Obituario
Obituario: Álvaro Matute Aguirre
In memoriam Álvaro Matute Aguirre (1943-2017)
Pocos universitarios logran una combinación tan equilibrada entre la docencia, la investigación, la difusión de la Cultura y la participación institucional como fue el caso de Álvaro Matute Aguirre. Fue maestro de muchas generaciones en licenciatura y posgrado, director y cotutor de una gran cantidad de tesis de doctorado. Participó en revisiones de los planes de estudio de la licenciatura y del Posgrado en Historia y en la creación de la especialización y la maestría en Historia de México que impartieron de manera conjunta los Institutos de Investigaciones Históricas de la UNAM y de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y que fueron semilleros de un importante grupo de historiadores tamaulipecos. Álvaro Matute escribió libros fundamentales para entender la historia de la Revolución Mexicana, la educación y la cultura en México, la institucionalización del Ejército y la política en México la historiografía y la teoría y la filosofía de la historia. Dentro de sus libros sobresalen Las dificultades del nuevo Estado, La carrera del caudillo y El Caudillo en el Poder, trilogía que forma parte de la Historia de la Revolución Mexicana de El Colegio de México. Otros artículos relacionados se encuentran reunidos en el libro La Revolución Mexicana: actores, escenarios, acciones (vida cultural y política, 1901-1919), publicado en 1993 por el INEHRM y reeditado por Óceano en 2002. Su temprana compilación La teoría de la historia en México, publicada en 1974 en la colección Sepsetentas y recientemente reeditada por el Fondo de Cultura Económica, inauguró una línea de investigación en nuestro país en la que habría de profundizar, formando a varios investigadores que están en condiciones de perseverar en ella. Desde su tesis de licenciatura Lorenzo Boturini y el pensamiento histórico de Vico, publicada por el Instituto de Investigaciones Históricas en 1976, había mostrado su interés por la vinculación entre la teoría de la historia y la historiografía. La historiografía fue sin lugar a dudas una de sus grandes pasiones. Lo mismo en los cursos de licenciatura que en los seminarios de posgrado fue un incansable promotor, junto con Evelia Trejo, su esposa, del análisis historiográfico, con la firme convicción que constituye la columna vertebral del estudio de la historia. Sus contribuciones al análisis de la historiografía mexicana son muy numerosas, pero vale la pena recordar en este espacio Pensamiento historiográfico mexicano del siglo XX: la desintegración del positivismo (1911-1935), publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1999 y Cuestiones de Historiografía Mexicana, Facultad de Filosofía y Letras y Seminario de Cultura Mexicana (2014). También fue un incansable conferencista, presentador de libros y divulgador de la historia, siempre dispuesto a viajar a los lugares más recónditos del país para acercar a los estudiosos y al público en general el conocimiento histórico. Sirvió a la Universidad no solo a través de sus tres funciones más importantes, sino como funcionario y miembro de múltiples cuerpos colegiados. Fue subdirector en la Dirección General de Asuntos del Personal, Director del Centro de Enseñanza para Extranjeros y coordinador del Posgrado en Historia, consejero universitario y miembro de la Junta de Gobierno en momentos decisivos para la Universidad. Pero además de su impresionante currículum, que le valió múltiples reconocimientos en vida, como el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el Premio Universidad Nacional, el emeritazgo como investigador del Instituto de Investigaciones Históricas y su membresía al Seminario de Cultura Mexicana, la Academia Mexicana de la Historia y a la Academia Mexicana de la Lengua, en la que en breve formalizaría su ingreso, tuvo el don de tocar con su sabiduría y su generosidad la vida de muchas personas que gracias a él, somos mejores historiadores y universitarios. Que descanse en paz y se mantenga vivo por siempre en el afecto de su familia, sus amigos y sus muchos discípulos, así como en la vigencia de su vasta obra.
Leonardo Lomelí
Secretario General
UNAM
In memoriam Álvaro Matute Aguirre (1943-2017)
In memoriam Álvaro Matute Aguirre (1943-2017)
Álvaro Matute nació en la ciudad de México el 19 de abril de 1943. Tras su paso por el plantel 5 de la Escuela Nacional Preparatoria ingresó a la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Como él mismo lo hizo saber en una entrevista reciente, por aquellos años (1963-64) descubrió que su verdadera vocación se inclinaba hacia las humanidades, más precisamente hacia la historia, aun cuando su formación en ciencia política y sociología había sido fundamental. Como bien han señalado algunos de sus más cercanos discípulos, pocos universitarios han logrado una combinación tan equilibrada entre la docencia, la investigación, la difusión de la cultura y la participación institucional.
Del vasto conjunto de sus aportaciones al desarrollo de la disciplina histórica, destaca su producción historiográfica sobre diversas temáticas como la Revolución Mexicana, la historiografía moderna y contemporánea de México, la teoría de la historia, la política, la educación y la cultura en México. En medio de esta pluralidad de intereses, su obra siempre reflejó la impronta de sus grandes maestros. A lo largo de toda su vida, refrendó en múltiples formas la deuda contraida con el pensamiento de Edmundo O’Gorman. Sus antologías La teoría de la historia en México (1940-1973), El historicismo en México y Pensamiento historiográfico mexicano del siglo XX: la desintegración del positivismo (1911-1935), acompañadas de sus respectivos estudios introductorios, constituyen una referencia obligada y se han convertido, al pasar de los años, en una fecunda invitación al ejercicio crítico y reflexivo del análisis historiográfico. La necesidad de cuestionar los fundamentos de la disciplinahistórica y su utilidad en el ámbito social y cultural, fueron inquietudes centrales en su labor como docente, investigador y divulgador de la historia. A través del ejercicio sistemático y comprometido de estas tareas formó a muchasgeneraciones de historiadores. La Escuela Nacional Preparatoria, la Universidad Iberoamericana, la Escuela Normal del Colegio Mayorazgo, la Escuela Nacional de Antropología, la Universidad Nacional Autónoma de México y El Colegio de México son algunas de las instituciones que se beneficiaron de sus enseñanzas, pero cabe destacar que la Facultad de Filosofía y Letras y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM fueron los espacios donde ejerció cotidianamente su profesión, de manera ininterrumpida, desde 1970 y hasta su último día.
La voluminosa cantidad de libros, artículos, capítulos de libro y reseñas producto de su investigación desafía casi cualquier intento por ofrecer una selección acotada. Pese a ello, resulta imprescindible considerar, además de las obras ya señaladas, textos como Lorenzo Boturini y el pensamiento histórico de Vico (IIH-UNAM, 1974); La carrera del caudillo (Colmex, 1980); Historia de la Revolución mexicana, 1917-1924. Las dificultades del nuevo Estado(Colmex, 1995); El Ateneo de México (FCE, 1999);Aproximaciones a la historiografía de la Revolución mexicana (IIH-UNAM, 2005) y Cuestiones de historiografía mexicana (FFyL-UNAM, 2014). Por lo que se refiere a sus capítulos y artículos, cabe mencionar “Del Ejército Constitucionalista al Ejército Nacional” (1977); “La visión de Edmundo O’Gorman del México nacional” (1978); “Obregón como político” (1981); “El fantasma de la intervención. Los Estados Unidos y México en 1919” (1993); “El elemento metahistórico. Propuesta para una lectura analítica de la historia” (1994); “La historia como ideología” (1997); “Historia y Literatura. Nexo y deslinde” (1998); “De los episodios nacionales a las telenovelas. Balance de la divulgación histórica” (2001); “Lo sublime: un recurso para creer en la historia” (2005, escrito con Evelia Trejo) y “De traidores y héroes. Variaciones sobre un tema de Verdi y Borges” (2016). Este muestrario, limitado como es, da amplia cuenta de la diversidad de temáticas y perspectivas involucradas en el pensamiento de Álvaro Matute. Revela, aunque sea de modo parcial, la fecunda interacción entre la reflexión sobre conceptos y problemas teóricos (la noción de ideología histórica o los fundamentos de la crítica historiográfica) y la explicación de acontecimientos y procesos sociales, intelectuales y políticos de enorme relevancia para la historia de nuestro país.
La obra de Álvaro Matute nos ha permitido, y seguirá haciéndolo en el futuro, cultivar estas y otras muchas líneas de investigación. El estudio de la filosofía de la historia, el ejercicio del análisis historiográfico o la constante reinterpretación de la política, la cultura y las instituciones mexicanas, no se clausuran ante su irremediable pérdida, antes bien, sus enseñanzas nos compelen a plantear nuevas preguntas acerca de estos temas; nos obligan a problematizar la manera en que accedemos al pasado y nos inspiran aimaginar formas vivas y sugerentes para transmitir el conocimiento que producimos. El ejemplo que nos deja, como investigador y maestro, nos ayuda a reivindicar la importancia social de las humanidades en general y de la historia en particular. Sus intereses intelectuales, sus preocupaciones y sus filiaciones filosóficas (sobre todo el historicismo que siempre profesó), lejos de morir con él, trascienden y se renuevan a través del ejercicio cotidiano y creativo del quehacer historiográfico.
Álvaro Matute recibió múltiples distinciones en virtud de suinquebrantable compromiso universitario y la calidad de su producción intelectual. Las más notables incluyen el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el Premio Universidad Nacional en Investigación en Humanidades y el emeritazgo de la UNAM. A lo largo de su trayectoria académica participó en un sinnúmero de cuerpos colegiados, jurados, consejos editoriales y asociaciones de diversa índole. A través de estas labores, fundamentales para el desarrollo de las instituciones educativas, ratificó una y otra vez su vocación de servicio. Fue capaz, durante más de cuarenta años de ejercicio profesional, de dialogar con alumnos ycolegas, de promover por esta vía no sólo su propia producción académica, sino también la de muchos otros que hemos contraído con él una deuda igualmente entrañable y perenne.
Rebeca Villalobos Álvarez
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México
Obituario Álvaro López Miramontes
Obituario Álvaro López Miramontes
Hoy murió un hombre honesto, íntegro, dedicado a la educación pública toda su vida: Alvaro López Miramontes, el historiador y constructor de proyectos académicos, militante inclaudicable de ideas y principios, generoso y desafiante. Se apagó como Doctor Honoris Causa de su Universidad, la de Guerrero, a la que tanto dió y en la que a muchos nos convocó a disfrutar la tarea de educar, imaginar, soñar. Descansa en paz, querido Alvaro, que tu vida no tuvo reposo.
Dr. Antonio Ibarra
Posgrado de Economía, UNAM
Bernardo García Martínez
Bernardo García Martínez nació en el año de 1946 en la Ciudad de México. Desde su infancia el espacio lo cautivó. De pequeño disfrutaba ver las filas de tranvías que se perfilaban en la estación “Indianilla”, muy cerca de su casa en la colonia Doctores, para ingresar a aquel centro que impulsaba la movilidad en la zona. Paseaba por los parques y no pocas veces llegaba al monumento a Hidalgo, en la Ciudadela, para trepar los cañones y desde esa perspectiva contemplar su entorno.
Los fines de semana salía de la ciudad de México, pues su padre era un apasionado de las ruinas arqueológicas, por lo que los domingos, en su regreso por la carretera de Texcoco, Bernardo apresuraba a su padre para alcanzar a la máquina de vapor. Era un niño entusiasmado con la idea de ver los vagones pasar y, con suerte, recibir un saludo por parte del maquinista. De ahí su gusto por los espacios, el territorio y las carreteras.
Fue un estudiante ejemplar. Su paso por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México permanece en el recuerdo de sus maestros y compañeros, quienes se asombraban por sus trabajos perfectamente mecanografiados, con notas hechas a mano en tinta china, acompañados de mapas y cuadros que ninguna impresora moderna podría superar. La presentación prolija estaba en sintonía con el contenido. Siempre brillante, siempre propositivo, así era Bernardo García Martínez.
El Centro de Estudios Históricos lo incorporó inmediatamente a su planta docente. Desde 1968 comenzó a formar a decenas de generaciones. Siempre crítico, siempre exigente, pero todo el tiempo generoso. Su pasión por el espacio y por las instituciones político-sociales lo llevó a publicar significativas aportaciones como lo son El Marquesado del Valle (1969), Los pueblos de la Sierra (1987), así como Los pueblos de indios y las comunidades (1991). Cultivó también con gran rigor los campos de la geografía histórica y la historia ambiental, de lo que hay muestra en las obras El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al XX (2004), Las regiones de México (2008) y Estudios sobre historia y ambiente en América (2002 y 2009).
A su bibliografía se deben agregar cientos de trabajos en forma de artículos, capítulos de libro y magnificas reseñas. Dirigió la revista Historia Mexicana entre 1974 y 1982 y participó activamente en cuerpos académicos y colegiados. Su destacada trayectoria lo llevó a merecer el Premio “Antonio García Cubas” (2008); el “Silvio Zavala” (1988), los premios a la mejor reseña (1997) y al mejor artículo sobre historia colonial (1995) otorgados por el Comité Mexicano de Ciencias Históricas; asimismo fue ganador del concurso “Proyectos de gran aliento” del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (1995).
Ingresó a la Academia Mexicana de la Historia, Correspondiente de la Real de Madrid, en 1999. Ocupó con gran dignidad el sitial 19. Su discurso de ingreso llevó por título “La naturaleza política y corporativa de los pueblos de indios”. En su agradecimiento, Bernardo García dijo orondo que era “bueno saber que uno no ha andado el camino solo”, se sentía dichoso de ingresar al claustro en el que estaban presentes sus grandes maestros, como Silvio Zavala y Josefina Z. Vázquez, así como sus queridos compañeros de estudio, como Andrés Lira González.
Sus alumnos lo recordaremos siempre con gran cariño, pues el rigor y la exigencia no son enemigos de la calidez y la generosidad. Sus colegas extrañaremos su presencia, sus amenas charlas, muchas de ellas grandes cátedras. Sus amigos aprenderemos a vivir con la ausencia que nos deja y en el recuerdo permanecerá su gran sabiduría. A su familia sólo podemos desearle consuelo y resignación. Nos heredó un gran ejemplo de fortaleza y su legado historiográfico lo mantendrá por siempre entre nosotros. Pocas veces uno tiene la fortuna de conocer a personas tan brillantes y tan humanas.
Sabemos que ya recorres otros caminos, que descubres nuevos espacios y que tampoco lo haces sólo, ahora te reencuentras con tus grandes amores.
Descansa en paz querido Bernardo.
4 de septiembre de 2017
Academia Mexicana de la Historia
Ida Rodríguez Prampolini (Veracruz, 24 de Septiembre 1925 – 26 de julio 2017)
Obituario: Alfonso Martínez Rosales
JUAN CARLOS GARAVAGLIA. In Memoriam
JUAN CARLOS GARAVAGLIA. In Memoriam
Los domingos al ocaso tienen, con la pérdida de luz, una nota de nostalgia y evocación por lo desaparecido. Allí me enteré, este domingo 15 de un amargo enero, por un mensaje instántaneo –esos que tanta adicción generan—, de la muerte de Juan Carlos Garavaglia. A nadie, medianamente conocedor de la historiografía latinoamericana, escapa su nombre ya bien haya recurrido a su obra o haya disfrutado de charlas, conferencias, o de conversaciones “al paso”, que podrían durar horas: Juan Carlos, durante muchos años hizo manuerca con su “tocayo” Juan Carlos Grosso, quienes con su trabajo y generosiad iluminaron a varias oleadas de historiadores en América Latina, Europa y, muy especialmente, durante su exilio mexicano a mi generación. Sus textos abrían temas, lanzaban hipótesis, convocaban a un trabajo de archivo y reflexión que no se agotaba. La producción de Garavaglia era persistente, creativa, tenaz: cada viaje a Buenos Aires había algo que leer de él. Hizo de la Historia económica una búsqueda de razones políticas en el difícil pasado argentino, paraguayo, mexicano, latinoamericano... Del Rio de la Plata a Tepeaca, sus observaciones acuciosas dieron cauces a distintos modos de hacer historia, de escribir historias, de interpretar historias. Hoy nos deja una abundante produción que merece retomarse, honrando memoria y conocimiento.
Juan Carlos escribió recientemente un libro muy personal, Una juventud de los años sesenta, en la que nos cuenta con sinceridad y emocionada autocrítica los años de plomo que vivió en Bahía Blanca, durante la crisis que llevo a la feroz dictadura y que lo marcaron. No pedía reparación ni perdón, sino una vuelta memoriosa para honrar ausentes, saldar cuentas y dejar escrito lo que hoy cayó en el olvido. En una entrevista reciente, nos confesó: “Me costó muchísimo, fueron dos años de sufrimientos muy intensos, porque es evidente que uno recuerda caras, personas. Cuando esas personas han desaparecido o las mataron, entonces los recuerdos son duros, y escribir sobre eso por momentos me costó lágrimas. Pero estoy contento de haber hecho el esfuerzo, porque era una deuda que tenía conmigo y son esas deudas que uno tiene que tratar de saldar, sino te quedas atragantado”[1]. Su texto me conmovió, le escribí después de años sin vernos, me respondió desde Argelès sur Mer, Pyrénées Orientales: “Espero que las cosas de la vida nos permitan vernos muy pronto. Un muy fuerte abrazo, todavía me acuerdo de una noche cordobesa (de la Nueva Andalucía) en que gozamos de las canciones y la presencia de una castaña que mataba...” Hoy, en tu ausencia y que las “cosas de la vida” no nos dieron la ocasión de volvernos a ver, recuerdo todo eso de ti: tu amor a la vida, al trabajo y a las mujeres.
Descansa, querido Gara, que te seguiremos leyendo.
Antonio Ibarra.
[1] Entrevista a Juan Carlos Garavaglia. Realizada y transcrita por Alejandro M. Rabinovich e Ignacio Zubizarreta. Quinto Sol, Vol. 19, Nº 3, septiembre-diciembre 2015 - ISSN 1851-2879, pp. 1-8. DOI: http://dx.doi.org/10.19137/quintosol-2015-190307
Israel Cavazos Garza (1923-2016)
El 2 de enero de 1923 en Guadalupe, Nuevo León, nació don Israel Cavazos Garza. A los veinte años ingresó a la oficina de don Jesús M. Montemayor. Su trabajo consistió en la clasificación de sus colecciones de documentos y fotografías, e investigación de su genealogía. Ese fue el principio de una incansable, generosa y muy destacada labor de rescate y conservación de los archivos históricos del norte del país; labor que desde la infancia ejercía don Israel, quien a los 13 años ya realizaba pesquisas sobre la genealogía de su familia. Sus esmeros lo llevaron a dirigir el Archivo Municipal de Monterrey (1986) y a publicar la valiosa colección Catálogos y síntesis de los Protocolos del Archivo Municipal de Monterrey, que comprende el periodo 1599-1801 (1966-1990). Este aporte ha permitido la realización de sendos estudios históricos que dan cuenta de ese norte mexicano, ese espacio que hizo tan suyo don Israel y del cual fue decano, como investigador comprometido con el conocimiento y divulgación de nuestro pasado.
Don Israel fue testigo de la Escuela Socialista, de la enconada contienda electoral de 1935 y del sangriento episodio político de 1936. También vivió el agitado sexenio cardenista en el norte y enfrentó la terrible inundación de 1938. Acaso el ser testigo de estos hechos explican su vocación de historiador, la cual lo alejó de su natal Monterrey para realizar sus estudios en la capital del país. Fue destacado alumno de José Gaos, Silvio Zavala, Manuel Toussaint, Agustín Millares Carlo, Concepción Muedra, Eliazar Halpern, Rafael Moreno, José Miranda y François Chevalier. Su constancia terminal de estudios, en El Colegio de México, fue firmada por don Alfonso Reyes, el 11 de marzo de 1955. De todos sus maestros aprendió el amor y compromiso con la profesión; la importancia de las fuentes documentales; la trascendencia de la impronta espacial en la historia; y, sobre todo, la responsabilidad que implicaba para él la realización de estudios que dieran cuenta de su terruño.
En 1944 el maestro Cavazos publicó su primer artículo "Páginas de Historia Colonial", el cual daba cuenta de la visita del gobernador Martín de Zavala a unas haciendas en el siglo XVII. En ese mismo año ingresó a la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, que presidiría en 1967 y 1971. En la Universidad de Nuevo León, fue Jefe del Departamento de Historia, de la Facultad de Filosofía y Letras (1951) y Director-fundador de la Biblioteca Universitaria (1952). En 1955 fue nombrado Director del Archivo General del Estado de Nuevo León y su destacada labor le mereció el nombramiento de Director Honorario Vitalicio de dicha institución. En 1978 ingresó a la Academia Mexicana de la Historia, ocupando el Sillón número 21. Don Wigberto Jiménez Moreno le dio respuesta a su discurso de ingreso, que llevó por título el de su antecesor en el sitial: “El maestro José Cornejo Franco”. Don Wigberto celebró la prolija semblanza que leyó el maestro Cavazos, en la que un historiador regional valoraba la trascendencia de otro. Eso compartían ambos académicos, el reto de emprender una labor historiográfica alejados de los recursos académicos e intelectuales centro del país.
Su bibliografía resulta del todo abundante. Entre sus trabajos deben mencionarse los relativos a los documentos sobre El Reino de León: “El descubrimiento y población del Nuevo Reino de León”, “Las Reales Cédulas relativas a Nuevo León”, la “Guía del Ramo Militar del Archivo General del Estado de Nuevo León”, la “Visita general del Nuevo Reino de León”, así como los “Impresos jalicienses del siglo XIX”, por mencionar sólo algunos de sus trabajos. Tan fructífera trayectoria le mereció múltiples premios y reconocimientos como el Premio Nacional de Ciencias y Artes; las Palmas Académicas de la Academia Nacional de Historia y Geografía; la medalla Serafín Peña del Ayuntamiento de Guadalupe; la medalla José de Escandón, de la Sociedad Tamaulipeca de Historia; la medalla al Mérito Cívico del gobierno de Nuevo León; la distinción de Caballero Gran Placa de la Imperial Orden Hispánica de Carlos V, de España; la medalla Alfonso Reyes, UANL; la Mención Nacional al Mérito Archivístico del Archivo General de la Nación y más recientemente el Premio “Manuel González Ramírez” a la trayectoria en el rescate de fuentes y documentos que le otorgó el INEHRM.
Otro mérito incuestionable del profesor Cavazos fue la forma en que supo, y pudo, vincular la investigación y los archivos con la promoción de la cultura. Prueba de ello fueron sus responsabilidades como Jefe del Centro de Investigaciones Históricas del Instituto de la Cultura de Nuevo León y sus participaciones en diversas exposiciones y con el Museo de Historia Mexicana de Monterrey. La docencia fue un campo que también cultivó ampliamente el profesor Cavazos, impartiendo cátedra en diversas instituciones como la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Instituto Tecnológico de Monterrey y el Seminario de Monterrey. Sus membrecías y participaciones en asociaciones profesionales y académicas fueron otra clara muestra del prestigio y distinción a que el profesor Cavazos se hizo acreedor.
Al medio día del sábado 5 de noviembre en la ciudad de Monterrey, a sus 93 años, partió don Israel Cavazos Garza. Colega de todos, maestro de muchos; investigador y escritor prolijo; comprometido administrador y promotor cultural; generoso conferencista y catedrático; entusiasta archivista y bibliotecario. Siempre modesto, desinteresado y laborioso. Alfonso Escárcega, cronista de Chihuahua, lo definió como "un hombre fuera de serie". Lo describió, en 1975, como "menudo de cuerpo, de pelo 'enchinado', de mirada ligeramente triste... joven de cincuenta años vividos y... dueño ya de la sabiduría de un anciano que hubiera vivido varias vidas". José P. Saldaña, hacia 1950, lo describía de "carácter firme, una modestia natural, congénita, una simpatía abierta, un don de gentes sin artificios, y un olvido de sí mismo para entregarse a su labor en favor de los demás". Seguramente don Ramón Méndez Pidal lo definiría como “hombre esencial”. No podemos olvidar aquel episodio, cuando hacia 1968, lo quisieron postular para Alcalde de su natal Guadalupe, a lo que don Israel respondió: “¿Yo alcalde? ¿A qué amigos pudo habérseles ocurrido fastidiarme en esta forma?... Públicamente agradezco la broma de mis incógnitos amigos y les pido que me dejen por ahora sin más título que el de 'Cronista de Guadalupe' con que me honrará el actual Ayuntamiento”. Aquella respuesta, decía don Wigberto Jiménez Moreno, daba cuenta de su “calidad intelectual, de la bondad y de la altura moral y el señorío de Israel Cavazos Garza —hombre del Norte al fin como Mariano Escobedo paisano, además, de Alfonso Reyes”.
La Academia Mexicana de la Historia siempre recordará con gran cariño y admiración a su académico de número; nuestro decano como hombre sabio que era y nuestro entrañable colega y amigo.
Academia Mexicana de la Historia
Plaza Carlos Pacheco, Centro Histórico, 7 de noviembre de 2016.
Jorge Alberto Manrique 1936-2016
Este 2 de noviembre murió el gran historiador Jorge Alberto Manrique, poco tiempo después de que su casa, la Universidad Nacional Autónoma de México, le organizara un merecido homenaje con motivo de sus ochenta años de vida. En efecto, el maestro Manrique nació en el entonces Distrito Federal, el 17 de julio de 1936. Licenciado en Historia por la Universidad Nacional, realizó estudios de posgrado en París y Roma. No parece extraño que su primer trabajo de investigación fuera sobre su natal Azcapotzalco, una tesis de licenciatura que, aunque titulada “Los dominicos y Azcapotzalco”, en realidad estaba dedicada al convento de esa orden. Poco después, pondría atención a la presencia de las culturas indígenas mesoamericanas en el barroco de Nueva España y, a partir de entonces, toda su producción, salvo alguna rara excepción, estaría dedicada a la historia del arte mexicano.
Fue profesor en varias instituciones de educación superior, empezando por la Universidad Veracruzana. En El Colegio de México y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional formó varias generaciones de historiadores. Desde 1968 se integró como investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional, que en el año 2000 lo reconoció con el emeritazgo.
Fundador y director de varias instituciones, se le recuerda por el buen trabajo que desempeñó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana, en el Museo Nacional de Arte, en el Museo de Arte Moderno y también en la dirección del propio Instituto de Investigaciones Estéticas. Entre 1980 y 1982 formó parte de la Mesa Directiva del Comité Mexicano de Ciencias Históricas. Ocupó el sillón siete de la Academia Mexicana de la Historia.
Incansable, lo mismo estudió la obra de Guillermo Khalo que el manierismo en Nueva España. Publicó varias obras en coautoría, en especial con Teresa del Conde. Reconoció en Edmundo O’Gorman a su maestro y formador. Su erudición contrastaba con el medio académico actual, cada vez más especializado.
Su impronta en los estudios de la historia del arte mexicano será duradera.
Rosa de Lourdes Camelo
ROSA DE LOURDES CAMELO
El pasado 13 de febrero ocurrió el deceso de la maestra Rosa de Lourdes Camelo, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas y profesora del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Poseedora de una inmensa cultura, se especializó en historiografía novohispana. Quienes tuvimos la fortuna de ser sus alumnos y después sus colegas disfrutamos de su bondadosa disposición a compartir todo lo que sabía, fruto de muy numerosas lecturas, realizadas con gran finura. Continuamente dispuesta a escuchar las inquietudes intelectuales de sus colegas y alumnos, siempre tuvo una respuesta, un comentario o la información adecuada que enriquecía a sus interlocutores. Su partida es para muchos de nosotros una gran pena.
José Rubén Romero Galván
