sobre Chust, "Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (1810-1814)"

Autor: 
Verónica Zárate Toscano
Institución: 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Síntesis: 
Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz (1810-1814), Valencia, Centro Francisco Tomas y Valiente UNED Alzira-Valencia, Fundación Instituto Historia Social, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1999, 326 pp. (Biblioteca historia social, 2)
 
Reseñado para H-México por
Verónica Zárate Toscano
Instituto Mora
 
El 31 de mayo de 1813, Juan López Cancelada reprodujo en su periódico Telégrafo Mexicano, publicado en Cádiz, una carta que había recibido de México en la que se decía:
Cuando nos parecía que el horizonte se iba despejando y daba esperanza de que esto pudiese sosegarse algún día, se recibió la correspondencia de España que estaba detenida en Veracruz, y con ella se formó un nublado en un instante.
Acompañando esta correspondencia, había llegado la Constitución de Cádiz, la cual fue jurada en México el 30 de septiembre de 1812. Su aplicación en el virreinato provocó múltiples reacciones, a favor y en contra, entre los diversos grupos sociales y entre las facciones que, desde 1810, se encontraban enfrascadas en una sangrienta lucha. Para algunos era la panacea que resolvería todos los males, la rama del olivo que llevaba la paloma de la paz. Para otros era precisamente la causante de los males. Estas opiniones eran compartidas por los habitantes del imperio español a ambos lados de la mar océano y manifestadas en publico y en privado.
Años después, entre 1828 y 1829, el propio Cancelada publicó su versión de la historia de la Independencia novohispana en el periódico El Comercio de Ambos Mundos, el cual también vio la luz en Cádiz. En el número correspondiente al 25 de julio de 1828, con un dejo de amargura, Cancelada se preguntaba como
la Constitución política de la monarquía española puede acomodarse como buen suceso a los que no son españoles ni lo quieren ser; ni como puede convenir la libertad de imprenta en un pueblo dividido en bandos, y en que el de un partido ha declarado al otro de mil maneras el odio implacable que le tiene. A dos mil leguas de distancia es imposible acertar en todo, porque no puede preverse el estado en que estarán las cosas cuando se reciban las providencias que se dan, mayormente en un tiempo en que de un día a otro muda todo de aspecto.
La Constitución, redactada entre diciembre de 1810 y marzo de 1812, contenía una serie de reformas que no respondieron necesariamente a las propuestas de los diputados americanos y, en todo caso, en la primera aplicación del cuerpo legal en dominios españoles no hubo suficiente tiempo para probar su eficacia. Lo que sí se logró fue despertar y politizar a una población que se había mantenido ajena o indiferente a la practica política. Una vez promulgada la Constitución en Cádiz, el 19 de marzo de 1812, muchos diputados regresaron a sus respectivas provincias, fuera porque el primer periodo de sesiones estaba por expirar, por llevar consigo el resultado de las Cortes, o por simple decepción. Los debates habían sido muy intensos y los resultados no habían logrado cubrir las expectativas de aquellos que confiaban en que el nuevo régimen podría introducir los cambios favorables para mejorar la situación de miles y miles de vasallos españoles diseminados en toda la extensión del imperio. El libro que ahora nos ocupa se ocupa de estos y otros temas. Su principal interés, mas que hacer un estudio especifico sobre el grupo parlamentario americano, es indagar los orígenes del parlamentarismo español y sobre todo centrar su atención en los debates que origino la cuestión colonial americana.
Manuel Chust, valenciano, profesor de la Universidad de Jaume I en Castellón, España, se ha interesado desde sus primeros trabajos de investigación en el proceso revolucionario burgués español. En su primera investigación que presentó como tesis de licenciatura se ocupó de las milicias nacionales en el ámbito del país valenciano. Posteriormente, atrajo su atención la problemática americanista, ambos aspectos que contribuyen a la explicación de la revolución burguesa española del siglo XIX.
En el libro queda expuesto con mucha claridad que la discusión sobre los aspectos relacionados con la cuestión americana era vista como una pérdida de tiempo por los diputados que exigían que la atención se centrara en los problemas que enfrentaba la península española invadida por los franceses, con los reyes imposibilitados de ejercer su función y sobre todo experimentando con una nueva forma de gobierno. Una de las aportaciones de esta investigación es precisamente el poder constatar que, a pesar de que peninsulares y americanos tenían valores, lenguajes e imaginarios parecidos, discrepaban en lo relacionado con la igualdad, los derechos, la representación, la distribución de los bienes, las formas prácticas de gobierno, la libertad, etcétera.
Chust reitera a lo largo del texto que las Cortes fueron una praxis parlamentaria de mucha utilidad para los americanos, quienes de vuelta en sus regiones, conformarían los cuerpos legislativos de las naciones independientes. La experiencia adquirida en el recinto gaditano quedaría manifestada con el paso del tiempo. Los debates cumplieron dos funciones. Por un lado, eran la manifestación de las ideas y posiciones de sus expositores dispuestos a defender sus propuestas frente a los embates de los opositores, es decir, de la confrontación de modelos políticos distintos. Y por el otro, servían como una escuela de oratoria para aquellos que no habían tenido anteriormente la posibilidad de expresarse en términos políticos.
En la amplia historiografía que existe sobre el asunto gaditano, se distinguen trabajos enfocados hacia distintos niveles. En primer lugar, podrían mencionarse los estudios generales como el de Federico Suárez, el de María Teresa Berruezo sobre los diputados americanos, y en el ámbito local el de Manuel Ferrer sobre la aplicación de la constitución en Nueva España. Asimismo, existen estudios sobre las elecciones como los de François Xavier Guerra, Marie-Danielle Demelas, Virginia Guedea y Antonio Annino o sobre determinados diputados, ya sea por el papel que desempeñaron en el debate o por ser los hijos pródigos de algunas regiones, futuras naciones independientes.
Sin embargo, aun no hay demasiada claridad en cuanto a la homogeneidad que pudieran mantener los diputados adscritos a una tendencia u otra. Mediante el análisis, principalmente, de los Diarios y las Actas de Cortes, Chust se encarga de enfatizar que no existía una línea divisoria muy clara en cuanto a las posturas de los legisladores. Tanto entre los peninsulares como entre los americanos había diputados de tendencias liberales y serviles o conservadores. De esta manera, podría haber españoles que enarbolaran la bandera de las reivindicaciones americanas mientras que algunos originarios del nuevo continente se mostraran mas conservadores en sus propuestas.
Pero también hay que enfatizar que la cuestión americana no sólo se discutía en el seno de las Cortes sino que trascendía el recinto para plasmarse en los diversos periódicos y se comentaba en las tertulias, en las calles, en las plazas. De esta forma, existían modos diversos de influir en las opiniones de los diputados, y también podría ejercerse una fuerte presión sobre ellos a fin de que defendieran o modificaran sus posturas. Estas formas de sociabilidad modernas irían ganando fuerza con el paso del tiempo.
Asimismo, en el libro se enfatizan las dificultades a las que se enfrentaron los legisladores al querer imponer una política homogénea para todo el imperio español. Durante tres siglos se dictaron normas globales sin tomar en cuenta su diversidad geográfica, étnica, social, económica y cultural, o como bien enfatizó Cancelada en el texto citado al inicio de esta reseña, sin el conocimiento de las realidades americanas y con el agravante de la lejanía. En esa época, América se veía como un todo pero esta visión global, que no deja de tener su justificación, impedía el conocimiento de las características particulares que, cada vez mas, se ponían en evidencia a los ojos de las autoridades.
En el libro se han encontrado algunos errores, por ejemplo en la equivocación de los nombres de los actores políticos del momento, o en atribuirle funciones de diputado a quien expresaba sus opiniones en la prensa del momento. Sin embargo, resulta trascendente que su autor, Manuel Chust, sea un peninsular interesado por desentrañar los misterios que encerraba la realidad americana en una época tan convulsa e intensa y que busque difundir la manera en que los oriundos del nuevo continente se enfrentaron a novedades de tal envergadura como la implantación de un nuevo régimen. Entonces se descubrió, no sin cierto dolor, que todas estas novedades despedazaban a la monarquía y que esta todavía tenia la fuerza necesaria para sostenerse, al menos por un tiempo, sin innovar en su forma de gobierno. Y también se hizo evidente que esas -y otras- actitudes, contribuyeron a que España perdiera a la América para siempre.
 
Verónica Zárate Toscano
zarate@sni.conacyt.mx
Instituto Mora

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Revolución e Independencia
Área de interés: 
Historia de las Ideas