sobre Rodríguez-Shadow y Shadow. "El pueblo del Señor: las fiestas y peregrinaciones de Chalma"

Autor: 
Anna Fernández Poncela
Institución: 
Departamento de Política y Cultura de la UAM
Síntesis: 

Rodríguez-Shadow, María J. y Robert D. Shadow. El pueblo del Señor: las fiestas y peregrinaciones de Chalma, México, Universidad Autónoma del Estado de México, 2002.

 1-EL SEÑOR DE CHALMA


Glorioso Señor de Chalma

padre de mi corazón

adoro con toda el alma

tu dichosa aparición

En las cosmovisiones socioculturales de los pueblos, la religión juega un importante papel: la concepción del universo, las fuerzas divinas, los ritos y prácticas cotidianas o festivas, desde lo personal hasta lo colectivo, las identidades y las subjetividades. La religión constituye básicamente un sistema de creencias y prácticas relacionadas con lo sagrado, como ya señaló Durkheim.

Y dentro de la religión, la religiosidad popular es un campo enorme y fascinante, y seguramente en auge en los últimos tiempos, según se observa cotidianamente e nuestro alrededor. Sobre religiosidad popular y en torno a la imagen del Señor de Chalma gira el libro de María J. Rodríguez-Shadow y Robert D. Shadow. Un viaje histórico y actual en torno al Santuario, el Señor y los diversos sujetos sociales, relaciones y procesos que tienen lugar en su honor o a su alrededor, en el pasado y especialmente en nuestros días. Un trabajo descriptivo y minucioso que narra peregrinaciones, danzas, fiestas, así como el contexto histórico, geográfico y social. Se sumerge en fuentes bibliográficas y registra trabajo de campo en el lugar. Abarca así de una forma compleja y completa, diversos acercamientos que completan un buen trabajo antropológico.

Leyendo este libro recordamos nuestras visitas al santuario, reelaboramos lo que habíamos visto de forma superficial, comprendemos sintiendo y nos explicamos analizando, ese microcosmos que es reflejo de un universo social, cultural y religioso que nos envuelve. Nos vemos entre los comerciantes, los peregrinos, los danzantes, junto a las cruces, frente al atrio, y ante la talla del Cristo ofreciendo veladoras, cuyo humo se lleva y le comunica nuestros sueños y nuestros más íntimos deseos. Así, miles de gentes encuentran consuelo y protección, un cachito de esperanza en sus vidas, como otros lo hallan ante un psicólogo o una amiga; además de fiesta y diversión, convivencia, recreación y espiritualidad.

El santuario de Chalma al sureste del Estado de México (municipio de Malinalco) se encuentra en una zona pobre y aislada. Hoy cuenta con 12,000 habitantes, que se dedican a actividades mercantiles, especialmente al comercio -fijo o ambulante-, y en menor medida agrícolas. Allí llegaron los agustinos en la época colonial, y como en varios rincones del continente americano, encontraron una conversión formal más que real por parte de la población indígena de la región, por lo que se hizo necesario -según ellos- suplantar a los dioses indígenas por el "verdadero". La fundación del pueblo de Chalma surge en función del convento, con las personas que le servían o trabajaban para él.

Sobre la aparición o hallazgo de la imagen del Señor, hay varias fuentes y relatos que circulan. Lo que se cree es que ya el lugar era un centro de peregrinación prehispánico -con la supuesta adoración a Ostoc Téotl-. Alrededor de 1539 en una cueva tuvo lugar un suceso entre indígenas idolátricos y frailes, que dio lugar a la presencia del santo Cristo que hoy se adora, o a la talla original del mismo -ya que fue destruida parcialmente en un incendio en el siglo XVIII-, con posterioridad trasladada al santuario.

"Esta imagen es verdaderamente impresionante; es la viva representación del sufrimiento, con la que sin duda se identifican muchos de los fieles que le rezan con fe" (pg. 41). Por supuesto, lo importante no es la historia o la autenticidad de los hechos, la relación de los fieles con la imagen es básicamente emocional, como señalan María J. Rodríguez-Shadow y Robert D. Shadow.

Varios son los milagros narrados con que cuenta en su haber el Señor de Chalma. Y como en todo santuario peregrino que se precie se encuentra la presencia de pintura votiva y exvotos, a modo de testimonio de los beneficios recibidos por el Señor.

"El culto local al santo patrono se halla habitualmente en manos de los pobladores, organizados en grupos corporados denominados mayordomías, organizaciones religiosas de gestión laica que muchas veces actúan al margen de la tutela de las autoridades eclesiásticas, en ocasiones contra ella y en otras, a pesar de ellas" (pg. 94). También hay un "segundo tipo de visitas al santuario es el de las peregrinaciones puramente circunstanciales, es decir, que no están estructuradas por una mayordomía. En este caso los devotos pueden llegar en camión o incluso caminando en grupos de familiares, amigos, vecinos o compañeros de trabajo, y los singulariza su carácter masificado, inorgánico y extremadamente fluido" (pg. 94-5).

El ciclo de fiestas y peregrinaciones religiosas es rico y variado, como indican los autores en una descripción pormenorizada de las mismas. Está la Feria de Reyes (del 4 al 7 de enero); Feria del Primer Viernes de Cuaresma (del 9 al 17 de febrero, fecha variable); Feria de Semana Santa (del 24 al 31 de marzo, fecha variable; Feria de Pascua de Pentecostés (12 al 19 de mayo, fecha variable); Fiesta del Primero de julio; Feria de Navidad (21 al 26 de diciembre).

Algunas fiestas son acontecimientos más festivos, otras, se centran en cuestiones de carácter penitencial ligado a mandas y promesas, peticiones y pagos de favores ya recibidos. El paseo por las cruces situadas en los cerros aledaños, levantadas por los fieles producto de una promesa por un favor recibido, es una tradición. Como lo es la peregrinación que llega a las puertas del santuario ante la imagen del Señor.

Las danzas de diversa índole son ritos centrales. "Los grupos de danzantes están organizados según el patrón de los cargos tradicionales, en torno a una imagen que puede coincidir (o no) con el patrono del pueblo. En algunos casos el grupo constituye una verdadera hermandad socio religiosa en cuyo ámbito los danzantes se desenvuelven en casi todos los aspectos de su vida" (pg. 167). La danza Gitana, la de Los cañeros, la de Los doce pares de Francia, entre otras, son luchas entre moros y cristianos u otro tipo de representaciones dancísticas colectivas. Alegres y coloridas, gustan al visitante.

Las mayordomías y la organización de las festividades y el culto comunitario están bien asentados alrededor de las peregrinaciones y ferias. El sistema de cargos, originalmente impuesto por los conquistadores a los pueblos indígenas para su control, ahora se utiliza "Para llevar adelante los festejos religiosos de cada barrio, en los que rendían culto a un santo que les representaba, se nombraba un mayordomo. Éste podía solventar económicamente los gastos de la fiesta o solicitar el apoyo de los vecinos" (pg. 170). "Las mayordomías de los pueblos que organizaron a los grupos que asistieron de manera corporada al santuario de Chalma colaboraron de diversas maneras en el lucimiento de las ferias a las que asistieron, ya sea con sus danzas, con las "portadas" que colocaron, con la música de mariachis o de banda que aportaron, con los "regalos" que les llevaron, ya fueran florales, de ceras o pecuniarios" (pg. 172).

Eso sí, basura y contaminación, reina en el lugar, ante la indiferencia de los agustinos o las autoridades. Estos frailes utilizan un lenguaje abstracto ininteligible para sus fieles, los cuales parecen escuchar distraídos e ensimismados. Pero eso no importa, lo que es de verdad central es su relación directa con el Señor de Chalma, sus peticiones personales y familiares, su viaje en colectivo, su recreación cultural y espiritual. Otra cuestión importante es la constatación de la devoción entre los sectores populares menos favorecidos, por decirlo de alguna manera, por el aspecto que tienen, los relatos en las entrevistas sobre sus ocupaciones, etc.

Los autores concluyen que "Existen posibilidades de que las celebraciones, fiestas, sistemas de cargos y peregrinaciones que conforman el eje de la religión popular continúen siendo un mecanismo privilegiado de la vida social y la organización económica, política e ideológica de los pueblos y las comunidades indígenas de Mesoamérica. Y en virtud de que estas estructuras no permanecerán estáticas, los sistemas rituales y religiosos populares se modificarán, adoptarán nuevas y creativas modalidades, en suma, se transformarán en formas inéditas" (pg. 175). Y es que ante la crisis -intrínseca al sistema- la religiosidad popular goza de buena salud, y los centros de peregrinaje religioso, cada vez parecen más solicitados por turistas, viajantes, creyentes y personas con problemas que piden y agradece, vuelven a solicitar y vuelven a dar las gracias, en una espiral de necesidad y fe.

Lo que se busca en este caso, como en otras expresiones o manifestaciones de la religiosidad popular, "en su acercamiento al ser divino no es la salvación de su alma, sino una ayuda de tipo práctico: protección contra enfermedades y accidentes, tanto para ellos como para sus seres queridos y sus animales, recibir las lluvias a tiempo, alejar el granizo de sus cultivos y otros favores y beneficios de carácter personal. Por ello, la imagen divina aparece como un personaje que prodiga sus dádivas entre este estrato subordinado de la sociedad. Dar y recibir a través del personaje sagrado representa el punto de partida del evento religioso popular: todo se organiza en torno a ello: las danzas, la peregrinación, los cuetones, la música, las aspersiones, la misa, las flores, la comida, las bendiciones, el establecimiento del parentesco ritual y las procesiones" (pg. 177).

Y es que "en términos generales puede decirse que los santuarios constituyen lugares privilegiados para el estudio de estas expresiones de religiosidad popular, ya que el santuario se considera un centro sagrado en donde reside la imagen venerada, lugar que debe ser visitado para implorar y buscar seguridad y protección. Estos lugares que pueden ser, como en este caso, cuevas, grutas o fuentes constituyen, al mismo tiempo, puntos de contacto con el cielo, así como el inframundo. Estos sitios son sumamente especiales porque son espacios favorables para la súplica y la propiciación de las fuerzas sobrenaturales, por el tipo de circulación de energía que se establece. La imagen sirve para transmitir la energía humana de amor, adoración, compromiso y ofrenda y devuelven la energía divina en forma de consuelo, gracia y milagro" (pg. 177).

Por su parte, como se menciona en la obra, las peregrinaciones son un drama cultural, variable y ambiguo, un "ritual de agradecimiento por el favor obtenido o el gesto de la súplica en el momento de la angustia. Para otros puede tener un sentido de reto: "(Apuesto) ¡A que sí llego caminando hasta Chalma!" Para otros más puede tener un sentido lúdico, como de "salir de vacaciones", "ir de pachanga", con el sentido de realizar una actividad para romper la cotidianidad. O de la reactualización de un compromiso" (pg. 179).

Otra cuestión que subrayan los autores es el carácter laico de la gestión ceremonial. Las marchas rituales que constituyen las peregrinaciones van del espacio no-sagrado al sagrado que es el santuario, lugar de condensación de esto último. "La motivación de esta marcha es la posibilidad de establecer un contacto con lo divino, bien para beneficiarse de su poder mediante el establecimiento de un pacto de reciprocidad sellado con la realización de ritos propiciatorios: ofrendas, sacrificios y plegarias, o bien, para reproducir acontecimientos ya realizados en otro tiempo y en otro lugar; esa marcha debe tener además un claro sentido ascético y penitencial" (pg. 180). Todo este ritual de ofrendas, sacrificios, plegarias y limosnas tienen la función de sellar el pacto de ayuda entre los seres humanos y las fuerzas sobrenaturales.

Y es que hay momentos en la vida de las personas o la de los pueblos, que se hace necesario elevar la mirada a los cielos, buscar ayuda en el más allá, confiar en seres divinos, porque la dureza de la vida cotidiana es tal, que destruye cualquier esperanza, ahoga soluciones, asesina sueños, despierta fantasmas. Y sólo las imágenes y rituales religiosos despiertan ya a confianza. Eso, sin olvidar o perder de vista el carácter compensatorio de recreo, convivencia y fiesta que una peregrinación al santuario también significa. Porque no todo es llanto en esta vida, como y tampoco, todo es risa y alegría.

Adiós Cristo milagroso

adiós brillante lucero

adiós santuario dichoso

hasta el año venidero

 

Anna Fernández Poncela

Investigadora y docente del Departamento de Política y Cultura de la UAM

 

Categoría: 
Reseña
Época de interés: 
General
Área de interés: 
Historia de las Religiones