sobre Salazar Mendoza, "La junta patriótica de la capital potosina: un espacio político de los liberales (1873-1882)"

Autor: 
Verónica Zárate Toscano
Institución: 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Síntesis: 
Flor de María Salazar Mendoza, La junta patriótica de la capital potosina: un espacio político de los liberales (1873-1882), Editorial Ponciano Arriaga, Gobierno del Estado de San Luis Potosí, 1999.
 
Reseñado para H-MEXICO por
Verónica Zárate Toscano,
 
Instituto de Investigaciones José María Luis Mora
 
El texto que ahora nos ocupa, La junta patriótica de la capital potosina. Un espacio político de los liberales (1873-1882), fue distinguido con el premio Francisco Peña de Historia, otorgado por el gobierno del Estado de San Luis Potosí. Originalmente fue presentado como tesis para obtener el grado de maestría en historia y ahora se da a conocer a un público más amplio.
El estudio de las Juntas Patrióticas de San Luis Potosí, le permite a Flor de María Salazar Mendoza realizar una exhaustiva reconstrucción de los actores políticos de este estado durante la República Restaurada y la primera etapa del Porfiriato. Y a través del estudio de este caso concreto, contribuye significativamente al entendimiento de la estructura política que imperaba en todo el país a fines del siglo XIX.
Para esta investigación, la autora ha aprovechado la rica documentación que se custodia en el Archivo Histórico de San Luis Potosí. Asimismo, ha tenido acceso a dos archivos particulares cuyos fondos han resultado muy importantes e igualmente ha trabajado en diversas bibliotecas, tanto de San Luis Potosí como de la Ciudad de México, de donde ha obtenido manuscritos e impresos fundamentales para el tratamiento de su objeto de estudio.
Mediante una cuidadosa estructura, el libro nos lleva a través de la historia de las juntas patrióticas, desde sus orígenes, su organización y estructura, sus protagonistas y sus reglamentos para terminar con su suspensión. Asimismo, se ocupa de exponer la importancia que revistió el erigir un monumento a Miguel Hidalgo, padre de la patria, como concreción de la política liberal. Pero vayamos por partes.
Sabemos que entre los primeros pasos dados para organizar las festividades cívicas, estaba el nombramiento de aquellos connotados ciudadanos que debían formar parte de la Junta Patriótica. Ésta se encargaba de reunir y manejar los fondos, formar el programa de actividades, nombrar a los oradores, etc. Sin embargo, no debemos creer que los nombramientos estaban exentos de conflictos. Podría darse el caso de que alguno de los elegidos, por diversas razones, se negara a pertenecer a dicha asociación. Pero también podría generarse una cierta competencia entre diversas personas que se consideraran a sí mismas como las indicadas para organizar las festividades y que no siempre eran incluidas entre los responsables. Las Juntas Patrióticas se establecían en las poblaciones principales de todas las entidades del país, y procuraban involucrar a los vecinos de toda la región en donde se celebrarían las fiestas patrias. De esta forma, extendían su radio de acción así como sus intenciones de conformar una Memoria Histórica Nacional.
Para el caso de San Luis Potosí, sobre todo al final del periodo estudiado por Salazar, se generó una competencia entre dos instancias cuyas funciones se contraponían. A partir de 1879, la autora vislumbra los motivos que llevaron a la desaparición de la Junta Patriótica, argumentando que el Ayuntamiento de la capital potosina había comenzado a intervenir en la organización de los festejos desplazando a la Junta Patriótica. Afirma que, finalmente, en enero de 1882 se instaló una nueva Junta, compuesta por los miembros de la generación porfirista, tal vez con "la finalidad de fraguar su desaparición". Efectivamente, el 11 de noviembre de ese mismo año, mediante un decreto del gobernador, se ratificaba que las comisiones del Ayuntamiento serían las encargadas de organizar "las funciones cívicas", con lo cual las Juntas resultarían obsoletas.
Aunque todo lo anterior resulta por demás explicable, desde el 16 de enero de 1877, Porfirio Díaz ordenó que cesaran en sus funciones, "considerando que las Juntas Patrióticas han caído en descrédito, porque en manera alguna han correspondido al objeto de su institución y teniendo presente, además, que por la naturaleza de sus funciones, los ayuntamientos son los que deben tener a su cargo la dirección de las festividades establecidas en conmemoración de los hechos más notables de nuestra historia".
Lo que nos llama la atención es el retraso con que se cumplían las órdenes federales ya que podría decirse que, durante esos cinco años que transcurrieron entre el decreto de Díaz y el del gobernador potosino Pedro Díez Gutiérrez, se había vivido, para este caso particular, en un estado de desobediencia a la autoridad central. Podríamos especular que ese era el tiempo que había tomado a las autoridades locales el analizar la pertinencia de aplicar el decreto en el estado.
Pero lo que también resulta indiscutible, es que, como bien dice la autora, se empezaban a hacer evidentes las diferencias entre las maneras de actuar de dos generaciones de políticos: la de los liberales que habían restaurado la república, y la de los afines a Porfirio Díaz que trataban de introducir nuevas modalidades. Los primeros abrían sus canales de comunicación y sus medios de acción para permitir la participación de corporaciones compuestas de ciudadanos reconocidos quienes aprovecharon la pertenencia a las Juntas como una plataforma política. Los segundos, en cambio, se apoyaron plenamente en las instituciones establecidas sin permitir la intromisión de elementos que resultaran ajenos a los intereses gubernamentales.
Una de las tantas contribuciones de este libro es que reúne los principales datos biográficos de los personajes que pertenecieron a la Junta Patriótica o que participaron en la organización de las fiestas cívicas entre 1873 y 1882. Podríamos decir que la información, incluida en el Apéndice I, sigue el modelo de estudio prosopográfico que François Xavier Guerra realizó para su libro Del Antiguo Régimen a la Revolución. Analizando la información de manera sistemática, la autora ha podido establecer las relaciones entre los miembros de la elite potosina, su filiación política, su profesión. Todo ello queda explicitado en dos cuadros que cierran el segundo capítulo. En otras palabras, con estos datos nos proporciona una galería de los notables potosinos del último tercio del siglo XIX.
Un aspecto que se ha dejado de lado en el libro, es el análisis del financiamiento de las fiestas, con el cual se obtendrían muchas pistas para entender las redes y relaciones establecidas entre los miembros de las juntas y las instancias de poder que contribuían a la realización de las festividades cívicas, pero también con los miembros de la elite económica, política y social del estado, interés que la autora manifiesta a lo largo de su texto. El financiamiento de las ceremonias y su repercusión en las finanzas es una muestra más de las relaciones de poder entre las autoridades federales, las del gobierno del Estado y las de los ayuntamientos. Ante la insuficiencia de dinero proveniente de las instancias gubernamentales, los organizadores se vieron en la necesidad de apelar a los bolsillos de particulares y de las corporaciones a fin de cubrir todos los gastos. Este hecho tuvo como resultado una política de vinculación entre el gobierno y la sociedad civil. Desde el momento en que se solicitaba su participación, se les concedía un papel fundamental en el fomento de la política festiva. Desafortunadamente, en el libro sólo se menciona una lista de contribuyentes pero sin ahondar en el análisis un documento al cual podría sacársele mayor provecho.
Pero, ¿en qué consistía la festividad? Salazar afirma que entre 1873 y 1882 "se repitió un esquema similar" y nos remite al apéndice 3 en el que incluye casi todos los programas de los años 1874 a 1879. En el cuerpo del texto sólo se detiene un poco más en el programa de las festividades de 1876, las últimas organizadas por los miembros de la generación de la República Restaurada, para demostrar ciertos cambios introducidos en las actividades. Si comparáramos dichos programas entre sí y también con los de otras localidades, encontramos que seguían patrones similares. Los cambios podrían ser en cuanto al orden de ejecución de cada una de las actividades del programa, pero ocasionalmente también había espacio para la improvisación.
Ahora bien, Flor Salazar reconoce que, durante el periodo de 1873 a 1876, la Junta Patriótica "fue aprovechada por el grupo político [...] para transmitir sus ideas a través de discursos y poemas". En este sentido, adquiere relevancia el uso de la palabra de aquellos que explícitamente habían sido convocados para participar en la celebración y que con sus discursos, oraciones cívicas, poesías, arengas, himnos, etcétera, contribuyeron a la formación y consolidación de las imágenes sobre la nación. Y como los miembros de las juntas eran hombres con preparación intelectual, fueron ellos los encargados de escribir los discursos cívicos. Con una muy cuidadosa utilización del lenguaje, los oradores de las festividades de cada lugar se insertaban en la celebración nacional imprimiéndole a la vez rasgos propios de cada una de las zonas estudiadas y de cada uno de los momentos. Es evidente el papel que desempeñaron los oradores de las fiestas cívicas para difundir el mito fundacional. Como una muestra, pueden revisarse los discursos y poesías pronunciadas en la inauguración de la estatua de Hidalgo, que se incluyen en el apéndice 2. Y también, para ampliar el tema, es altamente recomendable la lectura del texto de Sergio Cañedo Gamboa "El discurso político en la fiesta de la independencia en San Luis Potosí (1824-1847)", quien se ocupa de los discursos festivos de la primera mitad del siglo.
Otro aspecto relevante del libro es el seguimiento que se hace sobre la construcción de un monumento a Miguel Hidalgo, padre de la patria y modelo de exaltación por parte de los liberales. Un hecho muy significativo en nuestra historia "patria" es que, aunque el cura Hidalgo fue, casi incuestionablemente, considerado el padre de la patria desde los inicios del México independiente, prácticamente no se hicieran monumentos que honraran su memoria durante buena parte del siglo XIX. De hecho, en la ciudad de México se proyectó durante largos años el levantamiento de una estatua y para fines del siglo, apenas existía un busto de Hidalgo. En cuanto a las iniciativas monumentales de otras regiones del país, sabemos que el presidente Benito Juárez había decretado en 1863 que se levantara uno en la villa de Dolores Hidalgo pero en ese momento, no fue posible realizarlo por la invasión francesa. Posteriormente, en 1885, se pidió la cooperación de las municipalidades del país para poder hacerlo. Finalmente, el monumento se inauguró en 1887 y sigue en pie.
Por estos motivos resulta tan relevante el hecho de que en San Luis Potosí si se haya llegado a levantar la estatua en un momento histórico tan significativo. Sabemos que el estado de Chihuahua solicitó la cooperación de otras entidades para construir el monumento y que esta iniciativa fue retomada por San Luis Potosí. Llama la atención que el sitio escogido para el emplazamiento de la escultura en la capital potosina fuera precisamente el que ocupara un obelisco que conmemoraba la rendición, en 1825, del castillo de San Juan de Ulúa, último reducto español. El simbolismo que está tras esta decisión es por demás elocuente: conmemorar el principio de la gesta revolucionaria, personificado en Hidalgo, desplazando así el recuerdo del final de la dominación española. Durante la primera mitad del siglo, se debatió en torno a la pertinencia de conmemorar el 16 de septiembre, inicio de la lucha, o el 27 de septiembre, consumación de la independencia. Y los gobiernos liberales apostaron por el héroe del comienzo y no por el consumador, razón por la cual Agustín de Iturbide y el 27 de septiembre permanecen fuera del calendario festivo oficial. Pero esa es otra historia.
En resumen, podría decir que el libro de Flor de María es una contribución muy importante para entender los mecanismos utilizados por los miembros de las generaciones de la República Restaurada y el Porfiriato, los notables de San Luis Potosí, para organizar las fiestas cívicas en una década tan convulsa como 1873-1882. En el texto se hacen patentes los cambios y permanencias de la elite potosina la cual, en sus distintas generaciones, creó un espacio político en las Juntas Patrióticas, encaminado a buscar y establecer los mecanismos necesarios para la fijación del proyecto de nación en la memoria histórica de los mexicanos. Esta obra sobre La junta patriótica de la capital potosina ocupará un lugar relevante en la historiografía mexicana.
 
Verónica Zárate Toscano
Instituto de Investigaciones José María Luis Mora
zarate@sni.conacyt.mx
 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
Porfirismo y Revolución Mexicana
Área de interés: 
Historia Cultural