Colonial

sobre Martínez López-Cano, "La génesis del crédito colonial. Ciudad de México, siglo XVI"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Pilar Martínez López-Cano, La génesis del crédito colonial. Ciudad de México, siglo XVI, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2001, 385 pp.
 
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
 
Hoy no se fía
 
Esta es una historia que analiza distintos problemas relacionados con la confianza que imperaba en el sistema de costumbres y creencias de la sociedad colonial. Explica la manera en que la economía occidental se extendió por tierras americanas y detalla la forma en que se fueron sancionando los intercambios de mercancías entre los hombres de negocios. Demuestra que muchas de las prácticas crediticias que incorporaron los conquistadores, en el siglo XVI, siguen vigentes hasta hoy en día. El crédito es el protagonista de esta historia, ese cemento, que en su vertiente positiva construye amistades, permite unir distancias, fusionar intereses y revitalizar la economía. Sin lugar a dudas, el crédito está presente hasta en los actos más íntimos y cotidianos de nuestra vida.
Pero debemos reconocer que el crédito no sólo abarca el ámbito económico y mucho menos se reduce a aquellas personas que tienen acceso a los recursos bancarios. Como bien afirman Cécile Gouy, François Lartigue y Marielle Pepin, en su obra compilada Prestar y pedir prestado. Relaciones sociales y crédito en México del siglo XVI al XX (1993), el crédito está inmerso en las "relaciones de parentesco, de solidaridad comunitaria, de intercambio de favores, de lealtades políticas, etcétera".
La génesis del crédito colonial se apoya principalmente en un estudio exhaustivo de los protocolos conservados en el Archivo de Notarías de la Ciudad de México, hace uso de los acervos eclesiásticos disponibles y realiza una revisión crítica de las fuentes impresas. A pesar de los límites de las fuentes, Pilar Martínez, elaboró una obra de enorme trascendencia en distintas áreas del conocimiento de la historia económica de nuestro país.
Podemos mencionar que logró un avance considerable en problemas relacionados con la capitalización, modelos de acumulación, tasas de interés, condiciones de los préstamos, sociología de los acreedores y el peso de las deudas. Los resultados de este estudio permiten comparar ciertos indicadores económicos con otros resultados de investigación ya publicados o en curso. El lector cuenta con setenta y seis cuadros que a lo largo de la obra ofrecen datos muy reveladores sobre las características puntuales de los negocios en el siglo XVI. Cada uno de estos cuadros se entreteje para explicar las principales variables del sistema crediticio, como plazos, vencimientos, montos de prestamos, garantías hipotecarias, formas de pago, tasas de interés, entre otras.
El alcance de esta obra no es un hecho aislado o un caso insólito, es producto de la distinguida trayectoria de la autora. Entre sus textos más importantes podemos mencionar El crédito a largo plazo en el siglo XVI (1995), donde nos ofrece un panorama muy completo sobre las operaciones crediticias y los protagonistas involucrados. Fiel a su temática, ha colaborado en la coordinación de los libros Iglesia, Estado y Economía, siglos XVI al XIX (1995), Cofradías, capellanías y obras pías en América colonial (1998) y El crédito en Nueva España (1998). Cabe agregar su trabajo como editora de la revista Estudios de Historia Novohispana, la publicación de diversos artículos y actividades docentes.
Hay que tener en cuenta que desde los años más remotos, el crédito se alimentaba de la confianza y se limitaba a ciertos ámbitos, como: familiar, paisanaje y clientelar. Con mucha cautela, el prestamista buscaba nuevos socios que supieran cumplir con sus compromisos y devolvieran los bienes encomendados a tiempo. Sin embargo, el crédito conlleva un elemento ilícito: la usura. Dicho problema era un termómetro de las transacciones económicas. Entre los teólogos la usura fue un problema de enorme trascendencia e intentaron eliminar su práctica con el fin de mantener el equilibrio del "precio justo". De manera puntual, Pilar Martínez advierte que "en Nueva España, en el siglo XVI, como sucedió con otros países católicos, el desenvolvimiento del crédito tropezó con las disposiciones eclesiásticas y jurídicas que prohibían la percepción de intereses en muchas operaciones crediticias, por considerarlo como usura." En este contexto, Jacques Le Goff, al estudiar algunos aspectos relacionados con los principios religiosos y las prácticas económicas en la sociedad europea medieval, afirmó, entre otras cosas, que la usura tenía distintos rostros y que la frontera entre lo licito y lo ilícito era muy ambigua. Según Le Goff
la usura [era] un conjunto de prácticas financieras vedadas. La usura [era] la imposición de un interés por un prestamista en operaciones en la que no cabe un interés. No se trata de la eliminación de todo interés. Usura e interés no son sinónimos, así como no lo son usura y beneficio: la usura aparece cuando no hay producción o transformación material de bienes concretos.
 
En el discurso, la Iglesia y las autoridades civiles en la Nueva España declararon la guerra y combatieron a la usura. Sin embargo, en el mundo de los negocios existió un gran disimulo y dicha operación ilícita se convirtió en una práctica recurrente. Los usureros, aquellos hombres, avaros, quienes solían oler el dinero a larga distancia y eran estigmatizados como ladrones, fueron los de mayor éxito económico. De hecho, la usura se podía disfrazar y el usurero "con ingenio, buscó los medios para percibir intereses sin comprometer su salvación eterna. Ideó instrumentos que jurídicamente no eran préstamos, aunque facilitaban idéntico fin". La génesis del crédito colonial avanza en dos posibles vertientes. Por una parte, abre un abanico de posibilidades sobre las diferentes operaciones crediticias, de las cuales daremos una pequeña muestra. Por ejemplo, desde las más frecuentes como la venta al fiado; donde el comerciante entregaba la mercancía, el deudor disfrutaba del bien en forma inmediata, el precio sufría una sobretasa y después de un plazo se saldaba la deuda. Muy parecido al crédito al consumo que hoy los bancos y tiendas comerciales promueven a través de pagos diferidos a seis, doce o más meses.
La sociedad colonial vivió en una crisis permanente de liquidez; la escasez de dinero provocó la utilización de "seudomonedas" como les llamó, el recién desaparecido Ruggiero Romano. En este contexto, los préstamos con dinero en efectivo fueron muy escasos, a plazos muy cortos y con intereses muy altos. Pero como alternativa apareció el censo consignativo, el cual "fue el instrumento utilizado para los préstamos a muy largo plazo". La formación de compañías también fue una operación crediticia que les permitió a los socios financiarse y emprender o capitalizar sus negocios. Otros instrumentos fueron los poderes en causa propia y las escrituras de riesgo de mar, en el primero caso eran títulos que se cedían tanto para otorgar préstamos de dinero o pagar deudas, las segundas fueron el puente que permitió el tránsito comercial y "pasajes de personas" entre Sevilla y Nueva España. En este tipo de negocios, Pilar Martínez señala que "el acreedor corría con los riesgos de la operación y el deudor únicamente saldaba principal e intereses si el navío y las mercancías llegaban a salvo al puerto de destino". En la segunda vertiente encontramos a los hombres que controlaban y ponían en circulación el conjunto de bienes prestables; en otras palabras: los comerciantes, la Iglesia y "los rentistas".
Vale la pena hacer una reflexión en torno a la categoría económica de comerciantes durante la colonia. En la historiografía, al igual que en este trabajo, los mercaderes se dedican a una gran cantidad de actividades comerciales, productivas y de servicio. En este proceso tan complejo es difícil conocer con toda certeza si el capital mercantil es el motor de "enriquecimiento" de este sector. De hecho estos mercaderes, principalmente almaceneros de la ciudad de México, eran mucho más que comerciantes y por ello es importante utilizar una categoría histórica más cercana a su realidad y evitar confusiones.
Otro de los grandes prestamistas fue la Iglesia; en este apartado, la autora nos presenta un panorama muy completo sobre las características de los préstamos otorgados por esta institución. Cabe destacar un punto que nos parece significativo: con toda claridad se demuestra que al pasar las primeras décadas de conquista, la Iglesia se convirtió en la depositaria de una parte de la riqueza acumulada a través de diversos mecanismos, como venta de indulgencias, obras pías, donaciones, entre otras. Pero dichos recursos regresaron a la circulación en forma de créditos, con tasas de interés muy bajas y estimularon algunas actividades económicas.
Asimismo, Pilar Martínez localiza a un amplio grupo del cual se sabe muy poco y nos brinda la posibilidad para futuros estudios. Nos referimos a los rentistas, quienes poseían recursos, buscaban un campo de inversión y pretendían vivir de sus rendimientos. En general "eran huérfanos menores de edad, viudas y mujeres célibes, y, en menor medida, algunos mercaderes, personas al frente de algún negocio, u ocupadas en la burocracia o sector terciario y clérigos". Pero no podemos pasar por alto a los deudores, quienes pertenecían a todos los sectores de la sociedad novohispana. El peso de las deudas era muy grande y con frecuencia los compromisos pactados se dejaban de cumplir.
En este caso, en los acervos documentales existen abundantes litigios por deudas o "pesos"; cada uno de ellos son de muy distinta naturaleza. Sin embargo, por lo general, se abría un proceso donde las partes negociaban nuevas obligaciones y casi siempre se otorgaban prórrogas para finiquitar las deudas; en los casos de que el adeudo continuara, se procedía al embargo de los bienes del deudor y en las situaciones extremas, el moroso solía saldar su deuda con la privación de su libertad.
Una mención especial merece el capítulo dedicado al crédito y la mano de obra, donde se ponen al descubierto los excesos cometidos en contra de los sectores más pobres de la sociedad novohispana. El crédito otorgado a los trabajadores funcionó como un eficaz mecanismo de contratación, retención y abuso. De este modo, los hombres y mujeres ofrecían lo único que tenían, su trabajo, y de esta forma, quedaban ligados a sus patrones a través del enorme peso de las deudas. También se daba la venta de esclavos a crédito e incluso se solía traspasar los negocios incluyendo las deudas de los operarios, sin consultarlos. Dichos créditos, servían principalmente para saldar deudas anteriores y pagar las fianzas para salir de la cárcel. Como bien concluye la autora, "el crédito más que impulsar un mercado laboral regido por la oferta y demanda [...] supuso un control y freno a su desarrollo".
Finalmente en la economía novohispana del siglo XVI, los negocios más redituables eran el comercio ultramarino y el mercado de metales preciosos. En dichas actividades se cobraban las mayores tasas de interés, pero el rescate de metales era hipervaluado y el acreedor podía obtener un beneficio de hasta "114%" anual. Los estudios han demostrado que las tasas de interés que se cobraban en la actividad minera eran un obstáculo para su propio desarrollo. Pero esta realidad difiere con la apreciación de la autora en el sentido de que las actividades agrícolas ganaderas sufrían tasas imposibles de pagar y sólo llegaban a cubrir cuotas que variaban entre el 7 y el 5%. A partir de mis propias investigaciones he podido constatar que las inversiones en la industria minera pagaban tasas de interés muy elevadas, los acreedores obtenían extraordinarias ganancias y por ello podríamos suponer que otros sectores eran subsidiados gracias a estos recursos.

Eduardo Flores Clair

efloresc@sni.conacyt.mx
Dirección de Estudios Históricos
INAH

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia Económica

sobre Martiarena, "Culpabilidad y resistencia. Ensayo sobre la confesión en los indios de la Nueva España"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Óscar Martiarena, Culpabilidad y resistencia. Ensayo sobre la confesión en los indios de la Nueva España, México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 1999, 228 pp.
 
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
 
El dominico, Agustín de Quintana escribió en su Tratado de la confesión sacramental y modo de confesar en lengua mixe (1729) que aquel pecador que incumplía con la penitencia del confesor "eternamente se afligirá, se entristecerá, se desconsolará, arderá, siempre tendrá todas las enfermedades, de calentura, de cabeza, de ojos, de oídos, de narices, de boca de dientes, de pecho, de estómago, de pies, y todas las enfermedades juntas tendrá cada uno en el Infierno". Sin embargo, el castigo físico era más soportable en comparación con el dolor que causaba el sentimiento de culpa; esa huella indeleble que se llevaba a todas partes y en todo tiempo.
De hecho, el sacramento de la confesión, entre otras cosas, inducía a las personas a aceptarse de manera individual y a acatar los valores y reglas establecidas, con lo cual modificaba su conducta y redefinía su memoria.
El libro de Óscar Martiarena analiza el discurso que la literatura religiosa difundió en torno al sacramento de la confesión entre los indígenas de Nueva España. El objetivo principal de esta investigación, según el autor es "reflexionar acerca de un fragmento de historia construido por los esfuerzos de los misioneros españoles quienes intentaron introducir la práctica de la confesión sacramental entre los indios de la Nueva España". Apoyándose en la obra de Michel Foucault, se examinan los manuales de confesión, escritos en lenguas autóctonas, a lo largo de la época colonial, con el propósito de historiar la subjetividad de los indios novohispanos.
A la luz de esta investigación, los manuales de confesión adquieren una enorme valía como fuente testimonial. Estos escritos se distinguen por su carácter dual; reúnen los postulados de la doctrina cristiana y un conjunto de prácticas indígenas desconocidas en Occidente. Los textos atrapan el ser y el deber ser de una sociedad conquistada, el nuevo mundo que debe ser cristianizado de la noche a la mañana.
Uno de los personajes claves en la tarea de conversión fue Fray Alonso de Molina, autor de abundantes obras en las que fusionó su aprendizaje de las lenguas indígenas que adquirió en su niñez, con la doctrina cristiana. Entre sus textos más difundidos y que tienen una gran importancia en el libro que reseñamos, encontramos al Confesionario mayor en lengua mexicana y castellana (1565).
En el prólogo a la edición facsimilar, el profesor Roberto Moreno, advierte que las traducciones al náhuatl de Molina eran de una extraordinaria maestría, debido al conocimiento profundo que tenía de la lengua y porque sabía captar "el alma de los antiguos mexicanos". A grandes líneas, podemos afirmar que los autores de los manuales tenían como meta establecer un puente entre los "naturales" y los españoles que les permitiera comunicarse de manera fluida, con el fin de que se pudieran comprender, en forma estricta, las intenciones de los confesores y para que los penitentes aprendieran las reglas de la confesión. De aquí podemos desprender la idea de que los manuales cumplían con una función pedagógica; por una parte, instruían en el sacramento de la confesión y, es probable que también enseñaran a los indígenas a leer a través de estos instrumentos. Por otra parte, los manuales eran una herramienta vital para adiestrar a los confesores en el arte de la observación participante, los ayudaban a ganar confianza entre las comunidades, perfeccionar su técnica de enseñanza de la doctrina y desempeñar con éxito su labor evangelizadora.
Lo que echamos de menos en este libro, es una reflexión en torno a la traducción de conceptos cristianos a las lenguas autóctonas, con lo cual seguramente se comprenderían mejor los alcances que tuvo este tipo de literatura.
Con el fin de comprender de una manera más nítida el proceso que siguió en tierras americanas el sacramento de la confesión, el autor, en una primera etapa, hace un largo recorrido desde la "antigüedad" hasta el siglo XVI, donde analiza la evolución histórica de la discusión y los textos fundamentales de la confesión. De manera exhaustiva se examinan cada una de las categorías, tales como la introspección, contrición y penitencia. Asimismo, se revisan las ideas contrastantes que se generaron entre la Reforma y el Concilio de Trento. Vale la pena detenernos por un momento: Lutero, con una mirada más realista, pensaba que "una confesión de todos los pecados [era] imposible, además de una tortura". En cambio, el Concilio difundió "que la penitencia [era] un sacramento instruido por Cristo para reconciliar a los pecadores con Dios y no sólo un ritual establecido por la Iglesia".
A partir del Concilio, la práctica confesional se convirtió en un artificio que ayudó a vigilar en forma estrecha la conducta del penitente y le dio un lugar al individuo en la sociedad. Pero como afirma Martiarena, "la práctica de la confesión auricular constituye [...] una conciencia individual culpable. Una conciencia que nunca es suficientemente interrogada, que en todo momento habrá de preguntarse si el examen de conciencia ha sido minucioso y donde dicho examen siempre dará culpas como resultado".
La segunda parte del libro analiza el proceso que siguió el sacramento de la confesión, teniendo como fuente documental una docena de Manuales, Confesionarios y Sumas publicados en Nueva España. El autor nos presenta un amplio panorama sobre los cambios que se dieron en el sacramento de la confesión a lo largo de la época colonial. Cada uno de los escritores realizó aportes significativos, con el fin de mejorar y hacer más precisa la técnica de la confesión. Del conjunto de problemas tan sugerentes que se exponen en este apartado, queremos llamar la atención sobre el interrogatorio que debían cumplir los indígenas al menos una vez al año. El interrogatorio era una parte fundamental de los manuales. Los confesores sentaban en el banquillo de los acusados a los indígenas y los sometían a un rosario de preguntas relacionadas con diversos temas. La especificidad de cada una de ellas casi siempre estaba relacionada con la actividad que desarrollaba el penitente. Por ejemplo, existía una amplia gama de preguntas destinadas a los mercaderes, donde se escudriñaba cada una de las malas acciones que podían cometer, como engaños, robos, hurtos, etcétera. Para responder a los cuestionamientos, el penitente estaba obligado a reconstruir su historia personal y recordar cada etapa de su vida, desde la infancia hasta la edad adulta.
Entre los temas de mayor interés, los confesores dedicaron buena parte de los textos a las prácticas sexuales y de idolatría. Es obvio que sus intenciones eran desterrar muchas de las costumbres prehispánicas y someter a los indígenas a vivir dentro de los cánones de la moral cristiana. Los interrogatorios eran una forma eficaz y a la vez punitiva de penetrar en la conciencia de los indígenas a través de sus sueños, pensamientos y palabras. Asimismo, servían para delatar a los que mantenían vivos sus antiguos ritos y extirpar las enfermedades del alma. De hecho, el sacramento de la confesión propició la conciencia individual y negó lo colectivo. En el inventario de la memoria se ponían a descubierto los secretos más celosamente guardados; el penitente rompía con su historia, sepultaba sus recuerdos y borraba su memoria. Como bien dice Serge Gruzinski en su ensayo Individualización y aculturación: la confesión entre los nahuas de México entre el siglo XVI y XVIII, "El indígena debe actuar por voluntad propia, y, por lo tanto, es responsable de su conducta. Debe hacer a un lado el medio que lo rodea, el peso de sus tradiciones y las fuerzas externas que solían influir en su comportamiento, como el poder de la furia divina, los conjuros de una bruja, la envidia de un vecino y pariente, los designios del mal agüero de algún desviado sexual o algún trasgresor de las reglas establecidas".
Uno de los hilos conductores del libro de Martiarena es el discurso sobre la aceptación y eficacia del sacramento de la confesión. Al parecer, los indígenas aceptaron tal práctica porque encontraron una similitud con el ritual que efectuaban ante la diosa Tlalelcoani (comedora de las cosas sucias), a la cual le confesaban sus pecados carnales. Sin embargo, a lo largo de la época colonial, en los autores de los confesionarios se nota un sentimiento de fracaso por no haber logrado que los indígenas cumplieran cabalmente con el sacramento de la confesión. A pesar de la dura represión, algunas de las ideas pervivieron y de generación en generación, se fueron transmitiendo. En opinión de Roger Chartier, "detrás de las apariencias de una conversión absoluta, siguen vivos los gestos y las creencias de la costumbre destruida. Esta religión doble da buenos motivos de preocupación a los clérigos aniquiladores de supersticiones. Para los indios, desgarrados entre dos mundos, es signo de una identidad borrosa, la causa de un insostenible malestar."
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH-INAH

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Etnohistoria

sobre "Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo señor marqués de Sonora..." ed. de Suárez Argüello.

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 

Informe general que en virtud de Real Orden instruyó y entregó el excelentísimo señor marqués de Sonora siendo visitador general de este reino, al excelentísimo señor virrey don Antonio Bucarely y Ursúa con fecha 31 de diciembre de 1771, edición facsimilar, estudio introductorio Clara Elena Suárez Argüello, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Miguel Ángel Porrúa librero-editor, 2002.


Reseñado por Eduardo Flores Clair

DEH-INAH

 ¿Reformista o lunático?

 En el imaginario de los historiadores sonorenses sigue en pie el árbol donde se columpiaba el señor visitador. Al parecer su desorden mental comenzó en el ardiente norte. Juan Manuel de Viniegra, su secretario, notó que la conducta de su superior cambió a partir de una fiesta que le ofrecieron los vecinos del presidio de Buenavista. Le resultó muy extraño que abandonara su estilo huraño y se comportara de manera amigable. Al pasar los días, la perturbación fue más notable, José de Gálvez contó a sus allegados que se le había aparecido San Francisco de Asís y le había revelado el secreto para apaciguar a los indios rebeldes. El remedio era muy sencillo: se necesitaba traer de Guatemala a 600 monas vestidas de soldadescas y enfrentarlas a los insurrectos, los cuales saldrían despavoridos a buscar refugio entre los cerros. Después de este incidente, se convirtió en el hombre más afable y bondadoso de la tierra, repartía a manos llenas dinero, títulos y cargos. La enfermedad avanzó, entonces, el visitador se declaró rey de Prusia y soberano de Suecia e incluso llegó a proclamarse "Padre eterno". En su testimonio, Viniegra escribió: "con mayor furor se entretenía en quebrar un cerrojo de hierro, catres y ventanas; en abrir tabiques trabados con madera; en quemar su habitación y hasta la ropa que algunas veces conseguíamos ponerle, quedándose en carnes vivas muchos días" [1]

Pero no todo era extravagancia, en los momentos decisivos, el visitador mostró un rostro opuesto: el de una persona autoritaria, vengativa y sin compasión, que ordenaba sin preámbulos "cortar cabezas", aún a sus colaboradores más cercanos. De hecho, todos aquellos que se atrevieron a proporcionar detalles de su enfermedad mental terminaron siendo sus víctimas; sufrieron el encierro, el exilio y el desprestigio. Quizá, el árbol sea sólo un símbolo más de la locura de la modernidad, aquella que intentaba pacificar a los grupos indígenas de la región y pretendía hacer más eficiente la administración pública del virreinato de la Nueva España.

En este libro, Clara Elena Suárez nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre uno de los periodos más significativos de nuestra historia colonial. En realidad, dicho texto es mucho más que el informe que entregó José de Gálvez al concluir su misión; es una compilación cuidadosa que revela un arduo trabajo en diversos acervos (tanto mexicanos como españoles) y es un libro muy oportuno por las aspiraciones reformistas que hoy vivimos. Esta nueva edición reúne un conjunto de documentos que ayudan a comprender de una manera más puntual las ideas, los propósitos y alcances de este personaje singular, quien después de su visita fue premiado con el cargo de ministro de Indias y, en recuerdo de sus delirios, recibió el título de marqués de Sonora. El estudio introductorio ilustra el momento histórico en que fueron generados dichos documentos. Pensamos que es un aporte sugerente que plantea interrogantes inéditas y abre nuevos caminos a futuras investigaciones. Como bien afirma la autora, aunque de manera por demás modesta, "no se trata aquí de hacer un estudio exhaustivo sobre las reformas en sí mismas y el impacto que causaron en la sociedad novohispana, sino aportar un documento que puede esclarecer y apoyar en buena medida su estudio".

Cabe destacar que Clara Elena Suárez pone a disposición de los lectores una exhaustiva revisión historiográfica del periodo borbónico. En ella afloran los problemas que han recibido mayor atención, se constatan los valiosos avances que se han conseguido últimamente y se difunden los cuantiosos estudios que han aportado nuevas interpretaciones. Sin detenerse en los lugares comunes, plantea las perspectivas novedosas y los debates que han enfrentado a los especialistas en las últimas décadas. Es importante señalar que esta etapa histórica se caracteriza por ser muy polémica; los estudios, en ambos lados del mar, son muy abundantes y los temas que se abordan son muy complejos. Muestra de ello es el propio Informe de Gálvez.

En esta línea, Agustín Guimerá, investigador español, asegura que la controversia entre los historiadores continua vigente y "las espadas siguen en alto [2]. Existe una gran cantidad de divergencias en tópicos como por ejemplo: ¿el esplendor de las luces sólo se le puede atribuir a Carlos III? ¿Felipe V mantiene la imagen de un rey pasmado y melancólico? ¿las monarquías absolutistas conservaron mucho del oscurantismo y resultaron un fracaso? ¿la ilustración fue incapaz de generar el progreso esperado? [3]

Es importante añadir que en la historia económica de la Nueva España, la polémica ha girado en torno al crecimiento o la contracción. Hace más de dos décadas, John H. Coatsworth, haciendo uso de los datos estadísticos disponibles, cuestionó el incremento económico novohispano y por consecuencia el fracaso de la política reformista 4] A partir de entonces, las posiciones se han resumido entre los "optimistas" y los "pesimistas". Uno de los últimos trabajos dentro de este debate es el de Rafael Dobado y Gustavo Marrero quienes, después de hacer un serio análisis econométrico, concluyeron, entre otras cosas, que "dadas las características de la economía novohispana, la interesada actuación del estado a favor de la expansión minera generó crecimiento económico" [5]

Sin detenernos en esta contienda, podemos decir que José de Gálvez organizó el Informe en cuatro partes: la primera dedicada a la Real Audiencia de México y Guadalajara, la segunda a las Rentas Reales, la tercera a Propios y Arbitrios y por último las expediciones al centro y norte del virreinato. Lo primero que salta de la vista son las cuantiosas críticas a los diversos temas que ahí se abordaron. Pero en esta ocasión nos referiremos de manera particular a tres asuntos que sorprendieron al visitador.

 

  1. El comportamiento de la clase burocrática: los "ministros togados", en su gran mayoría, eran de origen criollo. En este aspecto, las leyes eran muy claras y reservaban dichos lugares para los hijos de la metrópoli. En cambio, Gálvez encontró a hombres con "honor", que actuaban apegados a derecho y se abstenían de participar en todos aquellos litigios que involucraban a sus familiares o amistades. Asimismo, descubrió que una buena parte de los funcionarios eran eficientes, rectos, íntegros y celosos de su trabajo. Respecto a los ingresos, mostró preocupación y en algunos casos apoyó el aumento de sueldos; en su afán de hacer más eficiente las labores, pretendía un equilibrio entre la carga de trabajo y la retribución; además, era un hecho frecuente que las vacantes no se cubrieran con oportunidad y por tanto era imposible cumplir con el rezago de las oficinas. En forma, por demás contundente, denunció el abuso de autoridad que los oficiales ejercían sobre los subalternos (6]
  2. "el manantial de la riqueza", es decir, la actividad minera, había entrado a un proceso de transformación, la corona y la clase minera celebraron un pacto modernizador y esperaban que en un breve lapso les rindiera buenos frutos. En cambio la actividad que tenía un mayor futuro era la manufactura del tabaco; sin embargo, la libertad de producción y comercialización "ofendía la Suprema Autoridad del Rey". Gálvez entendía que su misión consistía en extraer la mayor cantidad posible de recursos disponibles, con el fin de atender los gastos de la guerra. Siguiendo el ejemplo de la política fiscal de sus enemigos ingleses, el tabaco podía convertirse en una de las principales rentas. De hecho, la fabricación de cigarros tenía un crecimiento constante debido a la incorporación de nuevas y nuevos consumidores. Los particulares aprovecharon la pobreza financiera de la Corona para llenar sus bolsillos; por esta razón, resultaba imprescindible recobrar las funciones del estado por la vía del consenso o por la fuerza. La producción y comercialización del tabaco no sólo se reducía a los aspectos económicos, sino que iba acorde con la nueva geografía política y el cambio que se intentaba propiciar en el orden social. La Corona estaba obligada a realizar cuantiosas inversiones y los particulares tenían que financiar la actividad bajo condiciones muy ventajosas, para que las autoridades lograran conseguir excelentes rendimientos. Había que atender la demanda con un producto de calidad, con lo cual se cuidaba la salud y se evitaba que los consumidores mezclaran el tabaco con otras yerbas. Dicho proceso productivo incorporaba a una gran cantidad de trabajadores. Las fábricas, como decía Gálvez, "eran el mejor hospicio". Sobre todo brindaban protección a la población femenina, las cuales salían de su abandono y evitaba las tentaciones mundanas. El acontecer histórico confirmó la sospecha del visitador: el sistema fiscal, en diversas partes del mundo, se benefició, o más bien dicho, se sigue financiando a través del consumo del tabaco.
  3. Gálvez se sorprendió, y seguramente sintió un enorme vacío, al percatarse de que el "Imperio estaba desarmado". La sociedad colonial gozaba de una amplia libertad, "indulgencia" y hasta "impunidad". La autoridad ejercía su papel en términos simbólicos y se encontraba muy alejada de los efectivos métodos coercitivos. El orden social era muy peligroso y podía ser de consecuencias fatales, día a día, la autoridad del rey se ponía en tela de juicio, situación que ayudaba a quebrantar la relación entre los vasallos y gobernantes. La obediencia inexistía y reinaba la "insolencia". La "gente popular" aprovechaba cualquier ocasión para escandalizar y amotinarse. Para el visitador el buen orden y la paz pública se conservaban gracias a los cuerpos represivos; echó mano de los recursos y puso en práctica los mecanismos coercitivos: creó las milicias o el ejército, antes desconocidos. Pronto se utilizaron para sofocar los levantamientos de los trabajadores mineros en Real del Monte. También sirvieron para reprimir a los vecinos, de San Luis de la Paz, Guanajuato, Pátzcuaro y San Luis Potosí, que protestaron, entre otras cosas, por la expulsión de los jesuitas y para "reducir" o exterminar en Sonora "las bárbaras hostilidades de los feroces Apaches, Seris y Pimas".

Para despedirse, José de Gálvez remata el Informe diciendo "me voy con el seguro consuelo de que la Nueva España será más feliz y poderosa entre las grandes monarquías que encierran las dos Américas". Se fue al viejo mundo, ocupó sillas cada vez más importantes, hizo realidad su delirio de grandeza, tuvo el poder suficiente hasta para repartir virreinatos y llenó de gracias a sus paisanos los malagueños. Más sin embargo, en su cordura, jamás se imaginó que el proyecto reformista sería un detonante de la Independencia de las vastas posesiones españolas en el Nuevo Mundo.

 

Eduardo Flores Clair

DEH-INAH

efloresc@sni.conacyt.mx

 

 



(1) . Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, La expedición del visitador José de Gálvez al septentrión novohispano (1868-1770) o la locura de la modernidad, Hermosillo, Universidad de Sonora, 2000, p. 58-66. Ignacio del Río asegura que eran "monos", véase, "Autoritarismo y locura, en el noreste novohispano. Implicaciones políticas del enloquecimiento del visitador General José de Gálvez" en Estudios de historia novohispana, vol. 22, 2000, p. 111-138

2 . Agustín Guimerá (ed.), El reformismo borbónico, Madrid, España, Alianza Editorial, 1996, p. 28

3 . Entre otros véase a Miguel Artola, La monarquía de España, Madrid, España, Alianza Editorial, 1999; Francisco Sánchez-Blanco, La mentalidad ilustrada, Madrid, España, Taurus, 2000 y El absolutismo y las luces en el reinado de Carlos III, Madrid, España, Marcial Pons, 2002; Reyes Fernández Durán, Gerónimo de Uztáriz (1670-1732). Una política económica para Felipe V, Madrid, España, Minerva, 1999; Henry Kamen, Felipe V. El rey que reinó dos veces, Madrid, España, Temas de Hoy, 2000 ]

4 . John H. Coatsworth, Los orígenes del atraso. Nueve ensayos de historia económica de México en los siglos XVIII y XIX, México, Alianza Editorial Mexicana, 1990, p. 57-79

5 . Rafael Dobado y Gustavo Marrero, "Minería, crecimiento económico y costes de la Independencia en México" en Revista de Historia Económica, año XIX, otoño-invierno núm. 3, 2001, p. 573-611

6 . Para una visión distinta sobre el abismo que existió entre los buenos propósitos de Gálvez y la práctica cotidiana véase a Linda K. Salvucci, "Costumbres viejas, "hombres nuevos": José de Gálvez y la burocracia fiscal novohispana (1754-1800)" en Historia Mexicana, vol. XXXIII, octubre diciembre 1983, núm. 2, p. 224-264



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Reseña
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Colonial
Área de interés: 
Historia de las Instituciones

sobreLangue, "Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo XVIII novohispano"

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 
Frédérique Langue, Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del
siglo XVIII novohispano, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, 479 pp.
 
Reseñado para H-MEXICO por
Eduardo Flores Clair
DEH-INAH
efloresc@sni.conacyt.mx
 
Este libro, publicado en francés en 1992, es el resultado de una exhaustiva y cuidadosa investigación de doctorado de Frédérique Langue, quien obtuvo el grado en la Universidad de la Sorbona, París I. Este dato lo queremos señalar para evitar desvíos en el imaginario colectivo, ya que la publicación en español tiene un desatino en la hoja legal. Según ellos, la primera edición es de 1957, es decir, años antes de que la autora viera por primera vez la luz en las tierras del norte francés.
No obstante, a pesar de su juventud, Langue tiene una gran experiencia en la investigación sobre temas americanos y cuenta con una producción muy abundante. En el ambiente académico se le conoce por la gran cantidad de artículos y reseñas publicados en revistas especializadas en Francia, España, Venezuela y México. Una de sus obras más conocidas y de enorme valía es el Diccionario de términos mineros para la América española (siglos XVI-XIX) (París 1993), donde comparte créditos con la excelsa antropóloga peruana Carmen Salazar-Soler. Esta obra reúne una gran cantidad de voces populares, términos legales, conceptos técnicos y palabras comunes de la minería del Potosí y Nueva España. En la introducción, las autoras advierten a sus lectores que "este diccionario está basado en una constatación: la inexistencia de una recopilación detallada de los términos utilizados antiguamente en la minería de los metales preciosos, la que nos hizo falta en nuestras investigaciones anteriores, a pesar de la multiplicidad de estudios o referencias dedicadas a la minería colonial". Sin exagerar el elogio, dicha obra es un aporte fundamental para la historia minera hispanoamericana.
Los Señores de Zacatecas impresiona por su riqueza histórica; los temas que aborda poseen una enorme relevancia y se distingue por las nuevas rutas que abre para futuras investigaciones. A través de sus capítulos, es notable la revisión historiográfica de las obras clásicas de la historia de México, las cuales fueron una fuente de inspiración y de estricto seguimiento para plantear los problemas fundamentales y construir un discurso novedoso sobre una de las regiones más significativas del país. De hecho, este texto viene a tender un puente entre la notable obra de Peter Bakewell, Minería y sociedad en el México Colonial Zacatecas (1546-1700) y la aún inédita de Harry Cross, The Mining Economy of Zacatecas. Mexico in the Eighteenth Century, con lo cual tenemos un rico yacimiento explotado por tres autores que nos han explicado la larga trayectoria de la historia minera de Zacatecas desde el siglo XVI al XIX.
Por el título, algunos lectores podrán pensar que se trata de una monografía más de historia económica, pero entre sus páginas se revela una biografía colectiva de las clases propietarias de la frontera norte de Nueva España. Algunos eran nobles, otros no tanto y unos más cayeron en desgracia; entre otras familias, desfilan con su abolengo los Larrañaga, los Bravo, los Salazar, los Muñoz de Villalón, los Urquiola, los Fagoaga y los Campa y Cos. El hilo conductor de esta historia se aleja de la compleja producción de plata y su articulación a los mercados europeos, ahonda en los aspectos sociales del compadrazgo, en los privilegios de la nobleza y hasta en las preferencias devocionales. En realidad la veta corre a través de las paredes de la conformación de la "élite", las prácticas del "señorear", las vitales "inversiones sociales" y las "mentalidades" empresariales.
Para Langue los ricos propietarios "reinaban en sus dominios", por ello se encarga de examinar el laberinto que edificó la conformación de un poderoso grupo social que, por un largo periodo, dominó sin obstáculo alguno una vasta región. Una pieza clave en la conformación de este grupo fue sin duda la acumulación de enormes fortunas; la explotación de las minas argentíferas de la región se convirtió en fuente natural de riqueza. De este modo, la minería desempeñó un papel protagónico en esta historia.
La autora nos relata en dos tiempos entrecruzados la evolución de las actividades mineras en Nueva España y el singular desarrollo que se dio en la ciudad de Zacatecas y su vecino Real minero de Sombrerete. Los cambios políticos implementados en la industria minera a finales del siglo XVIII, mejor conocidos como las reformas borbónicas, se convierten en un socavón para identificar los problemas fundamentales y demostrar cómo funcionaba la economía en ese momento. De hecho, Langue utiliza este contexto sólo como un malacate para llevar agua y resolver las dificultades de la rentabilidad del capital que afectaban a los propietarios mineros de Zacatecas.
En el libro, la minería abarca un amplio territorio, pero el pilar que sostiene el peso de la interpretación es el examen cuidadoso de cada uno de los elementos que influían en el costo productivo de la plata. Los empresarios sabían muy bien que el ritmo de su vida estaba marcado por las bonanzas y borrascas mineras. Con el fin de cuidar sus intereses estrechaban su vigilancia en cada una de las tareas del proceso de trabajo, con la mira de obtener una vasta productividad, disminuir los costos y obtener altas utilidades: una estrategia empresarial sencilla, pero muy difícil de cumplir a largo plazo. Para sortear los peligros del capital, decidieron asociarse, organizaron grandes compañías y aprovecharon las políticas de fomento estatal para conseguir éxito en sus negocios. A pesar de la riqueza, los empresarios zacatecanos tenían una escasa independencia financiera. Como afirma Langue " son pocos los mineros que no se encuentran atrapados en el engranaje de las deudas y que no dependen de fiadores, rescatadores o aviadores".
A lo largo de la época colonial, los mineros estuvieron vinculados a las actividades agrícolas, utilizaron el campo para abastecerse de insumos productivos y regular sus precios, satisfacer los mercados de consumo minero, y también sirvió como una estrategia de inversión segura o simplemente funcionó como garantía para conseguir créditos. Por ello, los grandes propietarios tuvieron interés en acaparar inmensas extensiones de tierra, hoy en día casi inimaginables. La expansión respondía a la dinámica de acumulación de capital. Se apropiaron de pueblos enteros en la frontera de la nada y le hicieron la guerra a los indios nómadas para despojarlos.
La autora asegura que las haciendas y las minas se complementaron para formar una "unidad económica y social". Emplearon diversos mecanismos de saqueo; la producción ganadera impuso su modelo, gozaron de una alta densidad de población, pero no por ello dejaron de utilizar a los esclavos en el servicio doméstico, los cuales eran "elementos de lujo" por su alto valor.
Para Langue, el rendimiento de los latifundios y mayorazgos, se debió a una combinación de factores económicos y sociales. La "élite" llevaba a cabo una administración "racional", monopolizaba las tierras y ejercía un control sobre la fuerza de trabajo. Pero, los hacendados se distinguieron por imprimir una dinámica económica -moderna- a la región, patentizada por "las formas de explotación, de reclutamiento de mano de obra (arrendamiento o trabajo libre asalariado)" y la apropiación sin cargo de conciencia de las haciendas jesuitas. Era una clase propietaria que desempeñaba una labor de "polivalencia" en las actividades económicas. Su principal interés era la alta rentabilidad de sus negocios y se preocupó por crear un cerco social para beneficiar sólo a los miembros de su red clientelar. Pero las fortunas solían desvanecerse y no existía una fórmula mágica para conservarlas, "las más grandes dinastías mineras difícilmente dura[ban] más de dos generaciones".
Entre otras cosas, la acumulación de fortunas sirvió para concentrar riqueza y poder, ingredientes básicos para beneficiar en los patios de las haciendas mineras la formación de las élites locales, quienes alcanzaron un lugar prominente en la sociedad a través de sus estrategias matrimoniales, redes de parentesco y vínculos sociales. Langue explica de manera abundante ¿cómo utilizaron los recursos económicos los señores de Zacatecas? En este sentido, el prestigio social se convirtió en un anhelo general y, a su vez, funcionó como un mecanismo de exclusión para el resto de la sociedad. El proceso para llegar a la cumbre fue muy diverso, pero en general, los ricos zacatecanos buscaron el honor en los puestos militares y aumentaron su reputación con la adquisición de títulos nobiliarios. Como la autora escribió "los grandes mineros-hacendados de Zacatecas representan un tipo social original surgido de circunstancias locales: desde la conquista de la Nueva Galicia, el lento repliegue de la "frontera", acosada por grupos de indios nómadas, la condición de hombres "ricos y poderosos" de tales personajes, o incluso el aislamiento geográfico que favorece la proliferación de lazos personales, los cuales se afirman con el tiempo bajo las formas de "caciquismo" y de "caudillismo" características de la antigua América española".
De esta manera, los señores de Zacatecas eran un apoyo necesario para la corona; realizaban un servicio de hegemonía y dominio -complicidad- se convirtieron en una pieza clave en el ejercicio del poder a lo largo de una vasta región, promovieron las actividades económicas y fomentaron la colonización en unas tierras hostiles. Por sus méritos fueron premiados con grados militares, títulos de nobleza, puestos públicos, atractivas prebendas para invertir y con el derecho de controlar las instancias de poder hasta un grado de impunidad.
Por último, cabe decir que a lo largo del extenso libro, el lector puede notar ciertas reiteraciones sobre diversos temas, constantes referencias a hechos ya narrados e incluso problemas teóricos de tiempo atrás, pero no se debe perder el rumbo de la veta, porque Frédérique Langue nos invita a reflexionar sobre este conjunto de problemas y, retomando lo que dice François Chevalier, el historiador clásico francés, este libro "no dejará de inspirar nuevas y fecundas corrientes de investigación".
 
Eduardo Flores Clair
efloresc@sni.conacyt.mx
DEH-INAH

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia Social

sobre Sánchez de Tagle, Valero, Martínez, "Padrón de frentes e historia del primer impuesto predial"

Autor: 
Verónica Zárate Toscano
Institución: 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Síntesis: 
Esteban Sánchez de Tagle, Ana Rita Valero, Sergio Martínez, Padrón de frentes e historia del primer impuesto predial, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1997 (Serie Instrumentos de Consulta, 2), 58 paginas y un disquete.
 
Reseñado para H-MEXICO por Verónica Zárate Toscano
Instituto de Investigaciones José María Luis Mora
 
En los albores del siglo XXI no resulta sorprendente la contribución que la ciencia y la tecnología han hecho para la optimización de los recursos usados por los historiadores para el desempeño de su profesión. Cada vez mas se utilizan computadoras para elaborar bases de datos, gráficas, ilustraciones, mapas y por supuesto para la redacción de los resultados de las investigaciones.
Nadie duda que el aprovechamiento al máximo de las ventajas ofrecidas por la tecnología requiere de ciertas habilidades que no siempre son consustanciales a los dedicados a la historia. Pero siempre existe el recurso de apelar a los conocimientos y virtudes de los expertos en informática. En ese sentido, la multidisciplinariedad tan afanosamente buscada en la actualidad, se enriquece con la inclusión de ingenieros en sistemas que en algunas investigaciones se convierten en piezas claves e insustituibles. Y, en el mejor de los casos, es posible entablar con ellos un diálogo enriquecedor a fin de sacar el mejor provecho tanto a la fuente documental como al instrumento que se utilizara para capturar la información y obtener resultados.
Sin embargo, a pesar de tantos recursos a la mano, la responsabilidad última de los productos de la investigación depende del historiador y de su capacidad de plantear los problemas a resolver, elaborar las preguntas pertinentes y encontrar su respuesta en las fuentes de primera mano. Es imposible que dos personas tengan una misma lectura y le saquen el mismo provecho. Por ello suele resultar tan absurdo ese sentimiento -por desgracia tan común entre los historiadores- de no querer compartir los documentos que cada uno ha "descubierto". Y cuando se suele "soltar" el dato o el documento, es porque ya se le ha sacado "todo el provecho" posible. Aunque también existen aquellos que dedican parte de sus esfuerzos académicos a dar a conocer documentos para que sean otros los que los exploten.
El caso que nos ocupa es un esfuerzo por combinar la tecnología con un documento dieciochesco. Y como todo esfuerzo, debe aplaudirse por el arduo trabajo que representó. El documento se acompaña de una presentación en que se explica su origen, propósito y resultados, además de que se le contextualiza dentro de las reformas borbónicas.
El “Padrón de frentes” fue la respuesta estadística dada al bando de 4 de diciembre de 1790 que ordenaba que todos los dueños de fincas de la ciudad de México deberían pagar una contribución para realizar obras del empedrado. El pago se fijaba a razón de medio real por cada vara cuadrada que tuviera el frente de dichas fincas. Y para poder proceder a la recolección de dicho "impuesto", era necesario hacer un levantamiento que consignara la información relevante para el caso.
El resultado de esta disposición quedó consignado en un documento cuyo original, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, contiene millar y medio de fojas con la información que se capturo y ahora se presenta en disquete. Utilizando el programa DBase, se incluyen columnas con los datos correspondientes a cada uno de los ocho cuarteles en que estaba dividida la ciudad de México: número de manzana, nombre de la calle, orientación, número de casa, nombre del propietario, un número consecutivo de referencia (que debería estar al principio para facilitar su identificación), los datos de medición de frente y ancho de los predios en varas, pies, pulgadas y metros, así como los cargos correspondientes.
El total de registros considerando todos los cuarteles es de 2437 (aunque se consignan 2452 pero seguramente hubo un error de conteo que forzó un salto de 15 registros vacíos). Cabe señalar que la forma de acceder a esta información es deficiente. En virtud de que no se estableció dentro del programa un sistema de recuperación, no se pueden hacer búsquedas especificas y directas. Es decir que para llegar a determinada información, es necesario hacer un largo recorrido, uno a uno de los registros hasta llegar al dato requerido, operación que se podría subsanar con un comando en el programa.
Por otro lado, en un anexo se incluye un listado de contribuyentes ordenado "según intrigantes criterios de la época", que informa de los nombres de personas e instituciones y sus aportaciones en pesos, reales y granos entre el año de 1790 y el de 1796. En este caso, hubiera sido de gran utilidad enriquecer esta información con el dato del número de referencia consecutivo para poder cruzar la información con la del padrón. Esta información también seria de gran valor si se hubiera consignado en la parte donde se enlistan alfabéticamente a los propietarios junto con el tamaño de sus frentes, en vez de insertarla en otra sección pretenciosamente llamada "índice cruzado". Y también seria muy útil incluir un sencillo índice que indicara las referencias que comprende cada cuartel para facilitar así su localización.
Según los autores reconocen, lograron "entresacar de la información un orden que desconocíamos: el que organiza a los contribuyentes según el monto que les correspondió en el pago de esta peculiar carga impositiva". El listado, una vez mas, adolece de la falta del número consecutivo y además tampoco incluye las cifras que a cualquier lector le permitan constatar la cuantía de sus contribuciones.
Por último, tanto en el libro como en el disquete se ofrece un listado alfabético de las calles, el cuartel que les corresponde y las manzanas que abarca. Dicha información se complementa con un mapa general que permite identificar la ubicación de los cuarteles dentro de la ciudad, así como planos de cada uno de los cuarteles con la identificación del número de manzanas y el nombre de calles y plazas. Aquí llama la atención que algunos de los frentes no estén trazados en el mapa y nos preguntamos si es debido a que la información que se refiere a ellos no esta incluida en el padrón.
El citado programa ofrece la opción de imprimir los datos capturados, solo que no permite impresiones parciales sino que obliga a la impresión de la totalidad de la información consignada en cada apartado o cuartel. Por otro lado, existe la posibilidad de importar la información a un programa de "hoja de cálculo" pero al hacerlo, se pierden los datos de los encabezados. Sin embargo, en dicho programa, las posibilidades de trabajar la información son mucho mayores. Y entonces surge la pregunta inevitable de por que no se acudió a esta herramienta desde un principio. Tal vez los historiadores no hicieron las preguntas pertinentes ni visualizaron las posibilidades de explotación de su material. Y eso quedará en manos de los que, con mucha paciencia y habilidad, sepan extraer todo el jugo que este material contiene. Los especialistas en el siglo XVIII y en la historia de la ciudad de México agradecemos que nos den a conocer la información pero lamentamos que algo que pudiera ser tan positivo, represente tantas irregularidades y problemas para el manejo de la misma.
Verónica Zárate Toscano
Instituto de Investigaciones José María Luis Mora
zarate@sni.conacyt.mx
 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Geografía Histórica

sobre Gresle-Pouligny, "Un plan pour Mexico-Tenochtitlan: les représentations de la cité et l'imaginaire européen (XVIe-XVIIIe siècles)"

Autor: 
Verónica Zárate Toscano
Institución: 
Instituto Mora/EHESS
Síntesis: 
Dominique Gresle-Pouligny, Un plan pour Mexico-Tenochtitlan: les
représentations de la cite et l'imaginaire européen (XVIe-XVIIIe siècles), pref. de Jean-Pierre Berthe, Paris – Montréal, L'Harmattan, 1999. (Recherches et documents. Amériques latines)
 
Imaginar el plano o el plano imaginario
 
Verónica Zárate Toscano
Instituto Mora/EHESS
 
En un día claro de noviembre de 1519, Hernán Cortes y sus acompañantes llegaron a ese punto que separa el Popocatépetl del Iztaccíhuatl, los dos majestuosos volcanes que limitan al este la cuenca de México. A sus pies se desplegaba el territorio del Anáhuac, que para los occidentales era un mundo nuevo. Al seguir avanzando y con esa atmósfera entonces tan limpia, los efectos de la luz, los colores y esa sed de oro y plata tiñéndoles las pupilas, pronto divisaron emocionados la ciudad de México Tenochtitlan.
Alguno de estos hombres, cuya identidad sigue sin poderse conocer, con la visión maravillada y conmovida, se dio a la tarea de realizar unos esbozos o apuntes. Dicho "prototipo" llegó a Europa en 1521 y comenzó a circular en algunos medios hasta que paro en manos de un impresor quien, tomándolo como base y respetando las informaciones inicialmente contenidas, elaboró un plano de 32x30 cm. Se le incluyó en la edición hecha en Nuremberg en 1524 de la segunda y tercera Cartas de Relación escritas por Cortés, une de cuyos ejemplares se conserva en la reserva de libros raros de la Biblioteca Nacional de Francia. Asimismo forma parte de la edición de la tercera carta, fechada en ese mismo año pero en Venecia. En virtud de que la elaboración de dicho plano fue concebida por Cortes, aunque no lo haya hecho con sus propias manos, se le ha conocido con distintos nombres, aunque la autora opta por denominarlo "plano cortesiano" o "plano de 1524".
Pero independientemente del nombre es, ante todo, el resultado del encuentro visual entre los europeos, con toda su carga cultural y su imaginario nostálgico y una realidad histórica y geográfica insólita.
El libro que ahora nos ocupa se centra en el análisis de dicha imagen a partir de la antropología y la arqueología pero sobre todo se inserta en la historia de las civilizaciones. Dominique Gresle-Pouligny se apoya en sus conocimientos sobre esa visión europea que, con todo su acervo cultural, volteó sus ojos hacia el nuevo mundo e intento desentrañar sus misterios, hacerlos entendibles, explicarlos y asirlos por medio de imágenes.
Los antecedentes historiográficos del libro se remontan a un estudio hecho en 1935 por Ignacio Alcocer, quien publicó una ampliación del plano y lo analizo. Posteriormente, Manuel Toussaint, Federico Gómez Orozco y Justino Fernández (1938) realizaron un examen más minucioso y lograron identificar la zona comprendida en el grabado sobre un mapa de la ciudad de este siglo, tomando como centro el Templo Mayor. También habría que mencionar otros trabajos como los de Erwin W. Palm (1966), Miguel León Portilla y Carmen Aguilera (1986 y 1990) y más recientemente Jerome Monnet (1993). Pero ninguna de estas había entrado en tantos detalles.
En 1997 Gresle-Pouligny obtuvo su doctorado en Historia y Civilizaciones por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París con una tesis en tres volúmenes, titulada "Le plan de Mexico-Tenochtitlan à la veille de la conquête espagnole: transmission et metamorphose d'une image". El libro reseñado es la versión abreviada de dicha tesis y si bien sus capítulos no han sufrido alteraciones sustanciales, no puede decirse lo mismo respecto a su apoyo gráfico. Por la naturaleza misma del análisis emprendido, era necesaria la inclusión de un elevado numero de ilustraciones, principalmente planos y mapas, grabados y viñetas, que conformaban el tercer volumen de la tesis. Sin embargo, por razones editoriales", la autora se vio obligada a hacer una selección de esos materiales, dejando sólo unos cuantos que, si bien son representativos, no hacen justicia a la rica investigación que Gresle-Pouligny había realizado.
Precisamente una parte del libro se destina a indagar las herencias que este mapa tuvo en términos de las representaciones gráficas de la ciudad de México. La autora enfatiza que fue reutilizado como apoyo de la cosmovisión que se proyecto sobre los efectos del descubrimiento. Si bien es cierto que se introdujeron modificaciones, en ocasiones nos da la impresión de que el imaginario se mantuvo casi estático durante muchos años y que en realidad, lo representado se convirtió en un estereotipo que fue seguido e imitado por los encargados de plasmar en forma gráfica a la capital del virreinato.
Esta apreciación se constata al revisar las ilustraciones de este libro, o si se pasa la vista por el contenido del Atlas histórico de la ciudad de México, publicado en dos lujosos volúmenes por Sonia Lombardo y Yolanda Terán (1997-1998).
Gresle-Pouligny hace una relectura de "la imagen planográfica" a casi cinco siglos de su elaboración, apoyada en los descubrimientos arqueológicos más recientes. Así puede llegar a afirmar que es una representación realista de la ciudad, a partir de una observación in situ, ya que los elementos arquitectónicos ahí incluidos si corresponden a su publicación actual en el espacio urbano. Y mediante la división de la imagen en cuatro cuadrantes y la parte central, la autora puede escudriñar su contenido y descubrir las exactitudes y errores pero sobre todo los elementos que más llamaron la atención de los europeos y que quedaron atrapados en el grabado.
Con el análisis del plano queda demostrado que el lenguaje geográfico que exige la presencia de una escala y de una orientación no es tan antiguo ni tan universal, ya que ambos elementos no eran considerados de suma importancia en un documento de esta naturaleza elaborado a principios del siglo XVI, pero precisamente estas "carencias" le otorgan una sensibilidad muy peculiar. La escala es tal que no permite la representación de seres humanos y sin embargo, se pueden apreciar unos indígenas totalmente desproporcionados a bordo de unas canoas sobre el agua que circunda la ciudad. En el caso de la orientación, se ha podido identificar que el norte quedaría del lado derecho. Pero precisamente por su forma circular, el plano se puede leer desde distintos puntos, no sólo en función de una vista cardinal. Además, no hay que olvidar que en el mapa se aplicaron categorías que les eran conocidas tanto al autor de los apuntes como al grabador ya que no solo se dibujaba lo que se veía sino lo que se sabía. En ese sentido, Mexico-Tenochtitlan se representaba como la Venecia del Nuevo Mundo porque ambas ciudades compartían su emplazamiento acuático. Pero también existía el referente cultural del Cairo porque era un lugar grande y exótico o incluso Jerusalén por su carga bíblica.
La autora afirma que "este plano no responde a una construcción sensible, ideal o incluso fantasmal de un lugar simultáneamente visto y deseado. Corresponde a la proyección en un genero figurativo controlado, de un sitio aprehendido en su espacio, su organización física y en los informes estructurales entre los diferentes componentes del tejido urbano". La idea que subyace a lo largo del libro es que este plano cortesiano es la demostración de como se pasa de un modelo realista a una percepción simbólica ya que no solo representa la verdad física del lugar sino su experiencia.
Podríamos insertar este libro dentro de la historia de ideas y representaciones. Su primera parte esta consagrada a la explicación del contexto histórico y cultural del plano, mientras que la segunda es el estudio descriptivo y analítico de su contenido, así como al seguimiento, a lo largo de los siglos siguientes, de la evolución sufrida por la representación de Mexico-Tenochtitlan.
Un análisis como el emprendido por Gresle-Pouligny nos demuestra el vasto universo que esta detrás de cada imagen que se plasma. La carga cultural de la propia autora resulta ventajosa para desentrañar su significado. Seria deseable que este libro, que ha tenido tan buena acogida entre el publico francés, llegara a traducirse y publicarse en el lugar que analiza.
Verónica Zárate Toscano
 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Geografía Histórica

sobre Suárez Argüello, "Camino real y carrera larga. La arriería en la Nueva España durante el siglo XVIII

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 

SUAREZ ARGÜELLO, Clara Elena, Camino real y carrera larga. La arriería en la Nueva España durante el siglo XVIII, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1997, 350 p.

 Reseñado por Eduardo Flores Clair

DEH-INAH

 En 1929, Salvador Ortiz Vidales, en el libro La arriería en México, compiló una serie de experiencias, anécdotas y pasajes de la vida de los actores sociales de la arriería. En forma fragmentada, describió la estructura general del transporte de mercancías durante el siglo pasado, para lo cual realizo una revisión exhaustiva en artículos y libros literarios sobre México. Hasta ese momento, la arriería sólo había sido un capitulo "incidental" en los escritos de viajeros y literatos, pero no se había reconocido su importancia vital e histórica. Como el autor decía: "El arriero con su atajo de mulas, llevando mercancías de una a otra parte, fue el único sistema de exportación, desde la dominación española, hasta poco después de la introducción de los ferrocarriles". Este antecedente sirve para resaltar aun más la trascendencia de la investigación de Clara Elena Suárez Argüello, porque hasta ahora no contábamos con un libro dedicado exclusivamente a la arriería, la cual, como es bien sabido por diversos estudios, fue el cemento de permitió unir las partes de los sistemas productivos existentes, estimuló la producción de un gran número de mercancías especializadas, estrechó las relaciones entre el mundo rural y el urbano, y tendió puentes de comunicación a lo largo y ancho del país.

Teniendo como marco de referencia conceptual la formación del mercado novohispano y la escasez de trabajos especializados sobre el tema, Suárez Argüello nos presenta dos historias enlazadas. Por una parte realiza un análisis cuidadoso de cada uno de los factores que constituyeron el transporte de mercancías en general. En segundo término, el texto se enriquece con el estudio particular de la arriería del tabaco. A lo largo del libro, la autora polemiza con todos aquellos historiadores que se han atrevido afirmar que durante la época colonial "el transporte de carga era ineficiente". Demuestra, a través de diversos testimonios y mediciones, que el trabajo de los arrieros era una actividad especializada y respondía a una organización "compleja y sofisticada".

Después de realizar una revisión historiográfica sobre la conformación del mercado novohispano y el funcionamiento del estanco de tabaco, la autora nos plantea la hipótesis que guía la investigación. Asegura que a finales del siglo XVIII existían distintas regiones altamente articuladas. Dicha "articulación se logró gracias a una red de transporte firmemente establecida y consolidada en la Nueva España que trasladaba mercancías tanto nativas como de importación y que coadyuvó a la integración del mercado". Suárez Argüello dice que las ciudades y los centros mineros se convirtieron en "imanes comerciales" que ayudaron a dinamizar diversos sectores productivos a pesar de que el transporte de mercancías se enfrentaba a malos caminos, enormes distancias, fletes elevados, la difícil estructura geológica y las inclemencias del clima de nuestro país. Frente a este conjunto de obstáculos, la autora concluye que hay que "entender el transporte como una secuencia ininterrumpida de respuestas a la demanda impredecible en la que interactúan fuerzas económicas y políticas".

Uno de los temas que más llamó nuestra atención es el referido a la geografía de la arriería. En el caso del transporte de tabaco, así como el de otras mercancías, los viajes eran impresionantes y casi inimaginables. Las recuas recorrían varios cientos de kilómetros por valles, montañas, ríos, desiertos y ciudades. Sólo para tener una idea de la magnitud de esta actividad, podemos decir que en 1800, el abasto del tabaco utilizó entre 25 mil y 30 mil mulas, las cuales viajaron principalmente a los campos de cultivo veracruzanos y a las ciudades consumidoras del norte del país como: Guadalajara, Chihuahua, Coahuila, Rosario, San Carlos de Santander, Durango, entre muchas más. Sobra decir que el sistema de arriería abarcaba buena parte del territorio y se encargaba de distribuir una infinidad de mercancías. De hecho, los arrieros, en sus distintas modalidades, llegaban hasta los lugares más recónditos del virreinato, soportaban un gigantesco esfuerzo y utilizaban un tiempo desmesurado.

¿Cuál era la distancia que recorrían las mulas en un día? Es probable que nadie pueda dar una respuesta exacta, pues el tiempo que se consumía de un lugar a otro era muy relativo. Para realizar un calculo cercano, habría que tomar en consideración un gran número de variables (económicas, físicas, estacionales, ciclos agrícolas, políticas, etc.), las cuales determinaban el transcurso de los recorridos. Este problema nos lleva a recordar un cálculo que realizó el inglés Henry George Ward, durante su primer viaje entre Veracruz y la ciudad de México, en 1823. Este afirmo que "el paso ordinario de un arriero cuando las mulas llevan su carga completa de doce arrobas (300 libras [138 kilogramos aproximadamente]) no excede de cuatro leguas por día" [o 16.76 kilómetros]. Los datos que maneja la autora son muy semejantes a los de Ward y por ejemplo, asegura que, "viajar a Rosario desde la ciudad de México era recorrer 293 leguas (1,198.37 kilómetros) con un tiempo promedio de 77 días". Solo por hacer una comparación fortuita y que podamos imaginar la enorme magnitud de las distancias terrestres de nuestro país, retomamos el viaje del virrey marqués de Branciforte, quien en 1794, viajó de Cádiz a Veracruz en tan solo 47 días. En otras palabras, el recorrido entre el puerto europeo y el americano se podía realizar en poco mas de la mitad del tiempo que el que representaba un viaje al norte del virreinato.

Otro aporte significativo del libro es el relativo a los costos y gastos de los fletes de mercancías. Contradiciendo lo que se había venido repitiendo por diversos autores sin realizar investigación directa en las fuentes, Suárez Argüello revela que dichos costos no eran tan altos como se pensaba. Escribió que "es real la norma de que para los productos de un bajo valor monetario su transporte tenia un alto costo, mientras que para las mercancías de elevado valor el costo del transporte era poco significativo". A partir de ahora, las investigaciones sobre los procesos productivos tendrán la obligación de cuantificar el impacto de dicho gasto sobre los costos de producción, con el fin de seguir desmitificando la idea de los altos costos que representaban los fletes.

La lectura del Camino real... me hizo recordar otro excelente libro sobre "trajinantes" en el Perú. En él, Luis Miguel Glave, entre otras cosas, analiza los circuitos comerciales de una vasta región. Paradójicamente, cada libro estudia una de las principales actividades en cada virreinato: la coca y el tabaco. Es bien sabido que ambos productos tuvieron un enorme impacto económico, político, social y cultural en nuestras sociedades. Sin embargo, el tiempo ha pasado y en la actualidad existe un proceso represivo que amenaza nuestras raíces históricas.

Por último, el libro no sólo resulta ameno, sugerente, informativo y quizá, para algunos, hasta cierto grado polémico, por su carácter general. Pero pensamos que en realidad es una invitación directa para que otros estudiosos de la historia económica de México se preocupen por esta problemática y se incorporen a esta nueva discusión por medio del estudio particular de las diversas actividades económicas, con lo cual el panorama de la arriería adquirirá su real complejidad. Pues de hecho se cuenta con materiales disponibles en los diversos archivos y resulta imprescindible conocer las distintas maneras en que circulaban las mercancías, para tener el cuadro completo.

 

Eduardo Flores Clair

DEH-INAH



 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia Económica

Perfil académico

Datos generales
Nombre: 
Marina
Apellidos: 
Altamirano
País de residencia: 
Argentina
Ocupación: 
Estudiante de grado
Institución de estudio o trabajo: 
ISP Dr. Joaquín V. González
Época de interés: 
Colonial
Contemporánea
General
Los Años Recientes
Porfirismo y Revolución Mexicana
Prehispánica
República, Imperio y Reforma
Revolución e Independencia
Área de interés: 
Bibliotecas y Archivos
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Historiografía
Teoría, Filosofía y Metodología de la Historia

sobre Patricia Osante, "Orígenes del Nuevo Santander, 1748-1772"

Autor: 
Jorge Silva Riquer
Institución: 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Síntesis: 

Patricia Osante, Orígenes del Nuevo Santander, 1748-1772, México, Universidad Nacional Autónoma de México - Universidad Autónoma de Tamaulipas, 1997, 300 p., cuadros, mapas.


Reseñado para H-MEXICO por Jorge Silva Riquer

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

 El trabajo que publicó Patricia Osante por medio de dos instituciones de educación superior aborda un espacio y tiempo importantes en la formación del territorio novohispano del siglo XVIII. Es precisamente el territorio del Nuevo Santander, conocido como el Seno Mexicano, entre 1748 y 1772. Parte de una reseña que comprende casi todos los aspectos que se presentaron en este espacio colonial desde el momento de la conquista y algunos de los problemas a los que se enfrento la política de colonización española a lo largo de los siglos XVI y XVII. Hechos que estuvieron marcados por la presencia de sujetos que tuvieron una trascendencia en la organización de la nueva colonia, o bien por los propios planteamientos que se llevaron a cabo para la colonización del norte de Nueva España.

Osante no deja de mencionar los temas inherentes a esta problemática, asuntos como la cuestión geográfica, la presencia de los grupos indígenas, la incursión de los misioneros españoles, civiles y religiosos, como parte importante del escenario donde se desarrolla el problema central del texto. Estos elementos se encuentran en los primeros capítulos del libro. Posteriormente la autora nos presenta el punto central de su investigación: Los proyectos de colonización del Seno mexicano y principalmente el que llevó a cabo José de Escandón entre 1748 y 1772. Al final fue el que tuvo los mejores resultados, según la autora, y aparentemente sin tener un mayor costo que el establecido al principio por la corona española. Los anteriores habían sido muy gravosos y la Real Hacienda había tenido que subsidiarlos, con resultados no siempre satisfactorios.

La autora, después de una explicación completa sobre lo que para ella son las bases analíticas, presenta la propuesta de Escandón para llevar a cabo el establecimiento de los centros urbanos necesarios para la colonización y formación del Nuevo Santander. La diferencia radicaba en cómo llevar a cabo la colonización, entre la propuesta que mantenía la corona española para establecer poblaciones en el septentrión de Nueva España y la que llevaría Escandón. La variación en la propuesta es que fuera una empresa mixta la que llevara a cabo el proceso de poblamiento del Seno Mexicano. Consistió en que fueran los hombres "prominentes" quienes invertirían en los gastos de traslado y establecimiento de un numero de pobladores en cada una de las villas y ciudades a establecer, además de asumir parte de los gastos de manutención. Por su parte Escandón debería cubrir los gastos de los oficiales y funcionarios que asumieran la obligación de controlar y aplicar las disposiciones necesarias para el establecimiento de los nuevos centros. Estas erogaciones estaban perfectamente determinadas desde antes y que debería cubrir la Real Hacienda.

Escandón propuso llevar a cabo dicha colonización con base en la negociación que realizó con las autoridades virreinales y con los futuros pobladores. Con los primeros se determino que sólo se les apoyaría con una determinada cantidad, la que proporcionaría la Real Hacienda, además que no se pagarían los salarios a los militares, que por lo regular elevaban el costo del poblamiento y sostenimiento; los pobladores recibirían una exención impositiva por un total de 20 años, tiempo en el cual se lograría consolidar la agricultura, ganadería y comercio en la región. Con los particulares u hombres "prominentes" el acuerdo fue que ellos realizaran los gastos de traslado y establecimiento de los pobladores, así como lo referente a la consolidación de los sistemas de producción agropecuaria; recibieron a cambio el nombramiento de autoridades de las ciudades y villas, en ciertos casos algunos pagos por ser parte del aparato militar y lo más importante se adueñaron (o bien confirmaron), de extensiones de tierra para su provecho. Por su parte Escandón recibió el apoyo para convertirse en el jefe de la provincia y determinar lo conducente en todo, además de que en ciertas ocasiones tuvo que desembolsar parte de sus ingresos para apoyar su proyecto.

Un asunto importante, nos dice Osante, fue la relación que debieron establecer con los indígenas de la región, caracterizados como irredentos y "cazadores recolectores". Si bien hubo varios intentos previos de sometimiento bajo el patrón anterior de poblamiento, Escandón se comprometió a reducirlos sin cargo a la Real Hacienda. La propuesta que presentó fue el reparto de tierra dentro de los nuevos espacios urbanos que se establecerían. Y otro punto importante era abrir un puerto al comercio exterior e interior en Soto la Marina, así como construir los caminos necesarios para fomentar el comercio en la provincia para beneficio mutuo.

El resto del texto nos presenta las consecuencias de su intento: colonización estable, creación de villas y ciudades, empresas ganaderas, con poco desarrollo agrícola. Hubo un momento en que se presentaron crisis de subsistencia, y sin lograr el establecimiento del puerto al comercio en Soto la Marina por la férrea defensa para no permitir habilitar otro puerto al comercio exterior que hicieron los comerciantes del Consulado de México. Dentro de la explicación de los resultados Osante nos presenta y resalta cuales fueron los logros y beneficios, pero menciona con menor énfasis los fracasos y algunos problemas que no explica del todo, mucho menos satisfactoriamente.

Por ejemplo los hombres "prominentes" se beneficiaron de toda la propuesta, consolidaron sus propiedades de agostadero en la provincia, se convirtieron en los jefes militares y autoridades civiles, controlaron la fuerza de trabajo, en algunos casos encabezaron las incursiones para someter a los indígenas que posteriormente obligaban a trabajar en sus propiedades. Respecto al otro sector que también participó de dicho proyecto, los grupos de castas e indígenas que fueron trasladados a estos nuevos asentamientos con la promesa de reparto de tierra y mejores posibilidades de reproducción, fueron engañados y se convirtieron sólo en trabajadores de los verdaderos dueños, los hombres "prominentes". Sin embargo, aquí una pregunta que no se responde es cómo lograron asentar y obligar a esta población a trabajar bajo condiciones similares a las que estaban en sus lugares de origen. Si se recuerda que no existió la ayuda espiritual de los religiosos y mucho menos la presencia militar ¿cómo es que mantienen a la población en estas condiciones, con sólo el reparto de la tierra que se proporcionó sólo a la ciudad o villa? Otro aspecto que no cuestiona la autora son las incursiones y sometimiento de los indios de la región, los cuales, según ella misma son una gran variedad, asunto que sin duda obstaculizó los primeros intentos de colonización por parte de las autoridades españolas ¿cómo resolvieron Escandón y los hombres "prominentes" este problema, que no fue menor?

El trabajo es sin duda un estudio interesante que presenta la explicación, más o menos completa, del proyecto que encabezo Escandón para poblar el llamado Seno Mexicano, o la provincia del Nuevo Santander. Rico en referencias documentales, no deja de lado el abundante material bibliográfico que se ha publicado; todo ello le permite a la autora presentar una visión general del problema desde sus orígenes hasta la propuesta de Escandón. Por ultimo es de destacar que Patricia Osante se esmeró en la redacción, asunto importante ya que hace más accesible la lectura de su extenso trabajo.

 Jorge Silva Riquer

Instituto de Investigaciones José Ma. Luis Mora

 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia Regional

sobre "Las minas hispanoamericanas a mediados del siglo XVIII."

Autor: 
Eduardo Flores Clair
Institución: 
DEH - INAH
Síntesis: 

Isabel Galaor, D. Gloner, Bernd Hausberger, M. Hoflein, G. Probst, R. Scheffel, S. Thamm, Ngozi V. Voel (eds.), Las minas hispanoamericanas a mediados del siglo XVIII. Informes enviados al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, Vervuert Verlag, Frankfurt am Main, 1998, 244 p.

 

Por Eduardo Flores Clair

DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia


Durante el siglo XVIII, el imperio español requirió de una enorme cantidad de información de sus vastos territorios para diseñar e impulsar una política modernizadora, que le ayudara a reforzar su dominio, aumentar su eficiencia y aprovechar los recursos para incrementar los caudales de las arcas reales. La corona seguía muy de cerca el postulado de saber es poder; por ello, los funcionarios pusieron en marcha diversos planes para la compilación masiva de datos. Casi siempre, este tipo de acciones fueron duales, es decir públicas y secretas, políticas y académicas. Pero en esta estrategia, la ciencia jugó un papel determinante como portadora de los intercambios culturales. A este respecto habría que mencionar el financiamiento de las costosas expediciones americanas de diversa índole, la creación de instituciones de enseñanza, la promoción de publicaciones y la solicitud de informes rigurosos que dieran cuenta exacta de las materias que más interesaban al rey, para proteger sus intereses.


Este libro es producto de esa política científica que fue impulsada con las reformas borbónicas. La investigación fue encabezada por Bernd Hausberger, profesor de la Universidad Libre de Berlín, en colaboración de un grupo de alumnos y con la supervisión de Isabel Galaor. El estudio se inició con el descubrimiento de un legajo en el Archivo General de Indias que contenía trece informes de las minas americanas, los cuales habían sido generados a partir de una iniciativa colonial. En 1752, la corona española intentó crear el Gabinete de Historia Natural y envió una serie de instrucciones a los virreyes residentes en América, con el fin de reunir información suficiente sobre la situación económica y las técnicas que se utilizaban en los reales mineros. Además se les pidió que remitieran diversas muestras de mineral con el fin de hacer estudios y formar una colección.


Sobre el cumplimiento de esta disposición se tenía una pequeña señal. Álvaro López Miramontes, historiador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, encontró siete informes sobre las minas novohispanas en el Archivo General de la Nación y se encargo de publicarlos en 1975. En ese entonces, el autor tenia la intuición de que existirían más informes de otros centros mineros, aunque no se les había localizado. Por este hecho, el hallazgo y publicación de estos nuevos informes vienen a ser un complemento de gran importancia y quizá en el futuro se encuentren algunos más, pues aun faltan los reportes de varios centros mineros muy conocidos.


Teniendo en cuenta la organización del trabajo, podemos decir que el libro se encuentra dividido en cuatro partes; cada una de ellas es una contribución significativa a la historiografía minera. En la primera, Hausberger escribió un ensayo donde se contextualiza el conjunto de documentos. En segundo lugar, con la ayuda de los colaboradores, se realizó un esbozo general de cada uno de los centros mineros. En tercer lugar se encuentra la edición de los informes que fueron enviados por las autoridades coloniales y finalmente, el texto se acompaña de un útil glosario y una muy completa bibliografía sobre la minería y el desarrollo de la ciencia a ambos lados del mar. En el ensayo introductorio, el autor se centra en la polémica sobre el crecimiento de la producción de metales preciosos en Hispanoamérica, gracias a la política de fomento y protección colonial. Hace una cuidadosa revisión del desarrollo de la ciencia y evalúa su importancia respecto a las valiosas obras que aportaron. Se incluye una sugerente comparación entre las condiciones de desarrollo minero en el espacio andino y novohispano, se analizan factores como el capital, la población trabajadora, el proceso de trabajo, el circuito de comercialización, el sistema de crédito, entre otros. Plantea la necesidad de renovar la investigación impulsando estudios sobre la multitud de pequeñas explotaciones y sugiere que la historia minera no se restrinja a los metales preciosos como lo ha hecho hasta ahora.


Una de las ideas que no compartimos con Hausberger, se refiere a la relación entre religión y ciencia. El autor señaló que "el trabajo científico y la interpretación de la naturaleza poco a poco se liberaron de la influencia de las creencias religiosas, con lo que desapareció uno de los obstáculos principales para su avance". Nos parece que la afirmación no tiene mucho que ver con la realidad, tanto de la metrópoli como de los virreinatos. Entre los mas destacados impulsores de la ciencia se encontraban notables eclesiásticos. Incluso en los centros de enseñanza que estimuló la ilustración, se continuó impartiendo la religión como parte de la educación de la nuevas generaciones ilustradas.


Es notable el esfuerzo por reunir información sobre los trece centros mineros localizados en los virreinatos del Perú y Nueva España; en esta historia fragmentada se recupera el tiempo y la memoria de estos pueblos que fueron muy admirados por los ricos hallazgos de metales preciosos pero que hoy, en su mayoría, muestran un estado de enorme decadencia. El contexto histórico de cada una de las zonas se distingue por su variabilidad de tratamiento. Algunos han dejado una huella mas profunda; su producción ha sido tan sobresaliente que han generado gran cantidad de testimonios y documentos. En cambio otras, se conocen poco y siguen siendo un misterio; en su mayoría gozaron de una bonanza efímera y luego padecieron una borrasca duradera. Por esta razón, el rastrear su acontecer histórico resulta una tarea difícil de cumplir plenamente. Es evidente que se conocen mejor, para distintas regiones mineras, las primeras exploraciones y explotaciones que se hicieron durante los años de conquista. Después, la historia se estanca, viene una etapa de agotamiento que puede ser mas o menos prolongada. En general, son escasos los datos sobre el siglo XVII y poco sabe que es lo que pasó en esa etapa, pero la información vuelve a fluir en la segunda mitad del siglo XVIII. Con esto no se pretende decir que se deba todo a las reformas borbónicas, sino que seguía existiendo esa inquietud por seguir explotando minas que habían tenido buenos resultados en periodos anteriores. Algunos esbozos se prolongan hacia las primeras inversiones de capital extranjero y hoy en día siguen explotándose.


De hecho estos informes son producto de una iniciativa científica fallida, pues el Gabinete que se planeaba realizar quedó por muchos años en el olvido. Sin embargo, estos datos dieron origen a una fuente de gran calidad, la cual brinda la posibilidad de realizar diversas investigaciones en distintas áreas. La lectura de cada uno de los trece documentos puede despertar el interés en diversos sentidos; por ejemplo, el nombre de las minas, que en general eran de advocaciones marianas como Nuestra Señora del Rosario o Nuestra Señora de la Concepción, dan la idea de que a esos lugares se les atribuye una cierta religiosidad como en los tiempos prehispánicos. Sobre este punto, llama mucho nuestra atención que distintos informes confirmen que en la región andina, las minas "fueron labradas por los incas". Respecto a los datos económicos y técnicos tenemos dudas sobre su veracidad, pues si bien es cierto que se describen los procesos de trabajo a grandes líneas, también es cierto que se nota un temor relativo por la posibilidad de que se les aumenten los impuestos. De hecho, casi siempre, declararon que solo producían minerales pobres, que los costos eran muy altos y las ganancias casi no existían. Al respecto, Prudencio Pérez, del Cerro del Potosí, escribió: "Y del pobre interesado paga todos estos defectos y vive aniquilado y destruido sin créditos, como me sucede a mí que distribuyendo mas de dos mil pesos en cada semana en gastos de cerro e ingenio no tengo con que comer el domingo". Esta situación, la aprovecharon algunos para demandar "auxilios" y reclamar por los altos impuestos a que estaban sometidos.


Respecto al glosario que se incluye en el libro, resulta muy significativo ya que aclara el significado de esa terminología tan especializada que no siempre se explica al lector. Esta herramienta, imprescindible para la lectura, se apoyo en la excelente obra de Frédérique Langue y Carmen Salazar Soler, Diccionario de términos mineros para la América Española, siglos XVI-XIX. Sin embargo, como todo diccionario, siempre es susceptible de enriquecerse como lo demuestra el libro reseñado.

 Este libro puede resultar atractivo tanto a especialistas como a publico en general que deseen conocer la situación de las minas americanas en un periodo de vital recomposición; su lectura evoca imágenes donde la frustración y el desaliento de los pueblos mineros se combina con la fuerza esperanzadora de volver a los días de gran esplendor y riqueza.

 Eduardo Flores Clair

zarate@conacyt.mx

DEH- Instituto Nacional de Antropología e Historia

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Colonial
Área de interés: 
Historia Económica
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