sobre Oscar Flores Torres, "Monterrey Industrial 1890-2000"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Oscar Flores Torres, Monterrey Industrial 1890-2000, Ciudad Victoria, Tamaulipas, Universidad de Monterrey-CONACYT, 2000, 253 pp.
 
Reseñado por
Eduardo Flores Clair,
DEH-INAH
 
LA SULTANA DEL PARQUE
Este libro comprende más de un siglo de historia industrial donde se muestran las múltiples relaciones entre los empresarios (grupos familiares) y los gobiernos en turno. El humo lanzado por las largas chimeneas de la Fundidora de Monterrey se convirtió en el símbolo de la ciudad y trazó el camino de un constante crecimiento. Hoy en día, la región concentra a los grupos industriales más importantes de México. En los últimos años, los "regiomontanos", en diversos ámbitos, han aumentado su presencia en forma considerable, pues no sólo son líderes de la industria de la transformación, sino que también tienen una participación significativa en las comunicaciones, así como en la educación superior de paga y hasta han alcanzado un éxito rotundo incursionando en el rap y hit hop en español.
En cuatro grandes apartados, Oscar Flores nos presenta un panorama general de los indicadores económicos que han tenido mayor repercusión en las estructuras de la ciudad industrial. El enfoque se distingue por contextualizar el proceso manufacturero en la larga duración, marcando sus ciclos, ritmos y prosperidad económica. Los lectores encontrarán una historia de fábricas y patrones que tiene como escenario una ciudad localizada estratégicamente y que, a pesar de estar asentada en tierras áridas y rodeadas de montañas, la expansión del sector industrial le ha permitido concentrar y acaparar los recursos humanos y naturales. En forma clara, amena y documentada, se explican las estrategias utilizadas por varias generaciones de empresarios para mantener un negocio redituable.
Para Oscar Flores, el desarrollo de las empresas y de los grupos industriales de Monterrey se llevó a cabo en tres grandes periodos: "una etapa de fundación que va de 1890 a 1910, la segunda que se ubica entre los años de revolución y reconstrucción nacional (1911 a 1940), y finalmente una última etapa de expansión que va de 1940 a la actualidad". Cabe decir que el autor tiene un mayor interés en los acontecimientos de las últimas décadas. Por esta razón divide el tercer periodo en tres apartados, que comprenden el de la "estabilidad" que va de 1940 a 1970, el "expansivo" que va de 1970 a 1981 y finalmente el de las "crisis recurrentes" y "reestructuración organizativa y tecnológica". Partiendo del novedoso enfoque sobre la economía política de la urbanización, el autor analiza las condiciones generales de la producción, a través de los medios de circulación, medios de producción socializados, medios de consumo colectivo y legislación. Estas categorías le permiten rastrear el terreno que circunda la política y la sociedad en el ámbito del desarrollo industrial, así como las mutuas transferencias de valor de un sector a otro. Es evidente que en la atmósfera de acumulación, solidez y expansión del capital industrial, la política estatal jugó un papel preponderante, porque a través de una amplia gama de apoyos, prebendas, marco jurídico y movimientos políticos coyunturales ayudó al fortalecimiento de los grupos empresariales de Monterrey. Éstos, en una primera etapa, se organizaron siguiendo las reglas de la vieja usanza colonial, a través de familias, pero las nuevas condiciones de rentabilidad y competencia, los obligaron a emprender alianzas estratégicas, con el fin de soportar las embestidas de las fluctuaciones económicas y responder a los nuevos retos de la globalización.
En el "despegue de Monterrey" encontramos tres elementos claves que se convertirán en los motores de la industrialización. Por una parte, las relaciones comerciales con los Estados Unidos, las cuales han estimulado en forma considerable el intercambio de mercancías y han propiciado el crecimiento de los mercados a ambos lados de la frontera. A lo largo de los años, dicho comercio se ha llevado en forma lícita e ilícita siguiendo las coyunturas políticas y fluctuaciones económicas. En segundo término, las relaciones con los gobiernos en turno, quienes desde su inicio propiciaron una política de fomento a través de las exenciones de impuestos, formación de fondos refaccionarios y una amplia gama de subvenciones de diversa índole. Por último, la organización empresarial se mantuvo inmune en un organismo local (entre 1883 y 1940) e impuso una disciplina férrea entre sus agremiados y, como afirma Oscar Flores, aglutinó "a todos los patrones sin importar el sector de producción del que procedieran, ni su participación en otras organizaciones o cámaras, les facilitó proyectar nacionalmente a través de la COPARMEX, una conciencia de clase empresarial diferente a todos los demás grupos sociales existentes en el país".
Uno de los apartados más sugerentes del libro es el relativo al estudio de ocho grandes grupos económicos. De manera apresurada, el autor relata pequeñas historias de empresas que a lo largo del tiempo se mezclan, comparten protagonistas, mantienen características semejantes y conservan sus diferencias particulares. Para dar una idea somera, el conjunto de estos grupos controla a varios cientos de industrias que elaboran miles de productos muy diversos, desde partes de autos, botellas y colchones, pasando por embutidos. Los grupos analizados son: CEMEX, VITRO, AXA, CYDSA, PROTEXA, IMSA, ALFA Y FEMSA. Entre todos acaparan la mayor parte de la industria de Nuevo León, pero todavía quedaron algunos excluidos. Cada uno de estos grupos tiene su origen en una "empresa madre", la cual estaba dedicada a un solo producto, como el cemento, la cerveza, el vidrio, las telas, etc. Pero atendiendo a sus tácticas de crecimiento, se fueron diversificando en un sinnúmero de negocios. Como por ejemplo, el grupo PROTEXA era un modesto negocio de impermeabilizantes y hoy en día su esfuerzo se concentra en la construcción de gasoductos, plantas de refinamiento de hidrocarburos, plataformas marinas, exploraciones de mantos petrolíferos entre otras. En general, la mayoría de estos grupos se caracteriza por sus fuertes vínculos con el mercado externo a través de sus productos, inversiones y alianzas de capital en distintas partes del mundo.
Entre sus principales socios se encuentran las familias Zambrano, Garza, Sada, González, Lobo, Clarión, Sepúlveda, Zamora y unos cuantos más. Sorprende que los resultados de estos corporativos empresariales, a pesar de los graves problemas económicos que ha sufrido nuestro país en fechas recientes, hayan sido tan positivos. Por la información que se nos proporcionan 35 cuadros estadísticos, sabemos que después de cada periodo de crisis, las compañías salen más fortalecidas, logran una mayor concentración de capital, reorganizan sus sistemas administrativos, consiguen mayores recursos financieros y emprenden nuevos proyectos de expansión.
A pesar de las evidencias que el autor proporciona, nos parece que existen muchas preguntas que no se resuelven acerca del enriquecimiento de estos empresarios. Sólo para dar un ejemplo recordamos que el 10 de mayo de 1986, las chimeneas de la Fundidora dejaron de arrojar humo, se decretó la quiebra por el enorme déficit que padecía. En realidad, la crisis económica se venía arrastrando desde muchos años atrás; esta prolongada agonía acumuló una deuda inimaginable que ascendió a 190 mil millones de viejos pesos. En ese día, los trabajadores sindicalizados y de confianza, más de siete mil, fueron despedidos. Desde el principio de la década de los setenta, el gobierno se hizo socio solidario a través de la compra de acciones; más adelante refaccionó con fuertes sumas a la empresa y cuando el capital privado se retiró, no le quedó más remedio y se hizo cargo de la administración.
De esta forma se cerró un capítulo en la historia industrial del país. Sin embargo, para la ciudad industrial se abrió una nueva era. Los empresarios pusieron en marcha un colosal proyecto para sacarle provecho al gigantesco espacio que ocupaba la vieja Fundidora en el corazón de la ciudad y propiedad de la federación. El proyecto Parque Fundidora abarca veintisiete atracciones, hay de todo y para todas las edades, espectáculos de elite y populares. La inversión es considerable y las expectativas de ganancia son aún mayores. Entre otros negocios existen un Hotel "Holiday Inn", parque de Béisbol, Plaza Sésamo, Arena, Sala de Exposiciones, Auditorio Fundidora /Coca-Cola, Autódromo y centros culturales como Archivo Histórico, Centro de las Artes, Pinacoteca y Auditorio Carlos Prieto. En muchos de estos negocios, participan los herederos de las familias de los viejos fundadores.
 
Reseñado por
Eduardo Flores Clair,
zarate@sni.conacyt.mx
DEH-INAH
 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
General
Área de interés: 
Historia Económica