Colonial
El vino de cocos en la Nueva España
¿Quién, de paso por Colima, no ha probado o al menos oído hablar de la tuba? ¿Quién, de no ser un viajero que visitó Filipinas, pudo beber allí vino de cocos de 40 y 50 grados de volumen alcohólico en la época colonial? Hoy, ese destilado solo queda en la memoria de algunos cuantos colimenses, en los papeles viejos de archivos preservados en el tiempo. Y, sin embargo, a lo largo del siglo XVII, principalmente en la provincia de Colima, pero también a lo largo de la costa del Pacífico, hasta Acapulco, fue el primer aguardiente fabricado en la Nueva España que circuló ampliamente en el mercado de bebidas alcohólicas y que se vendía hasta el Altiplano, dando su energía a los mineros que seguían las vetas de plata. La palma de coco llegó a la Nueva España con el Galeón de Manila y, junto con éste, miles de filipinos que trajeron su savoir faire enseñaron cómo utilizar el destilador filipino, primero con la tuba como materia prima, cuya técnica después se trasladó al fermento de las cabezas de agave cocidas para elaborar mezcal. Éste, con el paso del tiempo, logró triunfar sobre su rival y desplazó al vino de cocos. Con ello se cierra parte de una historia que inició en Filipinas y que llegó hasta las minas de Zacatecas, pasando por Colima y las cercanías de Acapulco. Pero nos queda la tuba, y esta historia que hasta hoy no se había contado con puntualidad.
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La muerte y los niños. Exequias novohispanas y mexicanas a sus bienaventurados angelitos
María del Carmen Vázquez Mantecón La muerte y los niños Exequias novohispanas y mexicanas a sus bienaventurados angelitos Primera edición, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2018, 84 páginas, figuras (Divulgación 13) ISBN978-607-30-1042-9 Resumen La mexicana costumbre popular del regocijado velorio y entierro de los infantes pequeños ha ocupado a varios estudiosos dedicados a desentrañar las actitudes y los rituales en torno a la muerte. Para algunos, se trata sólo de una importación de ideas y devociones provenientes de la España colonizadora. Otros han sugerido un mestizaje, dando un lugar a la significativa herencia precolombina, asunto al que se dedican algunas páginas que, junto con los pormenores de esa tradición católica y de su ejercicio en el territorio hispano, nos acercarán a conocer los orígenes y la relación entre las creencias y las prácticas que han caracterizado, en un lapso prolongado de nuestro devenir, esa manera de pensar y rendir tributo a la muerte niña. Si bien este escrito pretende insertarse en la necesaria divulgación de la historia, implicó, sin embargo, la consulta de importantes textos litúrgicos, variados documentos de archivo, crónicas, memorias, índices demográficos, libros parroquiales, interpretaciones historiográficas, pinturas, grabados y fotografías, incluida, por supuesto, la folclórica y, muchas veces, veraz literatura.
Contenido I. Qué dice la teología II. El modelo litúrgico y la práctica hispana III. Los que mueren sin conocer el polvo ni la basura IV. Funerales de párvulos en la Nueva España VI. Fuegos, aguardientes y fandangos mexicanos VII. El ajuar de un angelito VIII. “Lacayuelos del ataúd” IX. La religiosa cultura popular
