sobre Solares Robles, "Bandidos somos y en el camino andamos, Bandidaje, caminos y administración de justicia en el siglo XIX. 1821-1855."
Autor:
Eduardo Flores Clair
Institución:
DEH - INAH
Síntesis:
Laura Solares Robles, Bandidos somos y en el camino andamos, Bandidaje, caminos y administración de justicia en el siglo XIX. 1821-1855. El Caso de Michoacán, Morelia, Instituto Michoacano de Cultura, Instituto de Investigaciones Dr. José Maria Luis Mora, dic.1999, 545 pp.
Eduardo Flores Clair
DEH - INAH
CAMINOS PELIGROSOS
Laura Solares es especialista en la historia decimonónica de nuestro país. A lo largo de dos décadas, ha contribuido de manera notable a la historiografía política. Entre sus publicaciones se destacan importantes trabajos sobre la vida y la obra de políticos influyentes; por ejemplo: las Obras completas de José Maria Luis Mora, varias veces reeditadas, la Biografía política de Manuel Gómez Pedraza y Valentín Gómez Farías y su lucha por el federalismo. Pero también su debilidad han sido las apasionantes y sórdidas historias de bandidos. Ambas líneas de investigación confluyen en la narración de hazañas de hombres que se convirtieron en iconos del siglo XIX mexicano. Sobre la delincuencia ha dejado patente su experiencia a través de trabajos como: El bandido social en México durante el Porfiriato, El bandidaje en el estado de México y el libro que hoy nos ocupa, que en su primera versión fue presentado como tesis de doctorado.
La autora recrea un problema que nos aqueja y que se ha convertido en un cáncer de nuestra sociedad. El fenómeno del bandolerismo se analiza teniendo en cuenta los caminos como escenario, la manera de prevenir y castigar los delitos a través de la impartición de justicia y las modalidades y características sociológicas de la delincuencia. La investigación se realizo de manera exhaustiva en fuentes de diversa índole y dio como resultado un texto muy ambicioso y de considerable trascendencia; explica aspectos fundamentales de la historia social e ilustra la vida de los bandidos decimonónicos.
En una primera lectura nos podría parecer que se trata de dos libros, el primero proporciona una visión general del país sobre los problemas antes descritos y en el segundo se hace un estudio regional sobre el caso del bandolerismo en Michoacán. A lo largo del texto, Solares plantea que la delincuencia se encontraba estrechamente vinculada con la miseria. Podríamos decir que existía una especie de formula matemática: bandido igual a pobre o desamparado igual a delincuente. La autora escribió que los bandidos "obligados por las circunstancias en que Vivian -pobreza, ignorancia, inferioridad económica y social, se veían precisados a delinquir para buscar la satisfacción de sus necesidades más elementales".
En nuestros días, las autoridades competentes repiten en forma reiterada esta idea, casi como un eslogan publicitario o una justificación: la madre de la delincuencia es el desempleo y su padre la pobreza. Pero dicha visión resulta un tanto limitada, si se toman en consideración algunas referencias. Por ejemplo en Bandidos somos, según los cuadros estadísticos de la delincuencia de 1845 (p. 228 y 230), solo el 5% de los infractores se declararon "sin oficio"; la gran mayoría eran artesanos, obreros textiles y trabajadores del campo. Asimismo, el 14.9% sabían leer y escribir, dato revelador que nos hace suponer que el nivel escolar de los delincuentes se encontraba alejado de la "ignorancia" en el contexto de aquella época. De igual forma, la autora señala que existían algunos delincuentes "de las clases en el poder" y otros mas tenían "un trabajo estable o una vida desahogada". A partir de estos datos podríamos suponer que las características sociológicas de los bandoleros no se reducían solo a las clases paupérrimas, sino que era un manto que cobijaba a buena parte de la sociedad.
Para la autora la delimitación del entorno geográfico se convirtió en un asunto fundamental, ya que la relación entre caminos y delincuencia producía un tipo de bandolerismo particular. Al elegir a Michoacán como zona de estudio, nos proporciona un paisaje inédito, donde se examinan las condiciones socioeconómicas de la región, se hace énfasis en las diversas áreas productivas, principalmente la angustiante situación de las haciendas agrícolas y la crisis económica que sufrió la población michoacana después de la guerra de Independencia y la difícil recuperación en las primeras décadas del siglo XIX. Asimismo, detalla con precisión las rutas de transito mas frecuentes y analiza el impulso de las autoridades en la construcción de vías de comunicación. Sin embargo, la administración, que vivía en la extrema pobreza, por más esfuerzos que realizaba a través de la expedición de leyes, fue incapaz de llevar a cabo proyectos de considerable envergadura. Hasta mediados del siglo XIX, la situación de los caminos mejoró gracias a la participación de algunos empresarios interesados, quienes se organizaron en una compañía para rehabilitar el camino de Morelia a Toluca.
Otro tema de enorme importancia es el que se refiere a la administración de justicia. Sobre este asunto, Solares encontró una amplia gama de líneas de continuidad respecto del periodo colonial. De manera por demás sugerente, examina, entre otros temas, las leyes que fueron expedidas con el fin de combatir a la delincuencia, la estructura de las instancias de aplicación de justicia, la reorganización administrativa, la instauración de una nueva geografía política que perseguía imponer un mayor control social y hace hincapié en los obstáculos "técnicos" para imponer un estado de derecho. Respecto a la política de sanciones, se puede decir que a lo largo de las primeras décadas del siglo XIX, se levantaron muchas voces, de filiación partidista diversa, que exigían castigos cada vez mas duros y por supuesto "la pena capital para los ladrones de los caminos". Este hecho nos recuerda un pasaje estremecedor de la notable novela Los Bandidos de Río Frío, cuando Manuel Payno describe el tormento post mortem a una partida de bandoleros: Los soldados afanosos, riendo y contentos, como si se hubieran sacado la lotería, pasaron unas reatas al cuello de aquellos cadáveres con los ojos todavía abiertos y vidriosos, y brotándoles sangre por una parte y por otra, los arrastraron hasta el pie de los oyamales, echaron en los brazos más gruesos las reatas, tiraron del otro lado de ellos e izaron los cadáveres flexibles y descoyuntados, que se balanceaban y movían las piernas con el chiflón de viento que venia de cuando en cuando de las cañadas de la montaña.
Por otra parte, Solares rastrea el origen de los delincuentes y distingue entre las bandas armadas, aquellas que se organizaban en torno de una causa política y las gavillas constituidas por delincuentes comunes. Para la autora, la inestabilidad política que vivió Michoacán en los primeros años independientes se convirtió en un campo propicio para la proliferación de cuadrillas que atracaban a los transeúntes en los caminos y cometían una serie de bajezas en alguno de los pueblos. Pandillas muy bien organizadas que estaban formadas por varios cientos de hombres y contaban con un poderoso armamento de "carabinas y lanzas".
A partir de una base documental de 217 expedientes del Archivo Histórico del Poder Judicial del estado de Michoacán, la autora nos ofrece un panorama sobre la anatomía de la delincuencia entre 1821-1856. después de hacer las advertencias pertinentes sobre los problemas para homogeneizar la fuente, pasa a identificar los delitos de mayor frecuencia como el abigeato, el robo en gavilla y el robo. Por ello, el lector podrá saber la forma en que se integraban las cuadrillas de salteadores y la participación de algunas mujeres, se adentrara en los mecanismos en que operaban los bandoleros, el grado de violencia que utilizaban para someter a sus victimas y, sobre todo la premeditación y la alevosía con que se llevaban a cabo los atracos. Por los datos estadísticos sabemos que los robos estaban dirigidos principalmente tanto a animales de trabajo y comestibles, como a mercancías y dinero.
En este sentido resulta revelador el hecho de que la aplicación de la justicia era muy ineficaz. La autora descubre el alto grado de impunidad que existía en el cumplimiento de las sanciones. Asegura que "el mayor numero de casos lo constituyen los que resultaban absueltos [...] a la mayoría restante se les imponía una sentencia que iba de un año a dos, lo que generalmente conducía a que, cuando se dictaba el fallo, ya había transcurrido el tiempo de prisión en el procedimiento y los reos salían libres". Pues en realidad la pena capital solo la sufrió el 5.5% de los todos los transgresores. Cabe señalar que los bandoleros se mostraban indiferentes al castigo de los hombres, pero sentían un gran temor por las penas "celestiales".
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia
Categoría:
Reseña
Época de interés:
República, Imperio y Reforma
Área de interés:
Historia Social