General

Perfil académico 1172

Datos generales
Nombre: 
Gabriela
Apellidos: 
Canizal Jiménez
Ocupación: 
Estudiante de grado
Institución de estudio o trabajo: 
Universidad Autónima del Estado de Morelos
Época de interés: 
General
Área de interés: 
Bibliotecas y Archivos

Perfil académico 918

Datos generales
Nombre: 
Manuel Alejandro
Apellidos: 
Bautista González
País de residencia: 
Estados Unidos
Ocupación: 
Investigación
Otra ocupación: 
Ph. D. Candidate
Institución de estudio o trabajo: 
Columbia University in the City of New York
Época de interés: 
Colonial
Contemporánea
General
Área de interés: 
Historia Económica
Proyecto personal
Título del proyecto, área de interés o motivo de suscripción: 
Historia económica, financiera y empresarial de México y Estados Unidos, s. XIX y XX
Descripción: 

Mi interés particular es la historia de las relaciones comerciales y financieras de México y Estados Unidos, en particular la circulación del peso de plata mexicano en Estados Unidos entre la república norteamericana temprana y el inicio de la guerra civil.

Otra información
Actividades de difusión: 
<p>Editor de la Asociaci&oacute;n Mexicana de Historia Econ&oacute;mica (2008-)</p> <p>Editor de la red de investigaci&oacute;n &quot;Histories of/Historias de USA-MEX&quot; (2015-)</p> <div> &nbsp;</div>
E-mail de contacto: 
Imagen o foto: 

Perfil académico 766

Datos generales
Nombre: 
Gabriela
Apellidos: 
Arreola Meneses
País de residencia: 
México
Ocupación: 
Investigación
Institución de estudio o trabajo: 
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
Época de interés: 
Colonial
General
Prehispánica
Área de interés: 
Didáctica y Divulgación
Etnohistoria
Geografía Histórica
Proyecto personal
Título del proyecto, área de interés o motivo de suscripción: 
Poblamiento y conformación espacial del Noreste novohispano
Descripción: 

Geografía histórica

Otra información
E-mail de contacto: 

Perfil académico 618

Datos generales
Nombre: 
Angel Rafael
Apellidos: 
Almarza Villalobos
País de residencia: 
México
Ocupación: 
Docencia Universitaria
Institución de estudio o trabajo: 
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Época de interés: 
Colonial
General
Revolución e Independencia
Área de interés: 
Ciberhistoria
Historia Latinoamericana y del Caribe
Historia Política
Proyecto personal
Título del proyecto, área de interés o motivo de suscripción: 
Representación política y prácticas electorales. El caso de Colombia y el Río de la Plata, 1819-1831
Descripción: 

“Representación política y prácticas electorales. El caso de Colombia y el Río de la Plata, 1819-1831”

Otra información
E-mail de contacto: 
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Historia a Debate: Conversación con Carlos Barros

Autor: 
Antonio Ibarra
Síntesis: 




H-MEXICO, GRUPO SOBRE HISTORIA Y SOCIEDAD MEXICANAS

 

Conversación con Carlos Barros, en el Salón Virtual “Las Glorias de Clío”

Viernes 5 de septiembre de 2003

 

Antonio Ibarra: Buenas tardes, colegas.
Felipe Castro: Les damos a todos la bienvenida a ese nuevo espacio de comunicación
Antonio Ibarra: Dos palabras sobre Carlos Barros e Historia a Debate, una pregunta inicial y seguimos el curso de la discusión.

Felipe Castro: Todos hemos seguido la evolución de Historia a Debate, una red que ha permitido superar el aislamiento que tradicionalmente han mantenido entre sí las comunidades académicas hispanoamericanas.
Antonio Ibarra: Carlos es mas conocido en la red que en su casa de Santiago de Compostela. Promotor hace una década de la primera gran red de historiadores en castellano, Historia a Debate, ha abierto una ancha brecha en la comunicación virtual entre historiadores
Carlos Barros: Pues sí, lo demás es conocido, vivo en una aldea gallega de siete vecinos de origen medieval, pero global....
Antonio Ibarra: Y bueno, Carlos ¿como nace el proyecto de HaD?
Carlos Barros: HaD nace en 1999, en el I Congreso en Santiago de Compostela, ahora estamos organizando el III Congreso (julio 2004, estáis invitados), y en 1999 (II Congreso) aterrizamos en la red, que cambió nuestra vidaaaa..... hasta que el 11 S de 2001 lanzamos también por Internet las 18 proposiciones del Manifiesto, marcando tendencia y más debaaaate....

Antonio Ibarra: Pero el proyecto se proponía saltar de la aldea gallega a la aldea virtual: ¿cómo fue la experiencia de migración gallega virtual? Claro, en términos de despertar una gran comunidad aldeana de historiadores de habla castellana y 8 lenguas más.
Felipe Castro: Una cuestión que se presenta de inmediato es la de las posibilidades que ofrece este tipo de comunicación, sobre todo desde que se estableció el procedimiento de adhesiones al "Manifiesto"
Rigoberto Rodríguez: Carlos, cómo sientes la recepción de HaD en México? Yo aprecié un gran optimismo en la I Jornada en la Biblioteca Nacional de la UNAM, el lunes pasado. Me dio una gran alegría la presencia de jóvenes, que como en todo, son el futuro de toda actividad, sea científica o deportiva.
Carlos Barros: Como sabes la parte principal de nuestra red/tendencia es la generación 30-40 años, es muy importante de cara al futuro, donde estamos algunos del 68 que todavía nos animamos con los compromisos, historiográficos en este caso....
Felipe Castro: ¿Cuál ha sido la respuesta de las distintas comunidades nacionales? Mi propia experiencia en H-México ha sido que aunque el “medio” es el mismo, la respuesta de distintos grupos culturales puede ser muy diversa, pasando del entusiasmo, al escepticismo moderado hasta la indiferencia.
Carlos Barros: Me faltó decir que la recepción en México, en este mi cuarto viaje académico, está resultando fantástica, me confirma que México es el segundo apoyo nacional de nuestra comunidad/red... Viva México, pues
Carlos Barros: Decir además que debemos mucho de la recepción de HaD en México a proyectos y redes hermanos como H-México y otros...
Felipe Castro: Carlos introduce un tema que es muy adecuado: el de las diferencias generacionales frente a la comunicación "virtual".
Antonio Ibarra: Y es que la barrera generacional del uso del Internet nos está dejando como aficionados "maduritos", lo cual supone que las posibilidades de desarrollo dependerán mucho de una generación formada en el uso de fuentes multimedia y online. En ello, también la creatividad de jóvenes historiadores cambiará el semblante de la información disponible ¿no lo creen?
Rigoberto Rodríguez: Tiene razón Antonio en lo que se refiere a la brecha generacional en materia del uso de internet. Tenemos que promover el uso entre los estudiantes, pero más entre nosotros mismos como profesores.
Felipe Castro: Es posible que la transición concluya cuando lleguen al mundo de la academia los jóvenes para los que hoy día la comunicación en línea es una experiencia cotidiana
Rigoberto Rodríguez: Qué bueno que estemos colocados en esa posición y que nos esforcemos por mantenerla, a la vez que enriquecemos los presupuestos del Manifiesto.
Rigoberto Rodríguez: En efecto, creo que de lo que se trata es de sumar fuerzas por la academia, en este caso por la historia, teniendo como preocupación el presente y el futuro de individuos y colectividades, así como del medio ambiente.
Carlos Barros: En efecto, se trata de definir el papel de cada una de las tres generaciones en juego tanto en Internet como en la reconstrucción historiográfica, ligando las partes más dinámicas de los de '20 años, 30-40 y 50-60, siempre sobre la base de una nuevas historiografía desde abajo, sin esperar los "grandes historiadores" y verdades relevadas...
Antonio Ibarra: Pero lo que hemos hecho en una década para HaD y 8 años en H-México ¿debería ser vista como una plataforma para otras iniciativas no?
Rigoberto Rodríguez: Así es, la multiplicación de las iniciativas es la llave del futuro de nuestra disciplina y de la academia.
Carlos Barros: Las redes digitales han de servir para otras actividades académicas, más convencionales, tal vez el nuevo paradigma esté en la mezcla digital/presencial pero sobre la base de lo primero, pues es el medio más horizontal y democrático
Felipe Castro: Pero, en temas más amplios que los que interesan al grupo de quienes desarrollan medios virtuales de comunicación... HaD ha venido a renovar el interés por los temas más amplios, aquellos que se refieren a como y para qué hacemos historia.
Felipe Castro: ...que contrasta notablemente con la tendencia más reciente al eclecticismo.
Carlos Barros: Sí sí, aunque yo diferenciaría eclecticismo de pensamiento complejo, eh, porque la nueva racionalidad nos enseña que dos cosas contrarias pueden ser ambas ciertas. Hay críticas al "eclecticismo" que reflejan cierta nostalgia del pensamiento simplista, base del dogmatismo; no me refiero a Felipe, claro...

Rigoberto Rodríguez: Aquí la frase de que el futuro de la historia está en que atienda la preocupación de las comunidades por el futuro es clave para entender la necesidad de contribuir a la reflexión de temas contemporáneos.

Felipe Castro: En lo personal, me ha llamado mucho la atención la insistencia en que el historiador, que se ocupa del pasado, no debe ser indiferente a los temas contemporáneos.
Carlos Barros: Toda actualización historiográfica que se precie, no solo HaD, tiene que seguir con atención lo contemporáneo, en el sentido de coetáneo, inmediato. Y lo inmediato lleva al futuro, por la aceleración histórica e historiográfica que estamos viviendo
Rigoberto Rodríguez: En materia de racionalidad y cultura popular, como componentes de las cosmovisiones, el científico social, incluido el historiador, debe ser cuidadoso para promover sus ideas en el gran público.
Rigoberto Rodríguez: Por ideas me refiero a los productos de sus investigaciones y sus reflexiones.
Carlos Barros: Cierto, pero me refiero a un plano más filosófico, es decir, superar a Descartes y su mundo de blanco y negro, la ilustración ingenua y demás, volver a leer a los clásicos de la dialéctica y los nuevos de la teoría de la complejidad
Felipe Castro: Por razones que habría que considerar con cuidado, en México la historiografía se ha alejado de los temas contemporáneos, tanto en la docencia como en la investigación. Lo cual es más bien una involución, porque los historiadores del siglo XIX vivían inmersos en la política, y escribían sobre situaciones que para ellos eran inmediatas.
Antonio Ibarra: Resulta paradójico: frontera en los medios y resistencia a los temas contemporáneos
Rigoberto Rodríguez: Felipe, creo que las ideas del manifiesto nos pueden ayudar a repensar nuestra actividad de investigación y ubicarlas en el continuum pasado, presente, futuro. Independientemente del periodo y tema que trabajemos se puede hacer la relación con el presente y con el futuro.
Carlos Barros: Bueno, la ola de academicismo, el hábito conservador de ocultar el propio compromiso nos inunda, forma parte del retorno a Ranke. Es bueno pues recordar otras experiencias del siglo XIX, además de que tenemos que entender la historia que estamos viviendo, y esperar para analizarlos los preceptivos 50 años (un mito positivista más).
Carlos Barros: Me equivoqué (¡esto va tan rápido!) quise decir que no debemos esperar 50 años, debemos hacer ya Historia e Historiografía Inmediatas
Rigoberto Rodríguez: Como lo señalé en las Jornadas, de lo que se trata es de hacer patente esa relación con la contemporaneidad y con el futuro, que de todas maneras es posible hacer. Me parece perfecto que se cuelgue de inmediato el Manifiesto en H-México.

Carlos Barros: Rigoberto, cierto, a ver si los temas de actualidad que vamos a incluir en el III Congreso crean un buen precedente en congreso de historiografia: 11 S, globalizaciones, Proyecto Nuevo Siglo Americano...
Antonio Ibarra: Sin embargo, me parece que la red es apenas una posibilidad de crear un orden de comunicación recién incorporado al "trabajo académico" en estricto sentido, quiero decir, la resistencia al medio se desprende de un conservadurismo a la distribución de las ideas sin mediar la letra impresa: no solo Ranke también Gutemberg pesan en nuestro inconsciente
Rigoberto Rodríguez: Si no atendemos la historia inmediata a través de las producciones historiográficas, estaríamos contribuyendo al desinterés social por nuestra disciplina.
Carlos Barros: De acuerdo, Antonio, debemos ser pedagógicos, con todo, no me resigno a que mi generación esté perdida para Internet, entre otras cosas porque todo lo realmente nuevo está en Internet, o no es nuevo
Antonio Ibarra: Y claro, pero el impacto de una historia visual, de los símbolos y representaciones parecería tener en el Internet el medio idóneo. Sin embargo, creo que estamos rezagados en ello, pese a nuestro optimismo
Carlos Barros: Otra aclaración, me refería a mi generación biológica o política, no a la académica, pues soy como sabéis un historiador de vocación tardía como Rigoberto, lo mejor de los dos mundos, espero
Rigoberto Rodríguez: El referente al presente y al futuro en nuestra actividad de investigación, docencia y difusión no solo mostraría el compromiso académico y social del investigador, sino que haría más atractivos nuestros proyectos para financiadores y el público.
Carlos Barros: Sinceramente no creo que H-México e H-Debate estemos rezagados sino en la primera línea de la nueva historiografía digital
Antonio Ibarra: Y convenga acaso decir que el envejecimiento institucional de los historiadores varía de sistema educativo de país a país. En España ¿no es así Carlos?, la osificación es visible. ¿Cómo ha promovido HaD la apertura de opciones a nuevas generaciones de historiadores?
Carlos Barros: En cuanto a envejecimiento ideas/edad Mexico/España no veo diferencia. La verdad, también es cierto que no todos lo jóvenes son renovadores y todos los viejos conservadores. Ayer tuve una entrevista con González Casanova. con más de 80 años e ideas más frescas que tantos y tantos del 68 y de las generaciones más jóvenes, y además se maneja por Internet...
Rigoberto Rodríguez: Saludo la permanente actualización de don Pablo. Es un estímulo para que mantengamos el optimismo.

Antonio Ibarra: De acuerdo. La tecla online no te hace ni más listo ni abierto a ideas renovadoras. Pero si bien hay una cierta informalidad en las redes de afinidad entre historiadores, quizá en no mucho serán la base para un nuevo entramado institucional: ¿podemos apostarle a eso?
Felipe Castro: Pero, por otro lado, la historia inmediata requiere de técnicas particulares (como la entrevista, la historia oral), y el análisis de otras fuentes (como la iconografía moderna, la que se difunde en los medios electrónicos) que las escuelas de historia, en general, no proporcionan.
Rigoberto Rodríguez: Felipe ha puesto a la mesa de discusión los problemas que tenemos que enfrentar, pero permanece incuestionable la necesidad de atender con el instrumental metodológico y teórico del historiador la historia inmediata, actual, presente.
Felipe Castro: También la historia reciente plantea problemas éticos, como los que implica el acceso reciente a los archivos de las antiguas agencias de inteligencia del gobierno mexicano, ahora disponibles en el Archivo General de la Nación.
Rigoberto Rodríguez: Para los mexicanos, la nueva legislación en materia de acceso a la información abre posibilidades que los historiadores no debiéramos desperdiciar.
Carlos Barros: Sobre la ética creo firmemente que en nuestro trabajo con problemas polémicos o sensibles debemos regirnos por valores universales más que por valores ideológicos al modo de los 70
Felipe Castro: Si, ciertamente. Y para los que nos formamos, por ejemplo, en la época del materialismo histórico (¿alguien recuerda la discusión sobre el modo de producción asiático?) la adecuación no resulta fácil de transitar.
Rigoberto Rodríguez: De acuerdo con una ética basada en valores universales, sin dejar desde luego de mantener la reflexión sobre los cambios de valores, al igual que la permanente renovación de los paradigmas.
Carlos Barros: Toño, está naciendo una nueva academia en Internet, algunos tardarán en enterarse, casi mejor ¿no?
Carlos Barros: Felipe, en el III Congreso vamos a poner a debate otra vez lo de los modos de producción y la búsqueda de categorías para caracterizar sociedades y transiciones
Antonio Ibarra: Y en ello HaD supone un tabique fundamental, sin lisonja, porque han saltado la barrera lingüística, generacional y taxonomia temática tradicional dela historia. Me pregunto si a la vuelta de una década tendremos en Mexico un experimento convergente ... Gracias Carlos
Carlos Barros: Como que nos damos las gracias entre nosotros, somos los mismos, buena parte de H-México está en HaD, y viceversa

Antonio Ibarra: Que los odres sean viejos ayuda, que los vinos se renueven importa ...
Felipe Castro: Gracias, también, a Carlos Barros. Esperamos en otra ocasión que siga discutiendo estos temas con nosotros, quizá desde su tierra natal, aprovechando estas nuevas facilidades de comunicación
Antonio Ibarra: Y con la autoridad virtual que da la comunidad virtual, esperemos que este principio nos deje el aliento para seguirle. Y bien Carlos, gracias por tu entusiasmo, nos leeremos de nuevo ...
Carlos Barros: vale, me despido, pues, enhorabuena a H-México que ha mejorado nuestro sistema de seminarios online de HaD, un abrazo de HaD para todos no seguimos viendo en la red de redes, donde está lo mejor de la profesión, de verdad

Rigoberto Rodríguez: Gracias a Carlos, Felipe y Antonio. Larga y fructífera vida a HaD y H-México. Hasta pronto.
Carlos Barros: es que nos despedimos y nos requetedespedimos, y nos queremos perder, y no nos vamos perder, viva Galicia (la vieja) y viva México (el viejo).

 




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La historia económica en México. Conversación con Carlos Marichal

Autor: 
Antonio Ibarra
Síntesis: 




CONVERSACIÓN CON CARLOS MARICHAL EN EL SALON VIRTUAL "Las Glorias de Clío"

Martes 30 de septiembre de 2003

 

Antonio Ibarra (AI): Hola colegas, estamos en línea con el Dr. Carlos Marichal, presidente de la Asociación Mexicana de Historia Económica y académico de El Colegio de México.

 

Profesor Marichal, a su parecer ¿en qué momento está la historia económica en México, como disciplina de conocimiento?

 

Carlos Marichal (CM): Comparado con otros países, la situación de la historia económica en México es francamente buena, tanto por el número de especialistas como en los temas que trabajan. Esto lo constato por conversaciones con profesores de otros países de América Latina pero también con algunos otros de países del llamado "primer mundo".

 

AI: ¿Tenemos una agenda de investigación propia? Me refiero a si existe una orientación de la investigación que nos distinga hoy en el mundo académico.

 

CM: No existe una sola agenda, ya que cada investigador evidentemente tiene sus prioridades. Pero si hay una serie de campos que han ganado muchos adeptos en los últimos años y se ve en la historiografía de México.

 

AI: Y ¿cuáles serían esos campos? ¿Cómo se podrían caracterizar en relación a nuestras tradiciones historiográficas?

 

CM: En los años de 1970 los campos que atraían más interés se referían a la historia agraria (haciendas y plantaciones), a la historia económica colonial en sentido amplio, y hacia los problemas del atraso, también en sentido muy amplio. Hoy día, en cambio, hay una tendencia a especializarse en el comercio y crédito colonial, en la historia fiscal, en la historia industrial por sectores, en la historia del medio ambiente, en la historia bancaria, etcétera.

 

AI: Y ese giro obedece a un cambio producido al interior de la historiografía mexicanista o por influencia de otras tradiciones?

 

CM: No creo que obedezca tanto a una influencia como al descubrimiento de una gran cantidad de nuevas fuentes. Por ejemplo, cuando se empezaron a encontrar fuentes para la historia fiscal en Sevilla y en México, los investigadores se lanzaron al tema.. Es más bien un problema de la fuente que "pesca" al investigador y lo atrae al tema, antes que a la inversa...

 

AI: ¿Es decir, que se debe en buena medida a una "explosión" en los inventarios de recursos de investigación? Pero ha habido, también, una nueva manera de acercarse a viejos temas ¿no es así? Pienso, por ejemplo, en la historia fiscal: nuevos datos suponen nuevas preguntas y luego enfoques diferentes que conducen a una nueva historiografía...

 

CM: Evidentemente. Hace treinta años se hablaba en términos muy generales sobre el papel del Estado en la economía colonial, enfatizando aspectos institucionales. Hoy en día, a raíz de las fuentes, podemos observar los múltiples niveles en los que se movía el Estado, regiones, ciudades, territorios grandes y chicos...

 

Felipe Castro: Como historiador dedicado a la historia social, la historia económica me ha sido siempre de gran utilidad. Pero, por otro lado, en ocasiones me parece que los estudios tienden a ver la historia económica "desde arriba", tal como la veían los funcionarios de la Real Hacienda o los ministros de Finanzas. Y pienso que también existe una historia económica "desde abajo", que podría ver por ejemplo como se realizaba la recaudación fiscal en concreto, y que significaba el pago del tributo o la alcabala para un contribuyente.

 

CM: Para contestar más concretamente a la pregunta de Felipe, coincido en que se está haciendo una historia fiscal desde abajo, que permite enlazar cada vez más la historia social con la económica.

 

AI: ¿Y eso explica porqué tenemos una nueva mirada sobre la importancia de los aspectos institucionales en el desempeño económico? Quiero decir, la vieja historiografía de las instituciones nos ha heredado un enfoque que está cambiando con nuevas fuentes y problemas ¿no es así?

 

CM: Bueno hay que tener mucho cuidado como definimos instituciones. Recordarás que Douglass North las define como normas y marcos legales más que en relación con el problema de las organizaciones en sí. Yo creo que tenemos que ir definiendo con más claridad que entendemos por historia o marco institucional

 

AI: Y bueno, es un tema abierto... sobre todo en nuestro pasado, obedeciendo a tradiciones mediterráneas e indígenas. Sin embargo ¿el impacto de la nueva historiografía de las instituciones explica algunos cambios en nuestra historia económica académica actual?

 

CM: Yo diría que está teniendo ahora mismo más impacto entre los historiadores económicos en los Estados Unidos y España, pero está desembarcando en México

 

AI: Y si nos ponemos ante el espejo, como historiografía económica, en su opinión ¿con qué escuelas dialoga la historia económica mexicanista?

 

CM: Diría que fundamentalmente con la de los Estados Unidos y con España de manera creciente y con investigadores en Sudamérica, aunque todavía de manera incipiente. Con los Estados Unidos el diálogo se ha ahondado especialmente en cuestiones referentes a historia industrial, historia bancaria, discusiones sobre los orígenes del atraso, etc. En el caso de España quizá sean más importantes las discusiones sobre la economía colonial y la transición a la independencia

 

AI: Y bueno ¿ese diálogo supone un lenguaje común? ¿Algo semejante se está produciendo en la historiografía norteamericana sobre América Latina? ¿Somos interlocutores o simplemente estamos repitiendo esquemas?

 

CM: Creo que en este momento se están logrando avances tan significativas en varios campos de investigación que no estamos repitiendo esquemas sino produciendo nuevas ideas, especialmente en historia económica colonial pero también en la exploración de la historia regional en el siglo XIX.

 

AI: Y en ello supongo interviene también una renovación de enfoques, metodologías y referencias teóricas: Si somos optimistas ¿puede pensarse que nuestra historiografía está generándolas? Claro, de manera pesimista, simplemente diremos que nos estamos poniendo “a la moda". ¿Qué supone usted que está ocurriendo entre los historiadores académicos?

 

CM: Creo que la renovación de enfoques y metodologías se está dando de manera particular por subdisciplinas. Por ejemplo los que trabajan historia fiscal y regional, han creado nuevos puentes que no existían anteriormente en la historiografía

 

AI: ¿Y en ello han intervenido más los historiadores económicos de formación en economía o en historia? Quiero decir, esta renovación también pasa por un mayor peso de la economía moderna en el análisis histórico ¿quienes han influido más en esta renovación temática?

 

CM: Yo diría que cuanto más nos acercamos al presente, más influencia tiene la nueva generación de economistas historiadores. Ello se relaciona con la posibilidad de vincular teorías de economía actuales con los problemas históricos analizados. Si quieres entender el funcionamiento de la banca moderna, por ejemplo, tienes que saber mucho de teoría económica. En cambio si quieres analizar una serie de casas comerciales o de comerciantes banqueros en el siglo XVIII puede ser mas útil un enfoque más tradicional de historiador... AI: Y sí, claro, pero también la cantidad y calidad de la información impone limites a la teoría: Si, por ejemplo, quisiéramos hacer unos estudios sobre las preferencias del consumidor en el siglo XVII tropezaríamos con dificultades insalvables. ¿Cómo ha resuelto la historiografía económica el problema de la abundancia de fuentes, en una época y campo como el fiscal, frente al vacío de fuentes respecto al consumidor?; ¿nos es útil la teoría del consumidor? Por ejemplo, una prosopografía para el análisis de las empresas premodernas...

 

CM: Pueden ser de enorme utilidad las teorías modernas tanto sobre problemas de consumo, como del funcionamiento de mercados financieros como los análisis de la innovación tecnológica, pero diría yo que quienes trabajan la economía de antiguo régimen o del siglo XIX en América Latina tienen que adaptar estas teorías, elaborar sus propios enfoques para hacer más historiables esas teorías. Hay muchas posibilidades de lograr un proceso creativo por parte de los historiadores económicos que eventualmente supongan un diálogo o confrontación con los economistas.

 

AI: Muy bien, entonces tenemos un reto de creatividad, dada la existencia de fuentes y una renovación en el paradigma de la disciplina. Ahora pregunto, ¿en su opinión que trayectoria es previsible en la historiografía económica sobre México?

 

CM: Yo creo que si bien la especialización debe y va a continuar por subdisciplinas, estudios de mercados y empresarios regionales, análisis cada vez más puntillosos de diferentes ramos fiscales, estudios de caso de empresas, etc., lo que se requiere en los coloquios y los seminarios es el debate sobre los presupuestos teóricos o el marco de preguntas que realizan los investigadores. Por ello se deben fomentar debates como el actual...

 

AI: Es manía de los historiadores, sin embargo, trabajar en solitario. ¿Cómo pueden potenciarse estos cambios en la disciplina para una agenda más o menos concertada si se mantiene este habito profesional? Quiero decir, muchas veces los congresos revelan avances, resultados, etc. pero con cierto rezago: ¿que convendría hacer para vincular los esfuerzos y creatividad de la comunidad de historiadores económicos?

 

CM: Efectivamente cuando se organiza y se participa en un Congreso es conveniente ir con una pequeña agenda de hipótesis a discutir para abrir el debate. Es bueno informar a los oyentes de algunos descubrimientos empíricos pero también de las preguntas claves que le llevan a uno a investigar. Esperamos que al organizarse el próximo Congreso de Historia Económica de la Asociación Mexicana de Historia Económica, a celebrarse en octubre del 2004, todos lleguemos con un arsenal de preguntas e hipótesis a discutir, para generar una agenda de debates y futuras investigaciones.

 

AI: Cualquier Congreso Nacional supone un amplio campo de investigaciones y preocupaciones académicas. Este sería el Segundo Congreso: ¿que balance se puede hacer desde aquel primero y las expectativas de hoy?

 

CM: El primer Congreso celebrado en octubre del 2001 incluyó a unas ciento y veinte ponencias y reveló el gran dinamismo y diversidad temática de la disciplina en México. Lo mejor fue que las mesas estaban muy bien organizadas por los coordinadores y esto debe repetirse para fomentar discusiones centradas y estimulantes Pero ahora tenemos un especial interés por atraer a investigadores de las diferentes regiones del país y doctorandos que estén llevando a cabo novedosas investigaciones El propósito general del Congreso es ofrecer un amplio foro donde se pueden conjuntar investigadores de diferentes subdisciplinas que ofrezcan un abanico amplio de los problemas más candentes que se están investigando hoy en día. Esperamos que el tema del Congreso, que se refiere al diálogo entre economía e historia, pueda atraer asimismo a los alumnos de licenciatura y Posgrado a esta disciplina francamente dinámica. Pero no es sólo en el Congreso que se lleva a cabo esta tarea de renovación, como bien sabe Antonio

 

Arturo Cuellar (AC): ¿Y qué nos sugiere a los que nunca hemos participado en un congreso? ¿Cómo podríamos empezar?

 

CM: Para contestar a Arturo, es bastante fácil participar en el Congreso. Se trata de enviarnos una propuesta concreta al sitio de la página de la Asociación Mexicana de Historia Económica (www.amhe.org.mx) o a mi dirección electrónica (cmari@colmex.mx) y lo habrá de considerar un Comité Académico encargado de inscribirlo en una de las mesas que se propondrán entre hoy y enero próximo.

 

AC: Me refiero concretamente a mi caso, pues vivo en los Estados Unidos y me es difícil viajar a México para participar en los diferentes eventos que se organizan allá.

 

CM: Como se va a organizar el Congreso en la Facultad de Economía de la UNAM, utilizando varias salas multimedia, va a posibilitarse la organización de varias mesas interactivas que serán transmitidas directamente en la red, a través de la pagina de la Facultad de Economía (http://herzog.economia.unam.mx ).

 

AC: Muchas gracias Dr. Marichal, tomaré muy en cuenta su atenta invitación. CM: Aunque el Congreso del 2004 es una meta muy importante a la que vamos a echar muchas ganas, debemos tener en cuenta que tratamos de lograr mantener un debate permanente a través de la página y múltiples seminarios de historia económica que se celebran en México en diferentes puntos a lo largo del año. Asimismo en la página de la Asociación tratamos de mantener informados a todos los interesados de las novedades bibliográficas que son muchas y muchos los nuevos temas que están descubriendo los historiadores económicos, día a día.

 

AI: El vinculo permanente es mediante el sitio de la propia Asociación de Historia Económica (www.amhe.org.mx ).

 

AI: Para concluir, agradeciendo al doctor Marichal su tiempo y paciencia, sólo nos resta pedirle nos mantenga la corriente del Congreso y las iniciativas de la Asociación Mexicana de Historia Económica

 

CM: Con gusto.

 

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sobre John H. Arnold, Una brevísima introducción a la historia

Autor: 
José Manuel Morales Palomares
Institución: 
Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Síntesis: 
JOHN H. ARNOLD, Una brevísima introducción a la historia, México, Océano, 2003, 184 pp.
 
John H. Arnold es un historiador inglés que ha trabajado temáticas relacionadas con estudios de género, sexualidad, religión, creencias y herejías en la Alta y Baja Edad Media, en Inglaterra y Europa. Prueba de ese interés, son los textos: The Preaching of the Cathars (Brill, 1998); Inquisition and Power: Catarism and the Confessing Subjetc in Medieval Languedoc (University of Pennsylvania Press, 2001).
Una brevísima introducción a la historia es una obra de divulgación y debate reciente en torno al quehacer de los historiadores y la filosofía de la historia. El texto, publicado en inglés por la Oxford University Press en el año 2000, Editorial Océano lo tradujo a fin de hacerlo accesible al lector hispano. Aunque el trabajo se autoproclama como breve e introductorio, los temas que aborda abren interesantes vetas de análisis y debate. Es una invitación, o más bien una provocación para que, quienes no sepan a ciencia cierta qué hace un historiador, se familiaricen con esa extraña vocación por el pasado; y para quienes se dedican profesionalmente a ello, reflexionen sobre la labor que realizan y se sientan tentados a asentir o disentir sobre las diferentes maneras de resolver los problemas fundamentales de la disciplina.
A juicio del autor, se pueden escribir tres tipos de libros cuyo cometido sea introducir al estudio del quehacer histórico. El primero sería una especie de manual sobre cómo practicar el oficio. El segundo, un estudio filosófico sobre las distintas teorías del conocimiento y el lugar que ocupa la historia en cada una de ellas. Y el tercero, una polémica que fomente el interés y el acercamiento para estudiar el pasado a detalle. John Arnold no reclama la exclusividad de ninguna de las tres posibilidades, pero sí retoma algo de ellas a lo largo de su exposición. Muestra a su vez distintas visiones sobre la historia, el cómo se investiga y para qué sirve hacerlo.
En los primeros tres capítulos se plantean algunas preguntas básicas de la disciplina: ¿qué es la historia?, ¿cómo ha sido abordado el problema de la historia en el pasado? y, por último, ¿cuáles son las fuentes con las que trabaja el historiador? Los capítulos intermedios abordan el trabajo con las fuentes y el problema de las interpretaciones. Los dos últimos capítulos (6 y 7) discuten en torno al lugar y el significado de la historia, la verdad y la importancia del oficio. En cada uno el autor introduce, a manera de ejemplo, algún tema o tópico de la historia de Europa o de los Estados Unidos. Así, a la par que el lector lee los testimonios y documentos, fuente primordial para el trabajo del historiador, también conoce las dificultades e interrogantes a las que éste se enfrenta. Sin duda, es una estrategia didáctica bien lograda, en la que el trabajo de archivo sirve de soporte al análisis filosófico de la historia.
El primer capítulo relata un conflicto religioso entre cátaros y dominicos en una aldea de los Pirineos del sur, en la Francia del siglo XIV. Las graves acusaciones y sospechas de herejía sobre alguno de los monjes involucrados en el problema llevaron al descubrimiento de un asesinato. Esto, afirma el autor, es una “historia”: un recuento verídico de algo sucedido hace mucho tiempo pero relatado en el presente. Una vez más el pasado adquiere vida y tiende puentes entre el ayer y el hoy. Pero, advierte que los historiadores no pueden contar todas las historias del pasado, pues hay criterios de selección, ya por abundancia o carencia de evidencias, ya por la relevancia de tratar ciertos temas, descartando otros. Historiar implica la activa participación del sujeto interesado, no termina con la presentación de los datos, sino con su interpretación. Cualquier evento, al estar ubicado en un contexto temporal y como parte de una red de relaciones, supone siempre la problemática de la construcción de los significados. El quehacer de la historia empieza y acaba con preguntas, por ello nunca termina su revisión y reescritura.
El segundo capítulo considera el carácter retrospectivo de la historia y el hecho de que ésta también debe ser “historiada”. ¿Se puede mirar atrás, al inicio de la “historia” como profesión? La pregunta remite no sólo a los orígenes y cambios experimentados por la disciplina en distintas épocas y lugares, sino también al cuestionamiento de nuestras propias certezas y maneras de indagación. Por lo anterior, la historiografía adquiere relevancia fundamental en la discusión de la disciplina y su objeto de estudio.
El tercer apartado intitulado “Cómo ocurrió en realidad: sobre la verdad, los archivos y el amor por lo viejo”, expone el desarrollo de la historiografía desde el siglo XVI hasta el XX; destaca los aportes fundamentales de académicos y pensadores que contribuyeron a la profesionalización de lo que hoy conocemos como “historia”. A partir de las líneas de argumentación referentes a la verdad, el manejo documental y la relación/distinción pasado-presente, John Arnold realiza un recorrido historiográfico que inicia con el trabajo emprendido por los anticuarios del siglo XVI, personas “con esa enfermedad poco natural de estar enamorados de la época pasada, y que entre más mohosas y podridas están esas cosas, más las aman” (p. 57). Ellos fueron importantes en el avance de la disciplina, ya que a través de sus compilaciones documentales se sistematizó gran cantidad de información, que posteriormente sería reutilizada bajo nuevos criterios de análisis. También merecen destacarse los postulados de los ilustrados europeos del siglo XVIII, las tesis principales de la filosofía alemana del siglo XIX, las propuestas metodológicas de Leopold Van Ranke sobre el manejo documental, aunque el autor reconoce que fue hasta el siglo XIX cuando la disciplina cobró mayor impulso luego de su institucionalización y posterior profesionalización, entrada la siguiente centuria.
Sin embargo, se ha pagado un precio por este desarrollo: cada vez se hace más grande la distancia entre lectores y textos redactados por historiadores académicos. El afán por lograr “la objetividad” en el análisis hace que los historiadores se excluyan de la historia que narran, separando su posición (de sujetos) respecto del objeto de investigación. Por último, la profesionalización ha dividido al gremio y provocado la particularización y especialización del objeto de estudio, de manera que cada vez es más difícil encontrar esquemas de interpretación y explicación globales.
“Las voces y silencios del pasado en el presente: el problema de las fuentes”, es el título del cuarto capítulo. En él se reconoce que los historiadores usamos evidencias para escribir la historia, y éstas pueden ser directas (primarias) o indirectas (secundarias). Dicha distinción es tan sólo un código técnico, útil para el trabajo, pero sin pretensiones filosóficas, porque es complicado definir la línea que las separa, pues las fuentes secundarias fueron alguna vez evidencia primaria. Ahora bien, ¿qué es una fuente? Cualquier cosa que haya dejado una huella en el pasado. La visión documentalista que prioriza los textos escritos ha sido rebasada por nuevas técnicas de trabajo que permiten el uso de un mayor número de vestigios. La historia comienza con fuentes, pero no termina ahí. También sabemos que la diversidad de fuentes posibilita análisis varios. Pero aún hay otras cuestiones pendientes de resolver, una de ellas es la validez de los documentos. Es necesario que los historiadores sean cuidadosos y maticen las fuentes, que presten atención a los vacíos entre lo que se dice y lo que se oculta, porque las fuentes no son documentos transparentes y llenos de inocencia; se escriben bajo circunstancias particulares y para públicos muy específicos. Como lo resume John Arnold:
Los documentos rara vez se proponen engañar al historiador pero pueden burlarlo si no está alerta... Las fuentes no hablan por sí mismas y nunca lo han hecho. Hablan en nombre de otros, que ya están muertos y no volverán. Las fuentes pueden tener una voz -o varias voces- que sugieren una dirección o que hacen surgir una pregunta, lo que nos conduce a otras fuentes. Pero no tienen voluntad: cobran vida cuando el historiador las reanima. Y aunque las fuentes son un comienzo, el historiador está presente antes y después, usando habilidades y haciendo elecciones. ¿Por qué este registro y no cualquier otro?... ¿Qué interrogantes seguir, qué caminos tomar? (p. 108)
 
Siempre hay preguntas nuevas por hacer a viejos temas ya estudiados. Siempre habrá nuevas perspectivas de análisis sobre los caminos ya recorridos, sobre todo porque hay espacios, omisiones y vacíos en las fuentes de información. Esto exige que el pasado sea revisado permanentemente.
El quinto capítulo centra su interés en la síntesis de abundantes materiales informativos. Escribir la historia no consiste en acumular una investigación sobre otra, hasta crear una gran muralla de conocimiento sobre el pasado; implica decidir las causas y los efectos de aquello que se estudia, comparándolo con lo que han dicho otros historiadores y, en última instancia, discutir qué significa la historia. ¿Qué tienen en común las diferentes opciones de acercarse al pasado? Distintos acercamientos conllevan énfasis disímiles. Las causas son simplemente un punto de partida desde el cual se decide retomar la historia, asumiendo el tipo de historia que se quiere contar. Los efectos, son el lugar donde, de manera poco clara en términos epistemológicos, nos acercamos a un probable final de la narrativa emprendida para la explicación de ese pasado. Es un proceso complejo. Por ello hay que reconocer que el resultado es provisional. De aquí se deriva una de las grandes responsabilidades del historiador: no asumir jamás que su forma de acercarse y estudiar el pasado es la única manera para contar la historia. Pero también hay implícito un compromiso para los lectores: no descartar los trabajos de investigación por imperfectos sino comprometerse con ellos, para mejorarlos y contribuir a una comprensión del pasado con menos omisiones.
El capítulo sexto “Matar gatos o ¿el pasado es una tierra extraña?”, expone un problema epistemológico que ha dividido a los historiadores en dos grupos: los que aseguran que la gente del pasado era igual a nosotros y, por otra parte, los que creen que eran distintos. ¿Somos los hombres -más bien dicho las sociedades humanas- prácticamente iguales en todas las épocas? ¿Hay una naturaleza humana inherente a todos los pueblos en su devenir histórico? O por el contrario, ¿el pasado es un territorio tan extraño que los hombres actuaban de manera totalmente distinta a los de hoy?, ¿es difícil captar y estudiar esa situación?, ¿cómo “pensar el pasado” para no caer en graves errores metodológicos al escribir la historia?
Muchos han sido los intentos por presentar alternativas a esta problemática: el “espíritu de la época”; la “conciencia cultural”; la mentalité. Este último término se ha convertido en punto de referencia teórico entre los historiadores modernos. La mentalité fundamenta la idea de que el pasado es distinto del presente, y por lo tanto, se debe de encontrar una forma de analizar tales diferencias. Implica, además, otras dos tareas cognitivas: dividir el lapso de la historia humana en periodos, y saber cómo leer la evidencia histórica. El periodizar tiene sus riesgos, sin embargo es una herramienta importante para captar la forma en que instituciones y personas cambian. Leer las fuentes en forma de “extrañamiento” es esencial si se quiere descubrir qué pensó la gente y cómo lo pensó, aquí son relevantes los matices del lenguaje y evitar etiquetar con conceptos modernos las acciones e instituciones del pasado.
El problema con las mentalités es reconocer que la gente del pasado es tan distinta a nosotros, como nosotros lo somos de nosotros mismos. En ciertos momentos ellos -y nosotros- nos unimos alrededor de distintos patrones de comportamiento, y el historiador, en efecto, puede buscar dichos patrones, pero no son ni completamente iguales, ni completamente distintos de nosotros... una de las cosas que el historiador puede hacer es ayudarnos a reflexionar respecto de ambas partes de ese arreglo: mirar el pasado para ayudar a ver de nuevo el presente (p. 151).
 
Esto, necesariamente, lleva a replantearse para qué sirve la historia y por qué debemos ocuparnos en ella, que es la materia de discusión del último capítulo del libro. La historia, ¿es una ciencia o un arte? Enfocar así el problema implica soslayar de manera intencional tanto a la ciencia como al arte, ¿acaso la primera no involucra imaginación ni perspicacia? Por otro lado, ¿el arte no contiene ninguna observación precisa, ni tampoco oficio metódico? Este razonamiento supone dos clases de conocimiento: una verdad que está fundada en la significación y en la percepción, y otra basada en el hecho inerte y en la “realidad” prosaica. El asunto de fondo es resolver si el conocimiento histórico es subjetivo (depende del observador) u objetivo (es independiente de él).
En el desarrollo reciente de la filosofía de las ciencias se ha reconocido que la historia tiene ciertos rasgos que la hacen una disciplina muy particular, y no por ello menos científica respecto de otras áreas del conocimiento humano. Uno de ellos es que ninguna “verdad” histórica se puede pronunciar fuera de un contexto de significación, interpretación y juicio. Otra característica es que la “verdad” histórica es un proceso de consenso, puesto que lo que opera como verdad hasta un determinado momento, depende de una aceptación por parte del conjunto de los profesionales que la ejercen. Esto no significa que los historiadores debamos abandonar la idea de alcanzar la “verdad” en la historia ni tampoco conformarnos con contar hechos pasados. Al contrario, los historiadores deben esforzarse por hacer “hablar” más a las fuentes.
Abandonar la idea de una “verdad absoluta” y una “historia absoluta” no debe conducir al relativismo, donde cualquier versión de los eventos se toma con la misma validez que la otra. Y como muestra de ello hay muchos ejemplos. Para quienes niegan que el Holocausto aconteció, es abrumadora la evidencia del asesinato sistemático de judíos. Afirmar que nunca ocurrió es ocultar las voces del pasado, suprimir los testimonios que dan cuenta de ello. Pero mucho más importante que narrar tan terrible acontecimiento, es discutir el significado de este hecho en el contexto global de la historia de la humanidad; discusión que da paso al problema central de la filosofía y la teoría de la historia: ¿por qué es importante estudiar el pasado?
A las respuestas tradicionales sobre la utilidad del conocimiento histórico -aprender lecciones del pasado, proporcionar identidad, y descubrir el sentido de la existencia humana- John Arnold hace precisiones sobre cada una de ellas. Finalmente, propone tres razones alternativas para hacer historia y explicar su importancia: por placer, porque es algo con lo que se puede pensar y ayuda a estar más conscientes de nuestras vidas y para pensar de una manera distinta sobre uno mismo.
Las preguntas y problemas del quehacer histórico parecen ser siempre las mismas y las respuestas cada vez más diversas. John Arnold nos invita a reflexionar nuevamente en ellas y a buscar nuevas rutas para seguir perfeccionando este viejo y antiguo oficio de historiar.
José Manuel Morales Palomares
Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
General
Área de interés: 
Historiografía
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