sobre Pani, "Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario político de los imperialistas"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 

Erika Pani, Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario político de los imperialistas, México, El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José Maria Luis Mora, 2001, 444 pp.

 
reseñado para H-MEXICO por
Eduardo Flores Clair
DEH-Instituto Nacional de Antropología e Historia
 
UN TRONO PARA MÉXICO
 
 
¿Cómo fue posible que Maximiliano de Habsburgo se convirtiera en el II emperador de México? Erika Pani sugiere mirar al segundo Imperio sin ira, sin vergüenza, sin las heridas del invasor y sin las balas en el cerro de "Las Campanas". Es una invitación a reconocer la historia de México con sus cosas buenas y malas; con la intención de reconciliarnos con una etapa de nuestra historia que muchos han querido enterrar en el panteón del olvido. Sin exaltar la forma de gobierno monárquica, reinventa la tradición, insinúa ver a la monarquía con otros ojos, sugiere reescribir la historia alejada del glamour de los bailes del palacio, el dispendio en los banquetes y el chismorreo de la corte. Una historia que revele la manera en que "fueron fraguándose, dentro del ideario de la clase política mexicana, una serie de proyectos de Estado que promovieron, o por lo menos aceptaron el establecimiento de un régimen monárquico".
Esta investigación se basa en una amplia gama de fuentes; sin embargo, la autora privilegia de manera especial la revisión de diversos periódicos de la época, los cuales eran los órganos de propaganda de las distintas facciones. A partir de esta fuente histórica, estudia las relaciones entre medios de comunicación e instancias de poder. En este escenario, de manera cotidiana, la clase política mexicana libraba una guerra. Cada uno de los bandos, armado con la letra escrita, disparaba sus ideas e intentaba cazar a sus enemigos. Los informes de la guerra -editoriales, crónicas, opiniones y noticias- permiten conocer las posiciones políticas, las alianzas (como todas ellas efímeras), el debate en torno a los temas substanciales como: la libertad, la forma de gobierno, la soberanía, la religión, la legalidad, los derechos ciudadanos, la propiedad, la política económica, entre otros temas. Se apoya en periódicos de todas las tendencias, por ejemplo: El Siglo XIX, El Monitor Republicano, El Omnibus, El Diario del Imperio y El Pájaro Verde. En algunos capítulos, los redactores o "publicistas" –como bien les llama Pani- toman la iniciativa, hacen lucir su pluma y avasallan a la autora, le impiden exponer sus ideas, le roban la palabra y los lectores, por medio de 1,288 citas, varios miles de puntos suspensivos, entrecomillados, guiones y corchetes, intentaran mantener la atención sobre los asuntos principales de esta historia. Fue tanta la influencia de estos escritores, que Pani termina utilizando un lenguaje coloquial, a semejanza del que nos tiene tan acostumbrados el maestro Luis González y González.
¿Quienes eran los imperialistas? La autora intenta reconstruir la biografía colectiva de cien mexicanos (según el listado del apéndice 2). Ellos fueron los colaboradores más cercanos del emperador; para algunos políticos e historiadores solo fueron "los traidores, los necios o los imbéciles". Teniendo en cuenta el análisis prosopográfico, la autora avanza en el perfil sociológico de este grupo de políticos que poseía características muy particulares. Por ejemplo, era "un grupo de hombres experimentados y cultos, pero también elitistas, racistas y bastante condescendientes hacia los compatriotas que pretendían gobernar [Mas adelante escribirá] Los hemos visto aquí, retratados de cuerpo entero, como buenos burgueses mas o menos liberales, no excesivamente demócratas, cazadores de un orden que los eludía siempre, dirigentes de un pueblo que a casi todos horripilaba".
Mas allá de los meritos intelectuales de cada uno, la opinión negativa sobre los imperialistas era compartida en distintos bandos. El príncipe Carl de Kheveñuller-Metsch, auxiliar de Maximiliano, escribió en sus memorias lo que pensaba sobre el grupo de mexicanos que apoyaban a la monarquía. Decía que eran "generales sin ejército, abogados arruinados, ministros que habían servido ya bajo todos los presidentes: en conjunto gente que había vendido sus convicciones políticas al mejor postor. ¡Con estos hombres quería Maximiliano fundar su imperio! Estas eran las columnas que debían sostener el edificio de sus esperanzas y prestarle sus fuerzas para la gigantesca obra de fundar una monarquía."
Cabe señalar que la autora construyó una radiografía colectiva o prosopografía de los colaboradores del imperio teniendo en cuenta el estatus social, el nivel educativo, el ejercicio profesional y en algunos casos, de manera somera, el futuro que les deparó el destino en los tiempos del triunfo liberal, aquellos que fueron caricaturizados con gran ingenio por Constantino Escalante en el periódico La Orquesta. No obstante, este enfoque queda incompleto respecto a la red clientelar de los personajes, quienes tenían vínculos estrechos a través de lazos de parentesco, amistad y negocios. Pensamos que este elemento es vital para explicar las estrategias políticas utilizadas por cada una de las camarillas en los combates por el poder.
¿Cuáles fueron las acciones políticas de los imperialistas? De manera notable, Pani busco el momento en que la semilla de la monarquía fue depositada en el seno del estado para su germinación. En tres escenarios posibles, la autora sigue la concentración de la voluntad de un puñado de hombres, quienes pensaron que la solución posible a todos los problemas políticos que aquejaban a nuestro país era la monárquica. A lo largo de más de una década, examina las acciones en que cada grupo (desde los liberales más radicales hasta los ultra conservadores) abonaron la idea y prepararon la tierra para instaurar un imperio, pues ya habían probado una amplia cantidad de formas de gobierno de tendencias muy diversas que habían fracasado. A este respecto Fernando del Paso, en su conocida novela Noticias del Imperio, nos había adelantado hace algunos años una idea muy similar. Escribió que "México no funcionaba como república, lo demostraba esa guerra civil que con escasas treguas había durado cuarenta años. Que los mexicanos, como los franceses y la mayor parte de los pueblos amaban el boato real, lo probaban trescientos años de virreinato y lo probaba también el éxito de su Alteza Serenísima, el General Antonio López de Santa Anna."
Pani realiza una profunda reflexión sobre la clase política decimonónica y rompe los moldes de la historiografía tradicional que había reducido la historia política a una batalla incomprensible entre conservadores y liberales, ese periodo histórico que hasta hace muy poco tiempo, por no encontrar un nombre mejor, se le conocía como el de la "anarquía". Pone en tela de juicio esta idea "maniquea" y da cuenta de la gran complejidad de la vida política de la sociedad mexicana. Pero la tarea no es sencilla, la autora señala en repetidas ocasiones la enorme dificultad que existe para identificar a cada uno de los grupos participantes en las contiendas políticas. Los reacomodos eran constantes; sólo para dar una idea breve citamos un apartado donde escribió que: "santanistas, dictatoriales y demócratas republicanos en 1853. Centralistas y federalistas, elitistas y populistas, campeones del Poder Legislativo y presidencialistas en 1856 meses después. Constitucionalistas, anticonstitucionalistas poco convencidos, conservadores intransigentes y conservadores resignados en 1861. A estos calificativos se suman los de "liberales", "católico", "puro", "moderado", "conservador" y "reaccionario". Los grupos y los ideales que estos promovían se traslapaban y se superponían."
Cabe agregar que Esther Acevedo ha contribuido al estudio de los imperialistas a través de su "imagen publicitaria". Haciendo una revisión de las distintas manifestaciones artísticas, reconstruyo los elementos que los publicistas introdujeron en el imaginario colectivo a fin de consolidar su posición política. La sociedad mexicana recibió un bombardeo de fotografías, pinturas, grabados, esculturas, obras públicas donde se mostraban los nuevos hábitos culturales, las nuevas relaciones sociales y sobre todo una nueva estética. A este esfuerzo se le une la magna exposición que el Museo Nacional de Arte montó entre 1995 y 1996 con el titulo de "Testimonios artísticos de un episodio fugaz", donde se mostraron los diversos rostros de los imperialistas. Asimismo, en la lista de los agradecimientos se puede apreciar que lejos de desaparecer con el triunfo liberal, los descendientes de los imperialistas siguen entre nosotros.
El imaginario político de los imperialistas era un arsenal de lucha, estaba muy alejado de ser solo un panfleto y en realidad constituía un conjunto de políticas que fueron instrumentadas por los gobiernos en turno. En el terreno ideológico, Pani intenta explicar el laberinto que recorrió el pensamiento imperial, contrasta la visión de los pensadores y valora las opiniones e influencias sobre ciertos hechos políticos, tales como la "revolución republicana de 1848" francesa, el "imperio de Napoleón III" o el "parlamentarismo moderado-conservador" español. De manera contundente comprueba que la clase política mexicana asumía los modelos europeos. No obstante, en este apartado, se nota la ausencia del mundo anglosajón. Como es bien sabido, la corona británica era un ejemplo de monarquía estable, casi inamovible hasta nuestros días. Desde 1660, cuando limitó sus poderes, jamás se enfrentó a una guerra civil, a un golpe de estado y mucho menos se dio el caso de que algún partido político impugnara el régimen de gobierno.
Por otra parte, la autora realiza un cuidadoso estudio sobre el proyecto económico imperial y pone un mayor énfasis en ciertas áreas internas como "las políticas fiscal, de fomento y agraria". En este renglón, analiza la política fiscal a la luz del conflicto de intereses entre la clase propietaria y el sistema tributario; los contribuyentes tenían la voluntad de modernizar las rentas públicas, pero se negaban a pagar impuestos.
Respecto al presupuesto del gobierno sorprende el dato de que "Maximiliano gastaba en un mes el doble de lo que se le asignaría para todo el año de 1868 a la oficina del presidente Juárez". Sobre los asuntos económicos, me parece un exceso por parte de la autora de considerar a la política social del Imperio como "populista". Asimismo coincido con Carlos Marichal (nota 298, p. 307), respecto a que los empresarios franceses tenían interés por acaparar el mercado de la plata mexicana, pues desde los primeros años del México independiente las casas comerciales galas intervenían en dicho mercado. Pero este problema queda abierto para futuras investigaciones.
Mas allá del problema de la consolidación del estado-nación, el cual ha sido una preocupación constante en la historiografía decimonónica. Pani contribuye de manera notable al estudio del sistema político mexicano, descubre las lógicas internas y la distancia que existía entre el pensamiento y la practica política. Sin duda, construye una imagen muy distinta de los imperialistas. Fue mucho el avance que se logró en este libro, pero aun faltan muchas preguntas que responder sobre esta época. Según la autora "queda sacarlo del campo del imaginario y "normalizar" el periodo del segundo imperio, para ver como opero en las diferentes regiones [y] como interactuó con los distintos actores políticos".
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia
 

 
Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
República, Imperio y Reforma
Área de interés: 
Historia de las Ideas