor frecuencia como el abigeato, el robo en gavilla y el robo. Por ello, el lector podrá saber la forma en que se integraban las cuadrillas de salteadores y la participación de algunas mujeres, se adentrara en los mecanismos en que operaban los bandoleros, el grado de violencia que utilizaban para someter a sus victimas y, sobre todo la premeditación y la alevosía con que se llevaban a cabo los atracos. Por los datos estadísticos sabemos que los robos estaban dirigidos principalmente tanto a animales de trabajo y comestibles, como a mercancías y dinero.
En este sentido resulta revelador el hecho de que la aplicación de la justicia era muy ineficaz. La autora descubre el alto grado de impunidad que existía en el cumplimiento de las sanciones. Asegura que "el mayor numero de casos lo constituyen los que resultaban absueltos [...] a la mayoría restante se les imponía una sentencia que iba de un año a dos, lo que generalmente conducía a que, cuando se dictaba el fallo, ya había transcurrido el tiempo de prisión en el procedimiento y los reos salían libres". Pues en realidad la pena capital solo la sufrió el 5.5% de los todos los transgresores. Cabe señalar que los bandoleros se mostraban indiferentes al castigo de los hombres, pero sentían un gran temor por las penas "celestiales".
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia
 

 
Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
República, Imperio y Reforma
Área de interés: 
Historia Social

sobre "Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX: 1822-1855"

Autor: 
Verónica Zárate Toscano
Institución: 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Síntesis: 
Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX: 1822-1855. Fondo antiguo de la Hemeroteca Nacional y Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México (Colección Lafragua), coordinación y asesoría Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel, México, UNAM, coordinación de Humanidades, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 2000, (Colección Al siglo XIX Ida y Regreso), 664 pp., ISBN 968-36-6636-
 
Reseñado por
Verónica Zarate Toscano
Instituto Mora
 
Celebramos la aparición de este catálogo que contiene información sobre 342 publicaciones periódicas mexicanas de la primera mitad del siglo XIX, conservadas en la Hemeroteca Nacional y la Colección Lafragua de la UNAM. Una herramienta como esta es siempre muy bien aceptada por los investigadores ya que permite acercarse a los periódicos y revistas que salieron a la luz publica entre 1822 y 1855, los cuales proporcionan una visión inestimable del periodo.
No hay que olvidar que la prensa constituye una fuente inapreciable para el conocimiento no solo del presente sino del pasado. Como bien dice Miguel Ángel Castro en su introducción, "la prensa ha servido a sus ciudadanos para exponer, atacar, defender, discutir, informar, opinar, distraer, recrear, anunciar, divertir, declarar, advertir, entretener, amenazar, educar, ridiculizar, convencer e instruir, y algunas acciones mas que constituyen el poder de la palabra, la imagen y el discurso".
Y, sin embargo, desde mi punto de vista, la prensa no ha sido extensa y satisfactoriamente utilizada por los investigadores que se interesan por la historia desde la época colonial hasta nuestros días. Tal vez alguna de las causas de este abandono sea precisamente la falta de conocimiento que se tiene en algunos sectores sobre las publicaciones periódicas del pasado. Y poco conocidos son también los datos sobre su localización en los acervos bibliohemerograficos mexicanos. Un libro como este puede subsanar con creces esta carencia.
La ardua labor que esta detrás de una publicación como la que comento, es el producto de un amplio equipo de trabajo coordinado y asesorado por Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel y compuesto por colaboradores de diversa índole, incluyendo investigadores y estudiantes aglutinados en torno a un objetivo: construir un instrumento de consulta para difundir los contenidos de sus acervos hemerográficos.
La introducción del libro da cuenta del proceso seguido en la investigación, del diseño de instrumentos para la recopilación y clasificación del material, así como de las características del catálogo con la descripción de sus registros. La parte medular es, por supuesto, el catálogo de los periódicos. Este divide los que están concentrados en el Fondo Antiguo de la Hemeroteca Nacional y los del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional (Colección Lafragua). En el primer fondo se resguardan colecciones mas o menos completas de las publicaciones, mientras que en el segundo se incluyen sobre todo números sueltos y recortes. Cabe destacar, asimismo, que se pueden encontrar no solo periódicos y revistas publicados en la ciudad de México los cuales, aunque abarcan un porcentaje considerable, comparten los anaqueles con obras similares que vieron la luz en algunas ciudades y estados de la Republica Mexicana.
Una parte importante del proyecto, según se explica en la introducción, es identificar los impresos faltantes y localizarlos en otros repositorios dentro y fuera del país a fin de completar lo que podría considerarse como "la colección nacional". así por ejemplo, no podemos pasar por alto que existen algunos ejemplares y colecciones de periódicos y revistas en la Biblioteca Lerdo de Tejada, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Archivo General de la Nación y un largo etcétera. Por ello seria muy recomendable el cruce de referencias para lograr complementar las colecciones.
Las entradas o registros se presentan en orden alfabético y constan de tres partes: la primera que se ocupa de la información "técnica" relacionada con la publicación, es decir, titulo, frecuencia, años, descripción física, etc. A continuación se incluye un resumen descriptivo y analítico del periódico o revista, sus editores y colaboradores, objetivos, contenido, precio de suscripción, etc. Es cierto que harían falta ciertos datos relacionados con el tiraje para tener una idea sobre el alcance de las publicaciones, pero estas referencias son por demás escasas. Y finalmente se proporcionan los pormenores de las fuentes históricas y bibliográficas que aportan alguna información adicional sobre las publicaciones, aunque extrañamos la inclusión de diversas tesis de grado que se han ocupado de la prensa y que complementarían y enriquecerían la investigación.
La ultima parte, esta constituida por fotografías de las primeras planas de los periódicos y las portadas de las revistas que se han incluido con la intención de familiarizar al lector con el "rostro" de las publicaciones.
Una simple ojeada nos permite darnos cuenta de las modificaciones tipográficas de los impresos a lo largo del periodo abarcado, es decir, los tipos de letra utilizados, la inclusión de imágenes y viñetas etcétera, aspectos que en la actualidad son del interés de un grupo de estudiosos de los impresos y de la lectura. Si bien es cierto que resulta un tanto engañoso conocer a primera vista lo relacionado con la dimensión propia de las publicaciones debido a que todas las fotografías son del mismo tamaño, se puede recurrir a la información se proporciona en cada uno de los registros.
Ahora bien, ya que nos han hecho el enorme favor de sistematizar la información relacionada con los periódicos, hubiéramos agradecido todavía mas que se incluyera un índice cronológico que facilitara la consulta de los materiales. Si bien es cierto que existen por ahí algunas listas, inventarios, fichas y catálogos con la información del periodo que abarcan los periódicos y revistas, no hubiera estado de mas que se incluyera esta información en el voluminoso catálogo. En la descripción de la metodología seguida para la elaboración del libro, se informa que se diseñaron tres bases de datos, de las cuales una era en orden cronológico, así que no hubiera sido complicado incluirla ya enriquecida una vez que se concluyo la revisión y clasificación.
Creo que todavía mas útil seria contar con un listado por años. Esto permitiría al investigador interesado saber que periódicos se publicaban en determinado año, facilitando así la búsqueda de noticias sobre algún suceso en particular sin tener que hacer una revisión de todos los títulos en orden alfabético. Con ello se completaría sensiblemente la utilidad del catálogo en cuestión. Y en esta era de la modernidad cibernética, también seria factible que en un futuro no muy lejano se pusiera a la disposición de los interesados en un disco compacto o incluso en una pagina web, ya que con ello se enriquecería la información con las aportaciones que pudieran hacer aquellos que lo consultaran en otros lugares y tuvieran referencias que pudieran completar las colecciones.
Pero mientras llega el momento de enriquecerlo, esperemos que los estudiosos de la primera mitad del siglo XIX le saquen todo el provecho posible y con ello arrojen mayor claridad sobre este periodo tan convulso de nuestra historia. Las publicaciones periódicas pueden aportar aquel enfoque cotidiano del acontecer histórico que tanta falta nos hace.
 
Verónica Zárate Toscano
Instituto Mora

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
República, Imperio y Reforma
Área de interés: 
Bibliotecas y Archivos

sobre Oscar Flores Torres, "Monterrey Industrial 1890-2000"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Oscar Flores Torres, Monterrey Industrial 1890-2000, Ciudad Victoria, Tamaulipas, Universidad de Monterrey-CONACYT, 2000, 253 pp.
 
Reseñado por
Eduardo Flores Clair,
DEH-INAH
 
LA SULTANA DEL PARQUE
Este libro comprende más de un siglo de historia industrial donde se muestran las múltiples relaciones entre los empresarios (grupos familiares) y los gobiernos en turno. El humo lanzado por las largas chimeneas de la Fundidora de Monterrey se convirtió en el símbolo de la ciudad y trazó el camino de un constante crecimiento. Hoy en día, la región concentra a los grupos industriales más importantes de México. En los últimos años, los "regiomontanos", en diversos ámbitos, han aumentado su presencia en forma considerable, pues no sólo son líderes de la industria de la transformación, sino que también tienen una participación significativa en las comunicaciones, así como en la educación superior de paga y hasta han alcanzado un éxito rotundo incursionando en el rap y hit hop en español.
En cuatro grandes apartados, Oscar Flores nos presenta un panorama general de los indicadores económicos que han tenido mayor repercusión en las estructuras de la ciudad industrial. El enfoque se distingue por contextualizar el proceso manufacturero en la larga duración, marcando sus ciclos, ritmos y prosperidad económica. Los lectores encontrarán una historia de fábricas y patrones que tiene como escenario una ciudad localizada estratégicamente y que, a pesar de estar asentada en tierras áridas y rodeadas de montañas, la expansión del sector industrial le ha permitido concentrar y acaparar los recursos humanos y naturales. En forma clara, amena y documentada, se explican las estrategias utilizadas por varias generaciones de empresarios para mantener un negocio redituable.
Para Oscar Flores, el desarrollo de las empresas y de los grupos industriales de Monterrey se llevó a cabo en tres grandes periodos: "una etapa de fundación que va de 1890 a 1910, la segunda que se ubica entre los años de revolución y reconstrucción nacional (1911 a 1940), y finalmente una última etapa de expansión que va de 1940 a la actualidad". Cabe decir que el autor tiene un mayor interés en los acontecimientos de las últimas décadas. Por esta razón divide el tercer periodo en tres apartados, que comprenden el de la "estabilidad" que va de 1940 a 1970, el "expansivo" que va de 1970 a 1981 y finalmente el de las "crisis recurrentes" y "reestructuración organizativa y tecnológica". Partiendo del novedoso enfoque sobre la economía política de la urbanización, el autor analiza las condiciones generales de la producción, a través de los medios de circulación, medios de producción socializados, medios de consumo colectivo y legislación. Estas categorías le permiten rastrear el terreno que circunda la política y la sociedad en el ámbito del desarrollo industrial, así como las mutuas transferencias de valor de un sector a otro. Es evidente que en la atmósfera de acumulación, solidez y expansión del capital industrial, la política estatal jugó un papel preponderante, porque a través de una amplia gama de apoyos, prebendas, marco jurídico y movimientos políticos coyunturales ayudó al fortalecimiento de los grupos empresariales de Monterrey. Éstos, en una primera etapa, se organizaron siguiendo las reglas de la vieja usanza colonial, a través de familias, pero las nuevas condiciones de rentabilidad y competencia, los obligaron a emprender alianzas estratégicas, con el fin de soportar las embestidas de las fluctuaciones económicas y responder a los nuevos retos de la globalización.
En el "despegue de Monterrey" encontramos tres elementos claves que se convertirán en los motores de la industrialización. Por una parte, las relaciones comerciales con los Estados Unidos, las cuales han estimulado en forma considerable el intercambio de mercancías y han propiciado el crecimiento de los mercados a ambos lados de la frontera. A lo largo de los años, dicho comercio se ha llevado en forma lícita e ilícita siguiendo las coyunturas políticas y fluctuaciones económicas. En segundo término, las relaciones con los gobiernos en turno, quienes desde su inicio propiciaron una política de fomento a través de las exenciones de impuestos, formación de fondos refaccionarios y una amplia gama de subvenciones de diversa índole. Por último, la organización empresarial se mantuvo inmune en un organismo local (entre 1883 y 1940) e impuso una disciplina férrea entre sus agremiados y, como afirma Oscar Flores, aglutinó "a todos los patrones sin importar el sector de producción del que procedieran, ni su participación en otras organizaciones o cámaras, les facilitó proyectar nacionalmente a través de la COPARMEX, una conciencia de clase empresarial diferente a todos los demás grupos sociales existentes en el país".
Uno de los apartados más sugerentes del libro es el relativo al estudio de ocho grandes grupos económicos. De manera apresurada, el autor relata pequeñas historias de empresas que a lo largo del tiempo se mezclan, comparten protagonistas, mantienen características semejantes y conservan sus diferencias particulares. Para dar una idea somera, el conjunto de estos grupos controla a varios cientos de industrias que elaboran miles de productos muy diversos, desde partes de autos, botellas y colchones, pasando por embutidos. Los grupos analizados son: CEMEX, VITRO, AXA, CYDSA, PROTEXA, IMSA, ALFA Y FEMSA. Entre todos acaparan la mayor parte de la industria de Nuevo León, pero todavía quedaron algunos excluidos. Cada uno de estos grupos tiene su origen en una "empresa madre", la cual estaba dedicada a un solo producto, como el cemento, la cerveza, el vidrio, las telas, etc. Pero atendiendo a sus tácticas de crecimiento, se fueron diversificando en un sinnúmero de negocios. Como por ejemplo, el grupo PROTEXA era un modesto negocio de impermeabilizantes y hoy en día su esfuerzo se concentra en la construcción de gasoductos, plantas de refinamiento de hidrocarburos, plataformas marinas, exploraciones de mantos petrolíferos entre otras. En general, la mayoría de estos grupos se caracteriza por sus fuertes vínculos con el mercado externo a través de sus productos, inversiones y alianzas de capital en distintas partes del mundo.
Entre sus principales socios se encuentran las familias Zambrano, Garza, Sada, González, Lobo, Clarión, Sepúlveda, Zamora y unos cuantos más. Sorprende que los resultados de estos corporativos empresariales, a pesar de los graves problemas económicos que ha sufrido nuestro país en fechas recientes, hayan sido tan positivos. Por la información que se nos proporcionan 35 cuadros estadísticos, sabemos que después de cada periodo de crisis, las compañías salen más fortalecidas, logran una mayor concentración de capital, reorganizan sus sistemas administrativos, consiguen mayores recursos financieros y emprenden nuevos proyectos de expansión.
A pesar de las evidencias que el autor proporciona, nos parece que existen muchas preguntas que no se resuelven acerca del enriquecimiento de estos empresarios. Sólo para dar un ejemplo recordamos que el 10 de mayo de 1986, las chimeneas de la Fundidora dejaron de arrojar humo, se decretó la quiebra por el enorme déficit que padecía. En realidad, la crisis económica se venía arrastrando desde muchos años atrás; esta prolongada agonía acumuló una deuda inimaginable que ascendió a 190 mil millones de viejos pesos. En ese día, los trabajadores sindicalizados y de confianza, más de siete mil, fueron despedidos. Desde el principio de la década de los setenta, el gobierno se hizo socio solidario a través de la compra de acciones; más adelante refaccionó con fuertes sumas a la empresa y cuando el capital privado se retiró, no le quedó más remedio y se hizo cargo de la administración.
De esta forma se cerró un capítulo en la historia industrial del país. Sin embargo, para la ciudad industrial se abrió una nueva era. Los empresarios pusieron en marcha un colosal proyecto para sacarle provecho al gigantesco espacio que ocupaba la vieja Fundidora en el corazón de la ciudad y propiedad de la federación. El proyecto Parque Fundidora abarca veintisiete atracciones, hay de todo y para todas las edades, espectáculos de elite y populares. La inversión es considerable y las expectativas de ganancia son aún mayores. Entre otros negocios existen un Hotel "Holiday Inn", parque de Béisbol, Plaza Sésamo, Arena, Sala de Exposiciones, Auditorio Fundidora /Coca-Cola, Autódromo y centros culturales como Archivo Histórico, Centro de las Artes, Pinacoteca y Auditorio Carlos Prieto. En muchos de estos negocios, participan los herederos de las familias de los viejos fundadores.
 
Reseñado por
Eduardo Flores Clair,
zarate@sni.conacyt.mx
DEH-INAH
 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
General
Área de interés: 
Historia Económica

sobre Martiarena, "Culpabilidad y resistencia. Ensayo sobre la confesión en los indios de la Nueva España"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Óscar Martiarena, Culpabilidad y resistencia. Ensayo sobre la confesión en los indios de la Nueva España, México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 1999, 228 pp.
 
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
 
El dominico, Agustín de Quintana escribió en su Tratado de la confesión sacramental y modo de confesar en lengua mixe (1729) que aquel pecador que incumplía con la penitencia del confesor "eternamente se afligirá, se entristecerá, se desconsolará, arderá, siempre tendrá todas las enfermedades, de calentura, de cabeza, de ojos, de oídos, de narices, de boca de dientes, de pecho, de estómago, de pies, y todas las enfermedades juntas tendrá cada uno en el Infierno". Sin embargo, el castigo físico era más soportable en comparación con el dolor que causaba el sentimiento de culpa; esa huella indeleble que se llevaba a todas partes y en todo tiempo.
De hecho, el sacramento de la confesión, entre otras cosas, inducía a las personas a aceptarse de manera individual y a acatar los valores y reglas establecidas, con lo cual modificaba su conducta y redefinía su memoria.
El libro de Óscar Martiarena analiza el discurso que la literatura religiosa difundió en torno al sacramento de la confesión entre los indígenas de Nueva España. El objetivo principal de esta investigación, según el autor es "reflexionar acerca de un fragmento de historia construido por los esfuerzos de los misioneros españoles quienes intentaron introducir la práctica de la confesión sacramental entre los indios de la Nueva España". Apoyándose en la obra de Michel Foucault, se examinan los manuales de confesión, escritos en lenguas autóctonas, a lo largo de la época colonial, con el propósito de historiar la subjetividad de los indios novohispanos.
A la luz de esta investigación, los manuales de confesión adquieren una enorme valía como fuente testimonial. Estos escritos se distinguen por su carácter dual; reúnen los postulados de la doctrina cristiana y un conjunto de prácticas indígenas desconocidas en Occidente. Los textos atrapan el ser y el deber ser de una sociedad conquistada, el nuevo mundo que debe ser cristianizado de la noche a la mañana.
Uno de los personajes claves en la tarea de conversión fue Fray Alonso de Molina, autor de abundantes obras en las que fusionó su aprendizaje de las lenguas indígenas que adquirió en su niñez, con la doctrina cristiana. Entre sus textos más difundidos y que tienen una gran importancia en el libro que reseñamos, encontramos al Confesionario mayor en lengua mexicana y castellana (1565).
En el prólogo a la edición facsimilar, el profesor Roberto Moreno, advierte que las traducciones al náhuatl de Molina eran de una extraordinaria maestría, debido al conocimiento profundo que tenía de la lengua y porque sabía captar "el alma de los antiguos mexicanos". A grandes líneas, podemos afirmar que los autores de los manuales tenían como meta establecer un puente entre los "naturales" y los españoles que les permitiera comunicarse de manera fluida, con el fin de que se pudieran comprender, en forma estricta, las intenciones de los confesores y para que los penitentes aprendieran las reglas de la confesión. De aquí podemos desprender la idea de que los manuales cumplían con una función pedagógica; por una parte, instruían en el sacramento de la confesión y, es probable que también enseñaran a los indígenas a leer a través de estos instrumentos. Por otra parte, los manuales eran una herramienta vital para adiestrar a los confesores en el arte de la observación participante, los ayudaban a ganar confianza entre las comunidades, perfeccionar su técnica de enseñanza de la doctrina y desempeñar con éxito su labor evangelizadora.
Lo que echamos de menos en este libro, es una reflexión en torno a la traducción de conceptos cristianos a las lenguas autóctonas, con lo cual seguramente se comprenderían mejor los alcances que tuvo este tipo de literatura.
Con el fin de comprender de una manera más nítida el proceso que siguió en tierras americanas el sacramento de la confesión, el autor, en una primera etapa, hace un largo recorrido desde la "antigüedad" hasta el siglo XVI, donde analiza la evolución histórica de la discusión y los textos fundamentales de la confesión. De manera exhaustiva se examinan cada una de las categorías, tales como la introspección, contrición y penitencia. Asimismo, se revisan las ideas contrastantes que se generaron entre la Reforma y el Concilio de Trento. Vale la pena detenernos por un momento: Lutero, con una mirada más realista, pensaba que "una confesión de todos los pecados [era] imposible, además de una tortura". En cambio, el Concilio difundió "que la penitencia [era] un sacramento instruido por Cristo para reconciliar a los pecadores con Dios y no sólo un ritual establecido por la Iglesia".
A partir del Concilio, la práctica confesional se convirtió en un artificio que ayudó a vigilar en forma estrecha la conducta del penitente y le dio un lugar al individuo en la sociedad. Pero como afirma Martiarena, "la práctica de la confesión auricular constituye [...] una conciencia individual culpable. Una conciencia que nunca es suficientemente interrogada, que en todo momento habrá de preguntarse si el examen de conciencia ha sido minucioso y donde dicho examen siempre dará culpas como resultado".
La segunda parte del libro analiza el proceso que siguió el sacramento de la confesión, teniendo como fuente documental una docena de Manuales, Confesionarios y Sumas publicados en Nueva España. El autor nos presenta un amplio panorama sobre los cambios que se dieron en el sacramento de la confesión a lo largo de la época colonial. Cada uno de los escritores realizó aportes significativos, con el fin de mejorar y hacer más precisa la técnica de la confesión. Del conjunto de problemas tan sugerentes que se exponen en este apartado, queremos llamar la atención sobre el interrogatorio que debían cumplir los indígenas al menos una vez al año. El interrogatorio era una parte fundamental de los manuales. Los confesores sentaban en el banquillo de los acusados a los indígenas y los sometían a un rosario de preguntas relacionadas con diversos temas. La especificidad de cada una de ellas casi siempre estaba relacionada con la actividad que desarrollaba el penitente. Por ejemplo, existía una amplia gama de preguntas destinadas a los mercaderes, donde se escudriñaba cada una de las malas acciones que podían cometer, como engaños, robos, hurtos, etcétera. Para responder a los cuestionamientos, el penitente estaba obligado a reconstruir su historia personal y recordar cada etapa de su vida, desde la infancia hasta la edad adulta.
Entre los temas de mayor interés, los confesores dedicaron buena parte de los textos a las prácticas sexuales y de idolatría. Es obvio que sus intenciones eran desterrar muchas de las costumbres prehispánicas y someter a los indígenas a vivir dentro de los cánones de la moral cristiana. Los interrogatorios eran una forma eficaz y a la vez punitiva de penetrar en la conciencia de los indígenas a través de sus sueños, pensamientos y palabras. Asimismo, servían para delatar a los que mantenían vivos sus antiguos ritos y extirpar las enfermedades del alma. De hecho, el sacramento de la confesión propició la conciencia individual y negó lo colectivo. En el inventario de la memoria se ponían a descubierto los secretos más celosamente guardados; el penitente rompía con su historia, sepultaba sus recuerdos y borraba su memoria. Como bien dice Serge Gruzinski en su ensayo Individualización y aculturación: la confesión entre los nahuas de México entre el siglo XVI y XVIII, "El indígena debe actuar por voluntad propia, y, por lo tanto, es responsable de su conducta. Debe hacer a un lado el medio que lo rodea, el peso de sus tradiciones y las fuerzas externas que solían influir en su comportamiento, como el poder de la furia divina, los conjuros de una bruja, la envidia de un vecino y pariente, los designios del mal agüero de algún desviado sexual o algún trasgresor de las reglas establecidas".
Uno de los hilos conductores del libro de Martiarena es el discurso sobre la aceptación y eficacia del sacramento de la confesión. Al parecer, los indígenas aceptaron tal práctica porque encontraron una similitud con el ritual que efectuaban ante la diosa Tlalelcoani (comedora de las cosas sucias), a la cual le confesaban sus pecados carnales. Sin embargo, a lo largo de la época colonial, en los autores de los confesionarios se nota un sentimiento de fracaso por no haber logrado que los indígenas cumplieran cabalmente con el sacramento de la confesión. A pesar de la dura represión, algunas de las ideas pervivieron y de generación en generación, se fueron transmitiendo. En opinión de Roger Chartier, "detrás de las apariencias de una conversión absoluta, siguen vivos los gestos y las creencias de la costumbre destruida. Esta religión doble da buenos motivos de preocupación a los clérigos aniquiladores de supersticiones. Para los indios, desgarrados entre dos mundos, es signo de una identidad borrosa, la causa de un insostenible malestar."
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH-INAH

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Etnohistoria

sobre "Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo señor marqués de Sonora..." ed. de Suárez Argüello.

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 

Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo señor marqués de Sonora siendo visitador general de este reino, al excelentísimo señor virrey don Antonio Bucarely y Ursúa con fecha 31 de diciembre de 1771, edición facsimilar, estudio introductorio Clara Elena Suárez Argüello, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Miguel Ángel Porrúa librero-editor, 2002.


Reseñado por Eduardo Flores Clair

DEH-INAH

 ¿Reformista o lunático?

 En el imaginario de los historiadores sonorenses sigue en pie el árbol donde se columpiaba el señor visitador. Al parecer su desorden mental comenzó en el ardiente norte. Juan Manuel de Viniegra, su secretario, notó que la conducta de su superior cambió a partir de una fiesta que le ofrecieron los vecinos del presidio de Buenavista. Le resultó muy extraño que abandonara su estilo huraño y se comportara de manera amigable. Al pasar los días, la perturbación fue más notable, José de Gálvez contó a sus allegados que se le había aparecido San Francisco de Asís y le había revelado el secreto para apaciguar a los indios rebeldes. El remedio era muy sencillo: se necesitaba traer de Guatemala a 600 monas vestidas de soldadescas y enfrentarlas a los insurrectos, los cuales saldrían despavoridos a buscar refugio entre los cerros. Después de este incidente, se convirtió en el hombre más afable y bondadoso de la tierra, repartía a manos llenas dinero, títulos y cargos. La enfermedad avanzó, entonces, el visitador se declaró rey de Prusia y soberano de Suecia e incluso llegó a proclamarse "Padre eterno". En su testimonio, Viniegra escribió: "con mayor furor se entretenía en quebrar un cerrojo de hierro, catres y ventanas; en abrir tabiques trabados con madera; en quemar su habitación y hasta la ropa que algunas veces conseguíamos ponerle, quedándose en carnes vivas muchos días" [1]

Pero no todo era extravagancia, en los momentos decisivos, el visitador mostró un rostro opuesto: el de una persona autoritaria, vengativa y sin compasión, que ordenaba sin preámbulos "cortar cabezas", aún a sus colaboradores más cercanos. De hecho, todos aquellos que se atrevieron a proporcionar detalles de su enfermedad mental terminaron siendo sus víctimas; sufrieron el encierro, el exilio y el desprestigio. Quizá, el árbol sea sólo un símbolo más de la locura de la modernidad, aquella que intentaba pacificar a los grupos indígenas de la región y pretendía hacer más eficiente la administración pública del virreinato de la Nueva España.

En este libro, Clara Elena Suárez nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre uno de los periodos más significativos de nuestra historia colonial. En realidad, dicho texto es mucho más que el informe que entregó José de Gálvez al concluir su misión; es una compilación cuidadosa que revela un arduo trabajo en diversos acervos (tanto mexicanos como españoles) y es un libro muy oportuno por las aspiraciones reformistas que hoy vivimos. Esta nueva edición reúne un conjunto de documentos que ayudan a comprender de una manera más puntual las ideas, los propósitos y alcances de este personaje singular, quien después de su visita fue premiado con el cargo de ministro de Indias y, en recuerdo de sus delirios, recibió el título de marqués de Sonora. El estudio introductorio ilustra el momento histórico en que fueron generados dichos documentos. Pensamos que es un aporte sugerente que plantea interrogantes inéditas y abre nuevos caminos a futuras investigaciones. Como bien afirma la autora, aunque de manera por demás modesta, "no se trata aquí de hacer un estudio exhaustivo sobre las reformas en sí mismas y el impacto que causaron en la sociedad novohispana, sino aportar un documento que puede esclarecer y apoyar en buena medida su estudio".

Cabe destacar que Clara Elena Suárez pone a disposición de los lectores una exhaustiva revisión historiográfica del periodo borbónico. En ella afloran los problemas que han recibido mayor atención, se constatan los valiosos avances que se han conseguido últimamente y se difunden los cuantiosos estudios que han aportado nuevas interpretaciones. Sin detenerse en los lugares comunes, plantea las perspectivas novedosas y los debates que han enfrentado a los especialistas en las últimas décadas. Es importante señalar que esta etapa histórica se caracteriza por ser muy polémica; los estudios, en ambos lados del mar, son muy abundantes y los temas que se abordan son muy complejos. Muestra de ello es el propio Informe de Gálvez.

En esta línea, Agustín Guimerá, investigador español, asegura que la controversia entre los historiadores continua vigente y "las espadas siguen en alto [2]. Existe una gran cantidad de divergencias en tópicos como por ejemplo: ¿el esplendor de las luces sólo se le puede atribuir a Carlos III? ¿Felipe V mantiene la imagen de un rey pasmado y melancólico? ¿las monarquías absolutistas conservaron mucho del oscurantismo y resultaron un fracaso? ¿la ilustración fue incapaz de generar el progreso esperado? [3]

Es importante añadir que en la historia económica de la Nueva España, la polémica ha girado en torno al crecimiento o la contracción. Hace más de dos décadas, John H. Coatsworth, haciendo uso de los datos estadísticos disponibles, cuestionó el incremento económico novohispano y por consecuencia el fracaso de la política reformista 4] A partir de entonces, las posiciones se han resumido entre los "optimistas" y los "pesimistas". Uno de los últimos trabajos dentro de este debate es el de Rafael Dobado y Gustavo Marrero quienes, después de hacer un serio análisis econométrico, concluyeron, entre otras cosas, que "dadas las características de la economía novohispana, la interesada actuación del estado a favor de la expansión minera generó crecimiento económico" [5]

Sin detenernos en esta contienda, podemos decir que José de Gálvez organizó el Informe en cuatro partes: la primera dedicada a la Real Audiencia de México y Guadalajara, la segunda a las Rentas Reales, la tercera a Propios y Arbitrios y por último las expediciones al centro y norte del virreinato. Lo primero que salta de la vista son las cuantiosas críticas a los diversos temas que ahí se abordaron. Pero en esta ocasión nos referiremos de manera particular a tres asuntos que sorprendieron al visitador.

 

  1. El comportamiento de la clase burocrática: los "ministros togados", en su gran mayoría, eran de origen criollo. En este aspecto, las leyes eran muy claras y reservaban dichos lugares para los hijos de la metrópoli. En cambio, Gálvez encontró a hombres con "honor", que actuaban apegados a derecho y se abstenían de participar en todos aquellos litigios que involucraban a sus familiares o amistades. Asimismo, descubrió que una buena parte de los funcionarios eran eficientes, rectos, íntegros y celosos de su trabajo. Respecto a los ingresos, mostró preocupación y en algunos casos apoyó el aumento de sueldos; en su afán de hacer más eficiente las labores, pretendía un equilibrio entre la carga de trabajo y la retribución; además, era un hecho frecuente que las vacantes no se cubrieran con oportunidad y por tanto era imposible cumplir con el rezago de las oficinas. En forma, por demás contundente, denunció el abuso de autoridad que los oficiales ejercían sobre los subalternos (6]
  2. "el manantial de la riqueza", es decir, la actividad minera, había entrado a un proceso de transformación, la corona y la clase minera celebraron un pacto modernizador y esperaban que en un breve lapso les rindiera buenos frutos. En cambio la actividad que tenía un mayor futuro era la manufactura del tabaco; sin embargo, la libertad de producción y comercialización "ofendía la Suprema Autoridad del Rey". Gálvez entendía que su misión consistía en extraer la mayor cantidad posible de recursos disponibles, con el fin de atender los gastos de la guerra. Siguiendo el ejemplo de la política fiscal de sus enemigos ingleses, el tabaco podía convertirse en una de las principales rentas. De hecho, la fabricación de cigarros tenía un crecimiento constante debido a la incorporación de nuevas y nuevos consumidores. Los particulares aprovecharon la pobreza financiera de la Corona para llenar sus bolsillos; por esta razón, resultaba imprescindible recobrar las funciones del estado por la vía del consenso o por la fuerza. La producción y comercialización del tabaco no sólo se reducía a los aspectos económicos, sino que iba acorde con la nueva geografía política y el cambio que se intentaba propiciar en el orden social. La Corona estaba obligada a realizar cuantiosas inversiones y los particulares tenían que financiar la actividad bajo condiciones muy ventajosas, para que las autoridades lograran conseguir excelentes rendimientos. Había que atender la demanda con un producto de calidad, con lo cual se cuidaba la salud y se evitaba que los consumidores mezclaran el tabaco con otras yerbas. Dicho proceso productivo incorporaba a una gran cantidad de trabajadores. Las fábricas, como decía Gálvez, "eran el mejor hospicio". Sobre todo brindaban protección a la población femenina, las cuales salían de su abandono y evitaba las tentaciones mundanas. El acontecer histórico confirmó la sospecha del visitador: el sistema fiscal, en diversas partes del mundo, se benefició, o más bien dicho, se sigue financiando a través del consumo del tabaco.
  3. Gálvez se sorprendió, y seguramente sintió un enorme vacío, al percatarse de que el "Imperio estaba desarmado". La sociedad colonial gozaba de una amplia libertad, "indulgencia" y hasta "impunidad". La autoridad ejercía su papel en términos simbólicos y se encontraba muy alejada de los efectivos métodos coercitivos. El orden social era muy peligroso y podía ser de consecuencias fatales, día a día, la autoridad del rey se ponía en tela de juicio, situación que ayudaba a quebrantar la relación entre los vasallos y gobernantes. La obediencia inexistía y reinaba la "insolencia". La "gente popular" aprovechaba cualquier ocasión para escandalizar y amotinarse. Para el visitador el buen orden y la paz pública se conservaban gracias a los cuerpos represivos; echó mano de los recursos y puso en práctica los mecanismos coercitivos: creó las milicias o el ejército, antes desconocidos. Pronto se utilizaron para sofocar los levantamientos de los trabajadores mineros en Real del Monte. También sirvieron para reprimir a los vecinos, de San Luis de la Paz, Guanajuato, Pátzcuaro y San Luis Potosí, que protestaron, entre otras cosas, por la expulsión de los jesuitas y para "reducir" o exterminar en Sonora "las bárbaras hostilidades de los feroces Apaches, Seris y Pimas".

Para despedirse, José de Gálvez remata el Informe diciendo "me voy con el seguro consuelo de que la Nueva España será más feliz y poderosa entre las grandes monarquías que encierran las dos Américas". Se fue al viejo mundo, ocupó sillas cada vez más importantes, hizo realidad su delirio de grandeza, tuvo el poder suficiente hasta para repartir virreinatos y llenó de gracias a sus paisanos los malagueños. Más sin embargo, en su cordura, jamás se imaginó que el proyecto reformista sería un detonante de la Independencia de las vastas posesiones españolas en el Nuevo Mundo.

 

Eduardo Flores Clair

DEH-INAH

efloresc@sni.conacyt.mx

 

 



(1) . Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, La expedición del visitador José de Gálvez al septentrión novohispano (1868-1770) o la locura de la modernidad, Hermosillo, Universidad de Sonora, 2000, p. 58-66. Ignacio del Río asegura que eran "monos", véase, "Autoritarismo y locura, en el noreste novohispano. Implicaciones políticas del enloquecimiento del visitador General José de Gálvez" en Estudios de historia novohispana, vol. 22, 2000, p. 111-138

2 . Agustín Guimerá (ed.), El reformismo borbónico, Madrid, España, Alianza Editorial, 1996, p. 28

3 . Entre otros véase a Miguel Artola, La monarquía de España, Madrid, España, Alianza Editorial, 1999; Francisco Sánchez-Blanco, La mentalidad ilustrada, Madrid, España, Taurus, 2000 y El absolutismo y las luces en el reinado de Carlos III, Madrid, España, Marcial Pons, 2002; Reyes Fernández Durán, Gerónimo de Uztáriz (1670-1732). Una política económica para Felipe V, Madrid, España, Minerva, 1999; Henry Kamen, Felipe V. El rey que reinó dos veces, Madrid, España, Temas de Hoy, 2000 ]

4 . John H. Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX, México, Alianza Editorial Mexicana, 1990, p. 57-79

5 . Rafael Dobado y Gustavo Marrero, "Minería, crecimiento económico y costes de la Independencia en México" en Revista de Historia Económica, año XIX, otoño-invierno núm. 3, 2001, p. 573-611

6 . Para una visión distinta sobre el abismo que existió entre los buenos propósitos de Gálvez y la práctica cotidiana véase a Linda K. Salvucci, "Costumbres viejas, "hombres nuevos": José de Gálvez y la burocracia fiscal novohispana (1754-1800)" en Historia Mexicana, vol. XXXIII, octubre diciembre 1983, núm. 2, p. 224-264



Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia de las Instituciones

Habla Melesio. Reseña de varias obras

Autor: 
Verónica Zárate Toscano
Institución: 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Síntesis: 
Melesio Morales (1838-1908). Labor periodística, Selección, introducción,
notas y hemerografía de Áurea Maya, México, Centro Nacional de
Investigación, Documentación e Información Musical CENIDIM, 1994, 220 pp.
 
Melesio Morales, Mi libro verde de apuntes e impresiones, Introducción de
Karl Bellinghausen, México, CONACULTA, 1999, (Memorias Mexicanas), XLIX-232 pp.
 
Karl Bellinghausen, Melesio Morales, Catalogo de música, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez, CENIDIM, 1999, 100 pp.
 
Reseñados para H-MEXICO por
Verónica Zárate Toscano
Instituto Mora
 
La importancia de la ópera para la sociedad de la capital mexicana del siglo XIX es un fenómeno que llama poderosamente la atención. Si revisamos las crónicas periodísticas de la época, podemos constatar que la interpretación de este tipo de obras musicales, era esperada con ansia y un público relativamente amplio la disfrutaba. Además, de la lectura de las crónicas escritos se desprende que los melómanos decimonónicos estaban más actualizados de lo que pudiéramos imaginar. Las exitosas óperas, sobre todo de la escuela italiana, llegaban a nuestras tierras en un abrir y cerrar de ojos. Escasos años separaban el estreno en las salas europeas del mexicano. Y por supuesto que siempre había algunas obras que eran las favoritas del público y que constantemente se representaban para satisfacer sus exigencias.
En este contexto musical del siglo XIX, se inserta Melesio Morales, el primer compositor mexicano en estrenar una opera en Europa. En efecto, ILDEGONDA se estrenó el 6 de enero de 1869 en el Real Teatro de Pagliano Florencia. Este hecho, le valió a Morales un amplio reconocimiento entre sus contemporáneos. Poco después de la puesta en escena de dicha opera en la ciudad de México, su amigo, el literato y periodista Lorenzo Elizaga publico en El Pájaro Verde del 7 de febrero de 1866 una poesía de la que extraemos lo siguiente:
Y CUANDO EN CLIMAS REMOTOS
NUEVOS LAURELES CONQUISTES,
RECUERDA QUE TUS DEVOTOS
POR DONDE QUIERA QUE EXISTES
TE ACOMPAÑAN CON SUS VOTOS;
QUE ES DE MEXICO TU GLORIA,
QUE TU GENIO AQUI NACIO,
QUE CONSERVA TU MEMORIA
Y SIGUE ATENTO TU HISTORIA
QUE PREZ Y ORGULLO TE DIO.
 
Pero el éxito obtenido no pareció asegurarle un lugar en la posteridad. En 1938, cuando su hijo, el también compositor Julio Morales, se percató de que el centenario del nacimiento de su padre había pasado desapercibido para las autoridades, en el jardín de su casa, quemó las obras que conservaba de Melesio y algunas que él mismo había compuesto. Sin embargo, no todo se perdió y desde 1956, María Morales donó al Conservatorio Nacional lo que quedaba del archivo de su padre y su abuelo. De unos años a esta parte, ha resurgido el interés por la obra y la persona de Melesio. En primer lugar cabe destacar que se han representado algunas de sus composiciones, entre las que destaca precisamente ILDEGONDA, la ópera que le dio fama mundial, la cual se montó, ejecutó y grabó en noviembre de 1994 para la inauguración del Centro Nacional de las Artes. Asimismo, se han dado a conocer tres libros que nos permiten conocer a Maestro Morales, de los cuales nos ocupamos en estas líneas.
El equipo responsable del rescate de Melesio Morales tiene una composición variada, encabezado por Karl Bellinghausen. Junto con Áurea Maya y Eugenio Delgado, ha rescatado los escritos y las partituras del músico. El propio Bellinghausen y los alumnos del Conservatorio, el director de orquesta Fernando Lozano, las sopranos Violeta Dávalos, Silvia Rizo y Constanza del Mar, así como los tenores Raúl Hernández, Rogelio Marín y Leonardo Villeda, entre otros, acompañados de los coros de la Escuela Nacional de Música y de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, junto con su orquesta, así como la Sinfónica Carlos Chávez, han interpretado tanto ILDEGONDA, como ANITA, la ópera póstuma del compositor. Rodrigo Treviño ha ejecutado su PRELUDIO Y FUGA al órgano, Silvia Navarrete ha grabado la paráfrasis que hizo de EL GUARANY, obra del brasileño Carlos Gomes. Y la lista parece aumentar día a día, con la inclusión de mi buen amigo Ignacio Hernández, quien se ha sumergido en cuanto repositorio ha sido necesario para ayudarme a localizar información sobre Melesio. Cada cual a su manera, esta contribuyendo al rescate de la memoria del músico.
Melesio Morales era un hombre versátil y prolijo, según podemos constatar en los tres libros a que nos referimos aquí. Su obra periodística llega al centenar de artículos publicados entre 1863 y 1905, sus composiciones alcanzan la cifra de 130 y sus memorias abarcan de 1866 a 1876. Además, escribió algunos libros como el A B C Teoría musical, que eran utilizados como métodos de enseñanza. Otra de sus labores fundamentales fue que educó en el arte musical a centenares de alumnos, tanto en sus clases particulares como en las que impartió en el Conservatorio. Toda esta producción, nos proporciona tres vías de conocerlo: sus artículos periodísticos, sus memorias, apuntes e impresiones, y sus composiciones recientemente catalogadas. ¿Y qué se desprende de la revisión de estos materiales? Que el Maestro tenia un altísimo concepto de sí mismo. Cuando se ocupaba de critica musical, lo hacia con una agudeza tal que provocaba fuertes reacciones tanto entre los afectados como entre los lectores, porque finalmente su docta opinión, según su criterio, era la que debía prevalecer. Las polémicas en las que se enfrascó fueron resultado de la animadversión manifiesta que le provocaban personajes, hechos y obras. En Labor periodística se incluye una vasta bibliografía y hemerografía sobre Melesio. Acudiendo a los textos ahí citados, se pueden conocer las opiniones y reacciones que generaba el compositor. Pero por otro lado, se revela la antipatía que le provocaba Ángela Peralta, de quien se expresaba en términos peyorativos en sus escritos privados, pero en público prefería mantener un prudente silencio, ya que el "Ruiseñor Mexicano" interpretaría personajes centrales en dos de sus óperas. Finalmente, el hecho mismo de escribir sus memorias sabiendo que algún día serian leídas y comentadas, es una muestra mas de la conciencia que tenia de su peculiaridad, del papel que podría atribuírsele en el desarrollo musical de México. Pero también sus escritos adquieren un tono quejumbroso que lo hacen aparecer como el eterno incomprendido que tuvo que luchar a brazo partido para lograr dar a conocer sus composiciones.
Otro elemento peculiar y relevante en la obra de Morales es el carácter nacionalista que adquieren algunas de sus composiciones, manifestado en sus títulos y contenidos. No es gratuito que la que se reconoce como su primera obra sea El Republicano. Si repasamos el catalogo de sus trabajos musicales, encontraremos por ejemplo la Sinfonía Dios Salve a la Patria, Dulce Patria, Marcha Juárez, La Messicana, Lejos de la Patria y otras más compuestas no sólo como producto de la nostalgia durante su estancia en Europa sino con una intención de contribuir a la construcción y consolidación de la idea de nación. Aunque se ha resaltado que el nacionalismo en la música es posterior y que ha encontrado sus mejores exponentes en Moncayo y Revueltas, ya desde Morales y sus contemporáneos encontramos los antecedentes de esta tendencia.
Las criticas que se han hecho a su obra musical se relacionan con el carácter europeizante e incluso italianista que reflejan. Pero precisamente esas corrientes eran las que estaban en boga en el mundo, e incluso en México durante las décadas intermedias del siglo XIX, eran el modelo a seguir, a imitar y superar. El problema de Melesio es que su gusto se ancló en esas tendencias, se rehusó a aceptar y asimilar nuevas escuelas musicales y a modernizarse, y precisamente su anquilosamiento provocó agrias críticas y provocó que se le hiciera un poco de lado, según sus propias quejas.
Hay un último aspecto que vale la pena resaltar y es la relación de Morales con las autoridades mexicanas. Tanto en los escritos publicados como en documentos custodiados en los archivos, sabemos que se afanó en buscar, y a veces consiguió, el apoyo de las instancias de gobierno para la representación de sus obras. Pero tal vez logró mas gracias a que se insertó en la elite mexicana, ya que algunos de sus más prominentes miembros fungieron como "mecenas" del músico, financiaron su viaje a Europa, lo acogieron en el seno de sus familias y pusieron la educación musical de sus hijos en sus manos, etcétera. Melesio no estaba sólo, tenia el respaldo de personajes importantes y no dudó en manifestarlo en diversas formas. Gracias a los escritos públicos y privados que se han publicado, y al catalogo, podemos constatar esas relaciones y el agradecimiento que no dudó en manifestarles, llegando a dedicarles algunas de sus composiciones. Ha sido en esas tres dimensiones, en las que lo hemos conocido. Por eso, podemos decir que "habla Melesio" y que parece que cada vez hay más personas que lo escuchan. Su sonido proviene del pasado, nos proporciona una forma mas de acercarnos al conocimiento y entendimiento de aquellos seres que nos antecedieron y que dejaron un ambiente musical para deleite de nuestros oídos.
 
Verónica Zárate Toscano
zarate@sni.conacyt.mx
Instituto Mora
 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
General
Área de interés: 
Historia Cultural

sobreLangue, "Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo XVIII novohispano"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Frédérique Langue, Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del
siglo XVIII novohispano, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, 479 pp.
 
Reseñado para H-MEXICO por
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
efloresc@sni.conacyt.mx
 
Este libro, publicado en francés en 1992, es el resultado de una exhaustiva y cuidadosa investigación de doctorado de Frédérique Langue, quien obtuvo el grado en la Universidad de la Sorbona, París I. Este dato lo queremos señalar para evitar desvíos en el imaginario colectivo, ya que la publicación en español tiene un desatino en la hoja legal. Según ellos, la primera edición es de 1957, es decir, años antes de que la autora viera por primera vez la luz en las tierras del norte francés.
No obstante, a pesar de su juventud, Langue tiene una gran experiencia en la investigación sobre temas americanos y cuenta con una producción muy abundante. En el ambiente académico se le conoce por la gran cantidad de artículos y reseñas publicados en revistas especializadas en Francia, España, Venezuela y México. Una de sus obras más conocidas y de enorme valía es el Diccionario de términos mineros para la América española (siglos XVI-XIX) (París 1993), donde comparte créditos con la excelsa antropóloga peruana Carmen Salazar-Soler. Esta obra reúne una gran cantidad de voces populares, términos legales, conceptos técnicos y palabras comunes de la minería del Potosí y Nueva España. En la introducción, las autoras advierten a sus lectores que "este diccionario está basado en una constatación: la inexistencia de una recopilación detallada de los términos utilizados antiguamente en la minería de los metales preciosos, la que nos hizo falta en nuestras investigaciones anteriores, a pesar de la multiplicidad de estudios o referencias dedicadas a la minería colonial". Sin exagerar el elogio, dicha obra es un aporte fundamental para la historia minera hispanoamericana.
Los Señores de Zacatecas impresiona por su riqueza histórica; los temas que aborda poseen una enorme relevancia y se distingue por las nuevas rutas que abre para futuras investigaciones. A través de sus capítulos, es notable la revisión historiográfica de las obras clásicas de la historia de México, las cuales fueron una fuente de inspiración y de estricto seguimiento para plantear los problemas fundamentales y construir un discurso novedoso sobre una de las regiones más significativas del país. De hecho, este texto viene a tender un puente entre la notable obra de Peter Bakewell, Minería y sociedad en el México Colonial Zacatecas (1546-1700) y la aún inédita de Harry Cross, The Mining Economy of Zacatecas. Mexico in the Eighteenth Century, con lo cual tenemos un rico yacimiento explotado por tres autores que nos han explicado la larga trayectoria de la historia minera de Zacatecas desde el siglo XVI al XIX.
Por el título, algunos lectores podrán pensar que se trata de una monografía más de historia económica, pero entre sus páginas se revela una biografía colectiva de las clases propietarias de la frontera norte de Nueva España. Algunos eran nobles, otros no tanto y unos más cayeron en desgracia; entre otras familias, desfilan con su abolengo los Larrañaga, los Bravo, los Salazar, los Muñoz de Villalón, los Urquiola, los Fagoaga y los Campa y Cos. El hilo conductor de esta historia se aleja de la compleja producción de plata y su articulación a los mercados europeos, ahonda en los aspectos sociales del compadrazgo, en los privilegios de la nobleza y hasta en las preferencias devocionales. En realidad la veta corre a través de las paredes de la conformación de la "élite", las prácticas del "señorear", las vitales "inversiones sociales" y las "mentalidades" empresariales.
Para Langue los ricos propietarios "reinaban en sus dominios", por ello se encarga de examinar el laberinto que edificó la conformación de un poderoso grupo social que, por un largo periodo, dominó sin obstáculo alguno una vasta región. Una pieza clave en la conformación de este grupo fue sin duda la acumulación de enormes fortunas; la explotación de las minas argentíferas de la región se convirtió en fuente natural de riqueza. De este modo, la minería desempeñó un papel protagónico en esta historia.
La autora nos relata en dos tiempos entrecruzados la evolución de las actividades mineras en Nueva España y el singular desarrollo que se dio en la ciudad de Zacatecas y su vecino Real minero de Sombrerete. Los cambios políticos implementados en la industria minera a finales del siglo XVIII, mejor conocidos como las reformas borbónicas, se convierten en un socavón para identificar los problemas fundamentales y demostrar cómo funcionaba la economía en ese momento. De hecho, Langue utiliza este contexto sólo como un malacate para llevar agua y resolver las dificultades de la rentabilidad del capital que afectaban a los propietarios mineros de Zacatecas.
En el libro, la minería abarca un amplio territorio, pero el pilar que sostiene el peso de la interpretación es el examen cuidadoso de cada uno de los elementos que influían en el costo productivo de la plata. Los empresarios sabían muy bien que el ritmo de su vida estaba marcado por las bonanzas y borrascas mineras. Con el fin de cuidar sus intereses estrechaban su vigilancia en cada una de las tareas del proceso de trabajo, con la mira de obtener una vasta productividad, disminuir los costos y obtener altas utilidades: una estrategia empresarial sencilla, pero muy difícil de cumplir a largo plazo. Para sortear los peligros del capital, decidieron asociarse, organizaron grandes compañías y aprovecharon las políticas de fomento estatal para conseguir éxito en sus negocios. A pesar de la riqueza, los empresarios zacatecanos tenían una escasa independencia financiera. Como afirma Langue " son pocos los mineros que no se encuentran atrapados en el engranaje de las deudas y que no dependen de fiadores, rescatadores o aviadores".
A lo largo de la época colonial, los mineros estuvieron vinculados a las actividades agrícolas, utilizaron el campo para abastecerse de insumos productivos y regular sus precios, satisfacer los mercados de consumo minero, y también sirvió como una estrategia de inversión segura o simplemente funcionó como garantía para conseguir créditos. Por ello, los grandes propietarios tuvieron interés en acaparar inmensas extensiones de tierra, hoy en día casi inimaginables. La expansión respondía a la dinámica de acumulación de capital. Se apropiaron de pueblos enteros en la frontera de la nada y le hicieron la guerra a los indios nómadas para despojarlos.
La autora asegura que las haciendas y las minas se complementaron para formar una "unidad económica y social". Emplearon diversos mecanismos de saqueo; la producción ganadera impuso su modelo, gozaron de una alta densidad de población, pero no por ello dejaron de utilizar a los esclavos en el servicio doméstico, los cuales eran "elementos de lujo" por su alto valor.
Para Langue, el rendimiento de los latifundios y mayorazgos, se debió a una combinación de factores económicos y sociales. La "élite" llevaba a cabo una administración "racional", monopolizaba las tierras y ejercía un control sobre la fuerza de trabajo. Pero, los hacendados se distinguieron por imprimir una dinámica económica -moderna- a la región, patentizada por "las formas de explotación, de reclutamiento de mano de obra (arrendamiento o trabajo libre asalariado)" y la apropiación sin cargo de conciencia de las haciendas jesuitas. Era una clase propietaria que desempeñaba una labor de "polivalencia" en las actividades económicas. Su principal interés era la alta rentabilidad de sus negocios y se preocupó por crear un cerco social para beneficiar sólo a los miembros de su red clientelar. Pero las fortunas solían desvanecerse y no existía una fórmula mágica para conservarlas, "las más grandes dinastías mineras difícilmente dura[ban] más de dos generaciones".
Entre otras cosas, la acumulación de fortunas sirvió para concentrar riqueza y poder, ingredientes básicos para beneficiar en los patios de las haciendas mineras la formación de las élites locales, quienes alcanzaron un lugar prominente en la sociedad a través de sus estrategias matrimoniales, redes de parentesco y vínculos sociales. Langue explica de manera abundante ¿cómo utilizaron los recursos económicos los señores de Zacatecas? En este sentido, el prestigio social se convirtió en un anhelo general y, a su vez, funcionó como un mecanismo de exclusión para el resto de la sociedad. El proceso para llegar a la cumbre fue muy diverso, pero en general, los ricos zacatecanos buscaron el honor en los puestos militares y aumentaron su reputación con la adquisición de títulos nobiliarios. Como la autora escribió "los grandes mineros-hacendados de Zacatecas representan un tipo social original surgido de circunstancias locales: desde la conquista de la Nueva Galicia, el lento repliegue de la "frontera", acosada por grupos de indios nómadas, la condición de hombres "ricos y poderosos" de tales personajes, o incluso el aislamiento geográfico que favorece la proliferación de lazos personales, los cuales se afirman con el tiempo bajo las formas de "caciquismo" y de "caudillismo" características de la antigua América española".
De esta manera, los señores de Zacatecas eran un apoyo necesario para la corona; realizaban un servicio de hegemonía y dominio -complicidad- se convirtieron en una pieza clave en el ejercicio del poder a lo largo de una vasta región, promovieron las actividades económicas y fomentaron la colonización en unas tierras hostiles. Por sus méritos fueron premiados con grados militares, títulos de nobleza, puestos públicos, atractivas prebendas para invertir y con el derecho de controlar las instancias de poder hasta un grado de impunidad.
Por último, cabe decir que a lo largo del extenso libro, el lector puede notar ciertas reiteraciones sobre diversos temas, constantes referencias a hechos ya narrados e incluso problemas teóricos de tiempo atrás, pero no se debe perder el rumbo de la veta, porque Frédérique Langue nos invita a reflexionar sobre este conjunto de problemas y, retomando lo que dice François Chevalier, el historiador clásico francés, este libro "no dejará de inspirar nuevas y fecundas corrientes de investigación".
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH-INAH

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia Social

sobre Chust, "Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (1810-1814)"

Autor: 
Verónica Zárate Toscano
Institución: 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Síntesis: 
Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (1810-1814), Valencia, Centro Francisco Tomas y Valiente UNED Alzira-Valencia, Fundación Instituto Historia Social, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1999, 326 pp. (Biblioteca historia social, 2)
 
Reseñado para H-México por
Verónica Zárate Toscano
Instituto Mora
 
El 31 de mayo de 1813, Juan López Cancelada reprodujo en su periódico Telégrafo Mexicano, publicado en Cádiz, una carta que había recibido de México en la que se decía:
Cuando nos parecía que el horizonte se iba despejando y daba esperanza de que esto pudiese sosegarse algún día, se recibió la correspondencia de España que estaba detenida en Veracruz, y con ella se formó un nublado en un instante.
Acompañando esta correspondencia, había llegado la Constitución de Cádiz, la cual fue jurada en México el 30 de septiembre de 1812. Su aplicación en el virreinato provocó múltiples reacciones, a favor y en contra, entre los diversos grupos sociales y entre las facciones que, desde 1810, se encontraban enfrascadas en una sangrienta lucha. Para algunos era la panacea que resolvería todos los males, la rama del olivo que llevaba la paloma de la paz. Para otros era precisamente la causante de los males. Estas opiniones eran compartidas por los habitantes del imperio español a ambos lados de la mar océano y manifestadas en publico y en privado.
Años después, entre 1828 y 1829, el propio Cancelada publicó su versión de la historia de la Independencia novohispana en el periódico El Comercio de Ambos Mundos, el cual también vio la luz en Cádiz. En el número correspondiente al 25 de julio de 1828, con un dejo de amargura, Cancelada se preguntaba como
la Constitución política de la monarquía española puede acomodarse como buen suceso a los que no son españoles ni lo quieren ser; ni como puede convenir la libertad de imprenta en un pueblo dividido en bandos, y en que el de un partido ha declarado al otro de mil maneras el odio implacable que le tiene. A dos mil leguas de distancia es imposible acertar en todo, porque no puede preverse el estado en que estarán las cosas cuando se reciban las providencias que se dan, mayormente en un tiempo en que de un día a otro muda todo de aspecto.
La Constitución, redactada entre diciembre de 1810 y marzo de 1812, contenía una serie de reformas que no respondieron necesariamente a las propuestas de los diputados americanos y, en todo caso, en la primera aplicación del cuerpo legal en dominios españoles no hubo suficiente tiempo para probar su eficacia. Lo que sí se logró fue despertar y politizar a una población que se había mantenido ajena o indiferente a la practica política. Una vez promulgada la Constitución en Cádiz, el 19 de marzo de 1812, muchos diputados regresaron a sus respectivas provincias, fuera porque el primer periodo de sesiones estaba por expirar, por llevar consigo el resultado de las Cortes, o por simple decepción. Los debates habían sido muy intensos y los resultados no habían logrado cubrir las expectativas de aquellos que confiaban en que el nuevo régimen podría introducir los cambios favorables para mejorar la situación de miles y miles de vasallos españoles diseminados en toda la extensión del imperio. El libro que ahora nos ocupa se ocupa de estos y otros temas. Su principal interés, mas que hacer un estudio especifico sobre el grupo parlamentario americano, es indagar los orígenes del parlamentarismo español y sobre todo centrar su atención en los debates que origino la cuestión colonial americana.
Manuel Chust, valenciano, profesor de la Universidad de Jaume I en Castellón, España, se ha interesado desde sus primeros trabajos de investigación en el proceso revolucionario burgués español. En su primera investigación que presentó como tesis de licenciatura se ocupó de las milicias nacionales en el ámbito del país valenciano. Posteriormente, atrajo su atención la problemática americanista, ambos aspectos que contribuyen a la explicación de la revolución burguesa española del siglo XIX.
En el libro queda expuesto con mucha claridad que la discusión sobre los aspectos relacionados con la cuestión americana era vista como una pérdida de tiempo por los diputados que exigían que la atención se centrara en los problemas que enfrentaba la península española invadida por los franceses, con los reyes imposibilitados de ejercer su función y sobre todo experimentando con una nueva forma de gobierno. Una de las aportaciones de esta investigación es precisamente el poder constatar que, a pesar de que peninsulares y americanos tenían valores, lenguajes e imaginarios parecidos, discrepaban en lo relacionado con la igualdad, los derechos, la representación, la distribución de los bienes, las formas prácticas de gobierno, la libertad, etcétera.
Chust reitera a lo largo del texto que las Cortes fueron una praxis parlamentaria de mucha utilidad para los americanos, quienes de vuelta en sus regiones, conformarían los cuerpos legislativos de las naciones independientes. La experiencia adquirida en el recinto gaditano quedaría manifestada con el paso del tiempo. Los debates cumplieron dos funciones. Por un lado, eran la manifestación de las ideas y posiciones de sus expositores dispuestos a defender sus propuestas frente a los embates de los opositores, es decir, de la confrontación de modelos políticos distintos. Y por el otro, servían como una escuela de oratoria para aquellos que no habían tenido anteriormente la posibilidad de expresarse en términos políticos.
En la amplia historiografía que existe sobre el asunto gaditano, se distinguen trabajos enfocados hacia distintos niveles. En primer lugar, podrían mencionarse los estudios generales como el de Federico Suárez, el de María Teresa Berruezo sobre los diputados americanos, y en el ámbito local el de Manuel Ferrer sobre la aplicación de la constitución en Nueva España. Asimismo, existen estudios sobre las elecciones como los de François Xavier Guerra, Marie-Danielle Demelas, Virginia Guedea y Antonio Annino o sobre determinados diputados, ya sea por el papel que desempeñaron en el debate o por ser los hijos pródigos de algunas regiones, futuras naciones independientes.
Sin embargo, aun no hay demasiada claridad en cuanto a la homogeneidad que pudieran mantener los diputados adscritos a una tendencia u otra. Mediante el análisis, principalmente, de los Diarios y las Actas de Cortes, Chust se encarga de enfatizar que no existía una línea divisoria muy clara en cuanto a las posturas de los legisladores. Tanto entre los peninsulares como entre los americanos había diputados de tendencias liberales y serviles o conservadores. De esta manera, podría haber españoles que enarbolaran la bandera de las reivindicaciones americanas mientras que algunos originarios del nuevo continente se mostraran mas conservadores en sus propuestas.
Pero también hay que enfatizar que la cuestión americana no sólo se discutía en el seno de las Cortes sino que trascendía el recinto para plasmarse en los diversos periódicos y se comentaba en las tertulias, en las calles, en las plazas. De esta forma, existían modos diversos de influir en las opiniones de los diputados, y también podría ejercerse una fuerte presión sobre ellos a fin de que defendieran o modificaran sus posturas. Estas formas de sociabilidad modernas irían ganando fuerza con el paso del tiempo.
Asimismo, en el libro se enfatizan las dificultades a las que se enfrentaron los legisladores al querer imponer una política homogénea para todo el imperio español. Durante tres siglos se dictaron normas globales sin tomar en cuenta su diversidad geográfica, étnica, social, económica y cultural, o como bien enfatizó Cancelada en el texto citado al inicio de esta reseña, sin el conocimiento de las realidades americanas y con el agravante de la lejanía. En esa época, América se veía como un todo pero esta visión global, que no deja de tener su justificación, impedía el conocimiento de las características particulares que, cada vez mas, se ponían en evidencia a los ojos de las autoridades.
En el libro se han encontrado algunos errores, por ejemplo en la equivocación de los nombres de los actores políticos del momento, o en atribuirle funciones de diputado a quien expresaba sus opiniones en la prensa del momento. Sin embargo, resulta trascendente que su autor, Manuel Chust, sea un peninsular interesado por desentrañar los misterios que encerraba la realidad americana en una época tan convulsa e intensa y que busque difundir la manera en que los oriundos del nuevo continente se enfrentaron a novedades de tal envergadura como la implantación de un nuevo régimen. Entonces se descubrió, no sin cierto dolor, que todas estas novedades despedazaban a la monarquía y que esta todavía tenia la fuerza necesaria para sostenerse, al menos por un tiempo, sin innovar en su forma de gobierno. Y también se hizo evidente que esas -y otras- actitudes, contribuyeron a que España perdiera a la América para siempre.
 
Verónica Zárate Toscano
zarate@sni.conacyt.mx
Instituto Mora

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Reseña
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Historia de las Ideas
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