Ensayo

Cerro Gordo, memoria olvidada

Autor: 
Miguel Salvador Rueda Smithers
Institución: 
Universidad Maya de las Américas
Síntesis: 
CERRO GORDO, MEMORIA OLVIDADA
 
 
Miguel Salvador Rodríguez Azueta
Universidad Maya de las Américas
 
Alguien me dijo que existía, yo la verdad hasta este momento no la he visto. Entre los matorrales y el ir y venir de los autos, que ahora son menos gracias al libramiento Rinconada-Cerro Gordo, me dispongo a seguir buscándola, aunque siga arriesgando la integridad física al caminar por el arroyo vehicular, con suerte sino me pica una culebra me atropellará un camión de Segunda Clase.
 
¿Qué es lo que busco?, Una placa conmemorativa, un mojón, una estela, alguna marca que conmemore a los caídos entre el 17 y 18 de abril de 1847, durante la Guerra México–Americana, me imagino debe estar tirada a un costado del Cerro, digo al menos eso he pensado siempre, desde que pasaba por el lugar, arriesgando mi vida con los aventones que me daba Nacho Rodríguez, cada fin de semana hacia Veracruz. Pero no, a pesar de seguir caminando por entres los matorrales no la encuentro, entonces me decido a llegar a la cima. Tengo que verlo con mis propios ojos, así que empiezo la ascensión por un camino de terracería, con el temor latente de que puedo ser víctima de las piedras traicioneras que hacen resbalar mis zapatos de goma o peor, me asalte algún tunante al acecho entre lo denso de los matorrales que dejaron las pasadas lluvias.
 
No hay señalamientos, pero si una cerca de alambre de púas que señala la propiedad privada, pero como no hay letreros de no pasar por abajo, me armó de valentía y la primera en sufrir una herida en esta investigación es la chamarra obsequio de Pinkito que sale con un pequeño rasguño.
 
Es el Cerro del Telégrafo de Cerro Gordo, alcanzo la cima y distingo a los lejos el “Landscape” de mis ancestros, hermosa, maravillosa vista a pesar de no ser un día claro, se alcanza a ver Cárdel al sur y al norte Xalapa, es octubre del año 2004, recorro lo que puedo del lugar, pues no voy preparado, me faltan zapatos especiales y una buena moruna, para afeitar el pasto crecido. Una especie de fortín se yergue frente a mi, un tipo de casamata que muestra los daños de esquirlas de la guerra, aunado a la destrucción del tiempo, el olvido y la mano siniestra de los vándalos que también alcanzaron al cima solo para escribir en una de las paredes “Lupita te amo”, peor aún, el avance tecnológico no tiene respeto, ni sabe nada del honor de los muertos, por lo que no me extraña encontrar una enorme antena de telecomunicaciones que corona la cima del Cerro, en vez de nuestro lábaro ondeando desafiante, ésta la Torre, que no tiene letreros que identifique a sus propietarios, pero si tiene el estigma de estar hollando suelo sagrado. ¿Tan grande es nuestra ignorancia?, que ¿Ya se nos olvido que hace más de 157 años valerosos hombres dieron su vida por defender a México de la adefagia territorial de los norteamericanos?, en una de las guerras más injustas de la historia, si es que ha existido alguna que sea justa.
 
 
Apenas el año pasado, solo existía la Casamata, hoy además una torre, el año próximo habrá un letrero que anuncie cervezas o licor.
 
Es el Cerro del Telégrafo, y no culpo a los que no nacieron en Cerro Gordo, pues muchos a pesar de ser habitantes del poblado desconocen su nombre. Renuente a hacerle caso a Pinkito y a la voz siniestra y anónima quienes me piden que “no me meta en lo que no me importa”, procedo a elaborar este artículo para recordar la memoria olvidada de Cerro Gordo.
 
Comencemos por señalar que Cerro Gordo es un poblado, anteriormente congregación y gracias al INEGI y su censo del 2000, pasó a tener categoría de indefinido, por lo pronto lo denominaré poblado por respeto a sus 1,225 habitantes el generoso lugar, con sus bien dotadas tiendas de abarrotes, que ofrecen Cerveza bien fría a ambos lados del camino. Saliendo del Puerto de Veracruz se puede llegar por la carretera antigua vía Rinconada o bien viniendo de Xalapa antes de la desviación a la autopista libramiento Rinconada. Pues bien, por la vía de Veracruz pasando Rinconada se encuentra al lado derecho los Cerros del Telégrafo y el de la Atalaya, a la izquierda se encuentra una enorme cañada o desfiladero, antes de llegar al Poblado de Cerro Gordo, por la antigua carretera que desemboca en la ciudad de Xalapa.
 
Una vez ubicados geográficamente, prosigo a ubicarnos cronológicamente, en el año 1847, la guerra México-Estados Unidos está en su apogeo, los americanos hacen propia la idea de llevar la guerra a domicilio, además de poner a prueba sus modernas armas bombardeando sin misericordia la ciudad de Veracruz. Pues bien de todas las batallas que perdimos esta tiene un lugar especial, pues es de la que menos se habla; es cierto que todas las perdimos pero al menos en ésta como en otras quedó la impronta del valor de los soldados mexicanos, pues es verdad que en vez tener Generales de Brigadas nuestro ejercito contaba con “Brigadas de Generales”, todos querían mandar y pocos obedecer, en fin, proseguiré con el tema.
 
Después de la capitulación del puerto de Veracruz el 28 de marzo de 1847, El General Scott comprendió que tenía que sacar del clima insalubre a su ejercito por lo que entre la alternativa de los caminos a seguir para llegar a la ciudad de México, encontró que la más viable era por Xalapa, por lo que avanzó sin dificultades y acampó en Plan del Río. Por su parte Santa Anna decidió esperar el avance invasor en Cerro Gordo.
 
 
 
 
 
 
 
Cabe mencionar, que es de reconocer el ingenio del ejercito americano y en ser los primeros en trazar el libramiento de la autopista Veracruz-Xalapa, vía Rinconada, pues da la casualidad que fue la ruta que siguieron los americanos para llegar por la retaguardia del ejercito Mexicano, ósea que no se lo debemos al Ingeniero Nachón sino a Robert E. Lee, hace más de 157 años.
Mientras Santa Anna desoía los consejos de sus ingenieros y prefería dormirse en sus laureles a ritmo de sones y marimbas en su campamento, asegurando a sus aduladores que a esos Cerros “no subían ni los conejos”, Scott atendía las observaciones de su cuerpo de Ingenieros al mando de Robert E. Lee, quienes habían descubierto esta vía, y por lo tanto la forma de llegar a la retaguardia del campamento de Santa Anna.
 
No solo fue el ingenio sino el esfuerzo humano, pues el montaje, desmontaje y traslado de cañones y paso de tropa fue toda una proeza por esos cañales y desfiladeros.
 
La posición de ambos bandos era el siguiente: Santa Anna acampó en el margen derecho del camino nacional en lo que hoy en el poblado de Cerro Gordo, en las cimas de los cerros de la Atalaya y el Telégrafo mandó a colocar algunos cañones (4 baterías), en el Cerro del telégrafo estaba el General Rómulo Díaz de la Vega con 1,400 hombres y una batería de siete cañones. En la entrada, hacia el sur, estaban 3 batería con 19 cañones comandadas por los Generales Luis Pinzón, José Maria Jararo y el Coronel Badillo, en total unos 12 ,000 hombres.
 
El General Scott no se quebró mucho la cabeza, y elaboró un plan de envolvimiento; una de las divisiones se dispondría a pasar por el lado derecho del Cerro de la Atalaya y llegar por la retaguardia para cortar la carretera nacional y con eso, evitar la retirada del ejercito mexicano y obligarlo a la rendición.
 
Así la división del General Twiggs se encargaría de dicha operación por lo que se dividió en tres brigadas, la del Coronel Harney se encargaría de distraer a los defensores de los Cerros la Atalaya y el Telégrafo, mientras las brigadas de Shields y Riley llegaban a las espaldas del campamento mexicano.
 
Mientras esto ocurría, las brigadas de Pillow en el sur distraía al grueso de la fuerzas mexicanas, atacando las Baterías de Pinzón, Jararo y Badillo.
 
La división de Worth que estaba llegando el día 17 de abril, procedente de Veracruz siguió a la de Twiggs.
 
Cuando los vigías del Cerro de la Atalaya descubrieron a Twiggs, éste se vio forzado a tomar dicho Cerro, para lograr la distracción de la fuerza mexicanas del objetivo principal, el corte de la retirada.
 
Cuando los americanos tomaron el Cerro de la Atalaya, Santa Anna mandó a reforzar el Cerro del Telégrafo con el General Ciriaco Vázquez, el 2 y 4 de Infantería además de 2 cañones y Batería de 5 cañones, el 2 de infantería y caballería que por cierto, en los cerros no podía maniobrar.
 
Desafortunadamente para ese momento los americanos ya tenían en el Cerro de la Atalaya nuestros cañones más los suyos de 24 pulgadas y nos barrieron.
 
El día 18 de abril, a la 7 de la mañana, las fuerzas de Harney apoyadas por la artillería de la Atalaya, atacaron el Cerro del Telégrafo y capturaron sus primera línea de defensa mientras tanto otra fuerza atacaba las tropas de reserva y las Baterías ubicadas en el Cerro.
 
Por su parte en el sur, Pillow, confundido en su ruta, fue a presentarse a tiro de pichón de las Baterías de la entra sur y tuvo mucha bajas, incluso el mismo Pillow, fue herido.
 
La mala fortuna quiso, que los defensores del sur, se percataran que su retaguardia estaba perdida, y los Cerros tomados y prefirieron rendirse.
 
Para ese momento las brigadas de Shield y de Coronel Eduardo Baker con el 4 regimiento de Illinois pasaban el Cerro del Telégrafo y atacaron el campamento mexicano haciéndose del control de la carretera nacional y la ruta de evacuación, por cierto entre la confusión y la masacre, se perdió la pierna preferida del General Santa Anna y su tren de aprovisionamiento con 16,000 pesos en plata para la paga de los soldados.
 
Para las 10 de la mañana del día 18 de abril todo había acabado, Santa Anna y unos 6000 hombres huyeron del como pudieron del campo de batalla, dejando unos 3000 prisioneros y alrededor de 350 muertos, incluyendo la valiosa perdida del General Ciriaco Vázquez en el Cerro del Telégrafo.
 
A grandes rasgos y por ser un artículo informativo, no me extiendo más, pero la pregunta es ¿Hasta cuando Cerro Gordo será memoria olvidada?
 
Pienso que con interés por parte de las autoridades del Municipio de Emiliano Zapata, Veracruz, el poblado de Cerro Gordo puede ser un punto turísticos de gran interés, con un buen mirador, un teleférico, un pequeño museo, una flama eterna, ya no pidiendo mucho una bandera pequeña, ¿Costará mucho dinero?, o sólo cuando la patria esta en peligro nos sale lo patriota.
 
Cerro Gordo no debe olvidarse, pues la valentía de hombres, de ambos bandos debe ser recordada, tal vez se perdió una batalla, una guerra, pero los que perecieron en aquel lugar nunca imaginaron que nosotros perderíamos la memoria y los dejaríamos caer en el olvido.
 
 
 
Lecturas recomendadas:
 
Heriberto Frías, La guerra contra los gringos, LEEGA JUCAR, 1984, 187 p.
 
 
George Brinton McClellan, The Mexican War diary of George B. McClellan, New York, Da Capo Press, 1972, 97 p. [primera edición, 1917]
 
 
Brian Blodgett, “Mexican War. Battles of Monterrey and Cerro Gordo”, http://www.bdblodgett.com/Monterrey/Monterrey.html
 
Ulysses S. Grant, Personal memoirs of U.S. Grant, 2 Vols., New York, C. L. Webster & Co., 1985-1986
 
Categoría: 
Ensayo
Época de interés: 
República, Imperio y Reforma
Área de interés: 
Historia Militar

Dificultades en el camino para la construcción de un pensamiento histórico sobre el pasado indígena de México (líneas de discusión)

Autor: 
Pablo Escalante
Institución: 
Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM
Correo electrónico: 
Síntesis: 













Dificultades en el camino para la construcción de un pensamiento histórico sobre el pasado indígena de México (líneas de discusión)

 Dr. Pablo Escalante

Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM

pabloeg@servidor.unam.mx

 

En México están en marcha muchas investigaciones que tienen como objeto de estudio algún aspecto de nuestro pasado indígena. Entre los investigadores que trabajan en este campo, hay algunos académicos destacados, que tienen reconocimiento mundial, como Miguel León Portilla y Alfredo López Austin. Por otra parte, el estudio del pasado prehispánico, en el caso de México, que no es el de Perú o Guatemala, ha estado siempre en el centro de la reflexión nacional.

 

Sería inexacto decir que los estudios que se realizan en México sobre el pasado indígena no gozan de buena salud. Y sin embargo, no todo está bien en la relación que los historiadores y otros científicos sociales tenemos con esa vertiente de nuestra historia. Hay áreas en las cuáles la academia mexicana tiene un rezago notable frente a academias de Estados Unidos y Europa; el caso más grave, auténtico "hoyo negro" es el de los estudios mayas y la epigrafía. También se observa cierta dispersión, fragmentación del saber, y una preocupante ausencia de reflexiones en la diacronía que elaboren los vínculos entre el pasado indígena y el presente nacional.

 

Me invitan los moderadores de H-México a proponer tres líneas de reflexión para la charla. Entonces quiero agregar, a las ideas presentadas arriba, tres posibles líneas de discusión.

 

El trauma del despojo. En los últimos cincuenta años, y muy especialmente en los últimos treinta, el eje de la discusión o "centro de gravedad" de la discusión académica sobre el México prehispánico se ha desplazado a los Estados Unidos. Creo que este es un hecho significativo para nuestra historiografía y nuestra práctica académica, y que no le hemos dado toda la importancia que tiene. Los estudios sobre el mundo maya, y especialmente los que se basan en el análisis epigráfico, se producen fuera de México; la obra realizada en México en ese campo es irrelevante en la discusión académica. Hay además otros temas y problemas de nuestra historia antigua para los cuales las obras más significativas han sido generadas en los Estados Unidos; así ocurre con la historia de la urbanización en los valles de México y Oaxaca, por ejemplo. La obra más importante para comprender la organización social y política de los mixtecos, para nombrar otro caso, ha sido recientemente publicada por K. Terraciano en Estados Unidos.

 

Las respuestas a esta situación han sido al menos de tres tipos: a) Ignorar que el problema existe, e incluso restar valor a la producción de los estudiosos del pasado mexicano que no pertenecen a las instituciones mexicanas. b) Asumir la situación como una suerte de derrota intelectual, y sentarse a esperar que las novedades y los libros relevantes vengan del extranjero. c) Tomar nota del problema y buscar la inserción de la investigación que se genera en México en el debate internacional.

 

La debilidad del pensamiento histórico sobre el pasado indígena. Un problema que debemos atender tiene que ver con el carácter de nuestros trabajos sobre la historia prehispánica e indígena de México. En particular me refiero al hecho de que la creciente especialización ha dado lugar a un mosaico de saberes técnicos en franco detrimento de los ejercicios de síntesis, de reflexión global, y de ubicación de la historia indígena en el conjunto de los procesos históricos. Es común que en las obras colectivas se repartan las regiones y sitios arqueológicos entre especialistas, y cada uno aborde su diminuto campo de saber, pero no vemos un pensamiento integrado, a la manera del que ejercitaron Jiménez Moreno o Ignacio Bernal. Este es el lado más negativo de la especialización; pocos historiadores, si es que alguno, se animan a pensar la historia prehispánica como historia. Un aspecto del problema es la falta de planteamientos en la diacronía. Los "prehispanistas" se detienen en seco al llegar al año 1521, se dan media vuelta como si hubieran visto un abismo. Es el abismo que hemos construido para separar las especialidades.

 

Del vínculo pasional a la muerte por estructura. Otro ángulo que merece muchísima atención es el de nuestra relación emocional con el pasado indígena: algo que sigue siendo muy problemático. El pasado indígena de México, y su expresión material, como pasado monumental, se sigue imponiendo con una solemnidad, con una grandilocuencia y con un halo sagrado, que estorba el desenvolvimiento del pensamiento crítico. En muchos lectores, en el público en general, y en muchos historiadores, se percibe una actitud reverencial hacia el mundo precolombino. El historiador interesado en el pasado indígena está aún fuertemente influido por las expectativas sociales: por citar sólo un ejemplo, un libro aburrido que repita algunos lugares comunes sobre México Tenochtitlan recibirá más atención que un estudio de vanguardia sobre la historia económica del Bajío. El conocimiento y el pseudo-conocimiento sobre el México prehispánico es aplaudido no por lo que es, sino porque se refiere al México prehispánico. Muchos estudios, desde luego, han roto con la tendencia a exaltar y aislar el mundo indígena como monumento de nacionalidad; lamentablemente, sin embargo, para salir de esa envolvente ideología de mitificación del pasado, se ha optado por matar a ese pasado y convertirlo en antropología. No cabe duda que el éxito académico de la combinación antropología-estructuralismo-marxismo es en parte responsable de que el acercamiento antropológico a las sociedades antiguas se dé en términos del reconocimiento de una cosa quieta, no una roca pero sí un reptil que sólo mueve los párpados. Ese prejuicio de la cosa quieta, lleva de regreso la indagación sobre el pasado indígena al ámbito de las esencias, es decir, lejos de la historia.

 

Categoría: 
Ensayo
Época de interés: 
Prehispánica
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