Pensar la revolución. Una aproximación a la Generación de 1915
Autor:
Pablo Yankelevich
Institución:
Instituto Nacional de Antropología e Historia
Síntesis:
PENSAR LA REVOLUCIÓN
Una aproximación a la Generación de 1915
Pablo Yankelevich
Instituto Nacional de Antropología e Historia
Una breve aproximación al núcleo intelectual conocido como la Generación de 1915 obliga a dirigir la mirada hacia dos momentos de la historia de México en el pasado siglo. En primer lugar, los años en que la lucha revolucionaria se generalizó y los enfrentamientos faccionales alcanzaron una violencia inusitada, cuyos efectos, como nunca antes, se sintieron en la ciudad de México desde donde la situación general del país no tardó en interpretarse como de profunda crisis y peligrosa desorganización. En segundo término, las administraciones políticas inauguradas en 1920, y que a lo largo de esa década prometieron una completa reconstrucción nacional, atendiendo a un programa de acción que reivindicaba los reclamos y reivindicaciones que habían movilizado a los revolucionarios.
El llamado "caos de 1915" permitió tomar conciencia sobre una circunstancia hasta entonces soslayada por la intelectualidad mexicana: el pasado, el presente y el futuro de México merecía ser objeto de una moderna reflexión capaz de dar respuesta a los interrogantes abiertos por la Revolución. Fue así que, la llegada al poder de los sonorenses catapultó a varios de los miembros de esa Generación a ocupar cargos políticos, convencidos en la posibilidad de traducir en creaciones institucionales y acciones legislativas reclamos populares que "instintivamente" habían asumido los caudillos revolucionarios. En otras palabras, la vivencia de ser estudiantes universitarios durante los años más álgidos de la guerra civil mexicana, y la participación en emprendimientos político y culturales desarrollados en aquellos años formativos, hizo posible que una década más tarde, un núcleo de jóvenes profesionales tradujera aquellas experiencias en el primer esfuerzo intelectual por dotar de racionalidad a un accionar gubernativo legitimado al amparo de la Constitución de 1917.
Manuel Gómez Morín en su célebre ensayo titulado 1915, bautizó a esta Generación a partir de reflexionar en torno al momento histórico que permitió a un núcleo de estudiantes reconocerse como unidad, como un nosotros con la misión casi apostólica de colaborar en la edificación de un nuevo proyecto de nación:
Los que eran estudiantes en 1915 y los que entre el mundo militar y político de la Revolución lo sufrían todo por tener ocasión de deslizar un ideal para el movimiento, y los que, apartados, han seguido los acontecimientos tratando de entenderlos, y los más jóvenes que nacieron ya en la Revolución, y todos los que con la dura experiencia de estos años han llegado a creer o siguen creyendo en que tanto dolor no será inútil, todos forman una nueva generación mexicana, la Generación de 1915.[1]
Las cabezas visibles de esta Generación fueron Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Alfonso Caso, Teófilo Olea y Leyva, Miguel Palacios Macedo, Alberto Vázquez del Mercado, Manuel Toussaint, Narciso Bassols, Antonio Castro Leal y Daniel Cosío Villegas. Jóvenes que en 1915 tenían entre 17 y 21 años, algunos estudiantes en la Escuela Nacional Preparatoria y otros ya cursando estudios de jurisprudencia. Cuando la ciudad de México se convirtió en objetivo militar de las distintas fuerzas revolucionarias, estos jóvenes asumieron el desafío de liderar un recambio generacional en un medio político y cultural donde, por un lado, había sucumbido la vieja guardia positivista de cuño porfiriano; y por otro, los líderes del movimiento de renovación cultural inaugurado por El Ateneo de la Juventud habían partido al exilio o se hallaban involucrados en la lucha revolucionaria.
Huérfanos de grandes maestros, a excepción de Antonio Caso - el único miembro de El Ateneo que continuó a cargo de sus cátedras- los integrantes de la Generación de 1915 abandonaron inquietudes exclusivamente literarias y estéticas como las sostenidas por los ateneístas, incorporando preocupaciones por los problemas sociales para así, en un mundo devastado por la Primera Guerra Mundial y en un país en plena Revolución, reconocer:
El problema agrario, [...] surgió entonces [...] para ser el tema central de la Revolución. El problema obrero fue formalmente inscrito también en la bandera revolucionaria. Nació el propósito de reivindicar todo lo que pudiera pertenecernos: el petróleo y la canción, la nacionalidad y las ruinas. Y en un movimiento expansivo de vitalidad reconocimos la sustantiva unidad iberoamericana extendiendo hasta Magallanes el anhelo.[2]
En el origen del futuro accionar de esta Generación, se ubica la fundación de la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, organismo creado a instancia de un grupo de estudiantes de Derecho conocido como Los Siete Sabios (Lombardo Toledano, Gómez Morín, Caso, Olea y Leyva, Vázquez del Mercado, Castro Leal y Jesús Moreno Vaca). Estos universitarios, bajo el magisterio de Antonio Caso, se propusieron reeditar la obra ateneísta con el fin declarado de "propagar la cultura entre los estudiantes de la Universidad de México". Ciclos de conferencias sobre asuntos sociales, educativos, jurídicos y laborales, conformaron un primer y rico experiencio que permitió comenzar a foguearse en temas y problemas de México, sobre los cuales, poco después, desarrollaron sus actividades profesionales.[3]
Las inquietudes políticas de varios de los integrantes de esta Generación encontraron posibilidad de manifestarse a través de la militancia universitaria. De manera precursora, en 1917, Los Siete Sabios asumieron la defensa de la autonomía universitaria en un memorial que remitieron a la Cámara de Diputados. Durante algún tiempo, Gómez Morín y Lombardo Toledano fueron los responsables de la Página Universitaria del periódico El Universal, mientras que Miguel Palacios Macedo alcanzó la presidencia de la Federación de Estudiantes de México en 1919, siendo reemplazado dos años más tarde por Daniel Cosío Villegas.
La preocupación por las cuestiones educativas, la necesidad de ampliar y extender la enseñanza en todos sus niveles, y la aplicación de la "técnica" en tanto instrumento capaz de erradicar la constante "improvisación" en el ejercicio de la gestión pública, constituyeron los pilares sobre los que fundaron su accionar político, sobre todo a partir de 1920, cuando buena parte de esta Generación pasó a ocupar puestos en la Secretaría de Educación Pública, en la Secretaría de Hacienda y en el gobierno del Distrito Federal
José Vasconcelos, con su ambicioso proyecto de renovación cultural y educativa, ejerció un marcado liderazgo intelectual sobre buena parte de esta Generación. El nacionalismo de sus propuestas culturales, el antimilitarismo de sus posiciones políticas y una prédica que reivindicaba la necesidad de abrir espacios del poder político a los intelectuales, convirtió al secretario de educación pública en referencia obligada. Vasconcelos y los miembros de esta Generación comenzaron a percibirse no sólo como pilar fundamental en la edificación de un nuevo orden social, sino y sobre todo como los responsables de dirigir intelectualmente esta obra. El programa de la Revolución Mexicana requería de soportes teóricos y de una pericia "técnica" que permitieran racionalizar la experiencia, traduciendo el reclamo popular en obras y políticas concretas:
La Revolución fracasó porque triunfó sólo con las armas, [...] se quiso confiar el triunfo de la Revolución a políticos y militares que jamás podrán realizar la parte esencial de un movimiento social. Para que un movimiento social pueda triunfar se necesita del nacimiento de una nueva ideología, de un nuevo punto de vista [...] de una nueva generación, y esa generación somos nosotros, y por eso afirmamos que nosotros somos la Revolución.[4]
Durante el gobierno interino de Adolfo de la Huerta, Vásquez del Mercado fue designado oficial mayor del gobierno capitalino, de inmediato convocó a algunos compañeros: Palacios Macedo fue vocal primero de la Junta de Vigilancia y Cárceles del Distrito Federal, y Alfonso Caso abogado consultor. Poco más tarde, Vásquez del Mercado pasó a ser secretario general de gobierno del Distrito Federal y entonces Lombardo Toledano ocupó la Oficialía Mayor. Manuel Gómez Morín fue nombrado secretario particular del Gral. Salvador Alvarado, secretario de hacienda del presidente De la Huerta. Castro Leal ingresó al servicio exterior pasando a desempeñar comisiones en Washington primero y en Santiago de Chile después. Toussaint se trasladó a Madrid con un nombramiento oficial; Teófilo Olea y Leyva desde tiempo antes ocupaba la presidencia de la legislatura del Estado de Guerrero; y Cosío Villegas se sumó al equipo de Vasconcelos, primero en la Universidad, y más tarde en la Secretaría de Educación Pública, mientras que Narciso Bassols se limitó al ejercicio de su profesión y a la docencia en la Escuela de Jurisprudencia, para recién a partir de 1925 incorporarse a la función pública.
En el desempeño de distintos cargos oficiales, los integrantes de esta Generación desarrollaron una importante obra que cristalizó en políticas, instituciones y legislaciones de presencia insoslayable en el México contemporáneo. En el ámbito de la política financiera, fiscal y hacendaría destacó Gómez Morín como uno de los autores del proyecto de ley que condujo a la fundación del Banco de México. A lo largo de su gestión como Consejero de este Banco (1925-1929), fue responsable de la redacción de la Ley del Crédito Agrícola de donde derivó la creación del Banco Nacional de Crédito Agrícola; de igual manera colaboró en los proyectos de fundación del Banco Nacional Hipotecario y del Banco Nacional de Obras Públicas. Hasta comienzos de los años treinta, intervino en la redacción de buena parte del soporte legal (Ley Monetaria, Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, Ley de Instituciones de Seguros; de Cámaras Nacionales de Comercio, etc.) que dio sustento al ambicioso programa inaugurado por el presidente Plutarco Elías Calles, programa tendiente a rehabilitar la hacienda pública y reorganizar la vida crediticia del país después de años de desorden fiscal y monetario.
En otro campo de actividades, Lombardo Toledano, cuando la creación de la Secretaría de Educación Pública pasó a colaborar con Vasconcelos. Fue jefe del Departamento de Bibliotecas y más tarde director de la Escuela Preparatoria Nacional. Sus inquietudes por la extensión de la enseñanza en los sectores populares pronto lo condujeron hacia las organizaciones obreras, ámbitos en donde destacó como dirigente sindical. Fue uno de los fundadores de la Confederación de Trabajadores de México y su secretario general entre 1936 y 1940.
En el terreno cultural y educativo buena parte de los integrantes de esta Generación destacaron en el ejercicio de sus labores docentes. En el ámbito de los estudios sobre el arte, Manuel Toussaint fue un precursor en las investigaciones sobre historia del arte mexicano. En 1935 fundó el Laboratorio de Arte en la Universidad Nacional, que poco después se convertiría en el actual Instituto de Investigaciones Estéticas. Por otra parte, en materia de estudios literarios, Castro Leal desarrolló una fecunda labor de crítica erudita y profusa difusión de las letras mexicanas, actividades que combinó con el ejercicio de distintos cargos en esferas de la política y la cultura. Entre éstos, fue rector de la Universidad Nacional entre 1928 y 1929. Otros miembros de la Generación alcanzaron este mismo cargo, fue el caso de Manuel Gómez Morín (1933-1934) y Alfonso Caso (1944-1945). Este último, alejado de su profesión de abogado, concentró sus actividades académicas en torno al pasado prehispánico de México, significándose como uno de los fundadores de la antropología y la arqueología mexicana. Caso, entre otras realizaciones, dirigió entre 1931 y 1943 el proyecto de exploración del sitio arqueológico de Monte Albán.
Otros miembros de esta Generación, Vásquez del Mercado y Olea y Leyva, consagraron sus actividades al estudio del derecho, llegando ser ambos ministros de la Suprema Corte de Justicia. Por su parte, Bassols desarrollo una extendida actividad pública. Hacia 1927, y materia legislativa fue uno de los redactores de la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional, dos años más tarde fue Director de la Facultad de Derecho de la Universidad, en donde alentó la creación de la sección de economía, antecedente de la actual Facultad de Economía. Durante las presidencias de Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez fue secretario de educación pública, en 1934 ocupó la titularidad de la secretaría de gobernación, y en 1935 fue el primer secretario de hacienda en el gabinete del presidente Lázaro Cárdenas. Poco más tarde, se incorporó al servicio exterior desempeñando cargos en Londres, Madrid, París y Oslo. Durante su nombramiento en la capital francesa, fue responsable de coordinar la labor humanitaria en favor de miles de prisioneros republicanos españoles, muchos de los cuales se trasladaron México. En este operativo colaboró de manera destacada Cosío Villegas, quien poco después aprovecharía la presencia de connotados hombres de ciencia españoles, para fundar el Colegio de México y dar un renovado impulso al Fondo de Cultura Económica, dos de las creaciones mas sobresalientes del más joven de los integrantes de esta Generación.
La reflexión y la práctica que otorgó sentido de pertenencia generacional a este grupo de intelectuales no perduraron más allá de la década del veinte. Un parteaguas político fue la campaña electoral de Vasconcelos en 1929, para algunos esta experiencia marcó el límite de su confianza en un régimen político que se decía heredero de la gesta revolucionaria. Así por ejemplo, durante los años treinta, Gómez Morín se fue alejando de las funciones públicas para concentrarse en el desempeño de su profesión de abogado, sobre todo como consultor de importantes grupos industriales y bancarios. En el terreno político su toma de distancia respecto al régimen posrevolucionario cristalizó en la fundación del Partido Acción Nacional en 1939. Un recorrido similar, aunque de signo político opuesto, realizó Lombardo Toledano quien después de colaborar estrechamente con el gobierno de Cárdenas, al concluir este gobierno y en abierto desacuerdo con la administración de Manuel Ávila Camacho, fundó el Partido Popular en 1947. En esta empresa fue acompañado por Narciso Bassols que ocupó la vicepresidencia del Partido Popular hasta su alejamiento en 1949. Otra ruptura significativa fue la de Vásquez del Mercado, quien en 1931, en abierta discrepancia con el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, renunció a su magistratura en la Suprema Corte de Justicia
Al cabo de unos pocos años, en estos jóvenes se diluyó el optimismo que sirvió de fundamento a la creencia de que tenían la "misión" de guiar el proceso de reorganización nacional. Aquel sentimiento de pertenencia desapareció cuando se hizo evidente que en la relación entre el los políticos y los intelectuales, estos últimos debían moderar sus ambiciones de poder, ambiciones en el sentido de pretender alterar el rumbo de una marcha, que en el mejor de los casos acompañaban pero que jamás condujeron. En resumen, éste fue el primer contingente de intelectuales que, una vez cerrada la etapa armada de la Revolución, se incorporó de lleno a trabajos gubernamentales, y fue así como, al decir de Octavio Paz, "el intelectual se convirtió en el consejero secreto o público del general analfabeto, del líder campesino o sindical, del caudillo en el poder"[5]. Con sus acciones, la Generación de 1915 contribuyó poderosamente a sentar las bases del moderno Estado mexicano, al tiempo que y paradójicamente, de la misma experiencia se desprendieron los límites de la cohabitación entre intelectuales y gobernantes en el escenario político nacional.
Referencias bibliográficas
CALDERóN VEGA, Luis; Los 7 Sabios de México. México. Ed. Jus. 1961
CASTILLO PERAZA, Carlos; (Estudio Introductorio) de Manuel Gómez Morín, constructor de instituciones, México, FCE, 1994.
COSíO VILLEGAS, Daniel; Memorias, México. Ed. Joaquín Mortíz, 1976.
GóMEZ MORíN, Manuel; 1915, Ed. Cultura, 1927.
GONZáLEZ Y GONZáLEZ, Luis; “La ronda de las generaciones” en Todo es Historia, México. Ed. Cal y Arena, 1989.
KRAUZE, Enrique; Caudillos culturales de la Revolución Mexicana, México, Ed. Siglo XXI, 1986.
MONSIVAIS, Carlos, “La nación de unos cuantos y las esperanzas románticas” en Héctor Aguilar Carmín, et. al. En torno a la cultura nacional, México, SEP-INI, 1976.
PAZ, Octavio; El laberinto de la soledad, México, FCE, 1969.
NOTAS
[1] Manuel Gómez Morín, 1915, Ed. Cultura, 1927, p. 11.
[2] Ibid.
[3] Luis Calderón Vega, Los 7 Sabios de México. México. Ed. Jus. 1961, p. 32.
4 Cosío Villegas, Daniel; “La Riqueza de México”, en La Antorcha, México. 30 de mayo de 1925, p.32.
5
Octavio Paz; El laberinto de la soledad, México, FCE, 1969. p. 140
Categoría:
Artículo
Época de interés:
Porfirismo y Revolución Mexicana
Área de interés:
Historia de las Ideas