Expo. “Charrería, corazón de nuestro México”

Datos generales
Tipo de actividad: 
Exposición
Lugar: 
Museo del Noreste (Monterrey)
Fecha: 
2013-09-11 - 2014-02-02
Programa: 
El Museo del Noreste invita a la inauguración de la exposición “Charrería, corazón de nuestro México”, el 11 de septiembre a las 19:30 horas, que muestra el origen, historia y tradición de la charrería, que contribuye a reforzar el orgullo por las raíces y tradiciones mexicanas.
 
La historia de la charrería abraza una exquisita combinación de mitos, leyendas, tradiciones, folclor en aquellos hombres y mujeres que hasta el día de hoy, portan con gran orgullo y garbo la vestimenta charra.
 
La exposición está compuesta por más de 250 piezas, divididas en cuatro temas que narran en forma general el desarrollo de esta práctica en México: Hombre de a caballo, El entorno y los animales, Nace la fiesta charra y La charrería y las artes.
 
El reto para este proyecto fue el gestionar, reunir y seleccionar objetos históricos y contemporáneos de las tradicionales familias charras de Jalisco, Cd. de México, Querétaro, Zacatecas y Nuevo León; labor que contó con la colaboración y apoyo de la Federación Mexicana de Charrería, la Asociación Nacional de Charros y la Unión de Asociaciones de Charros de Nuevo León, A.C.
 
Las piezas que se exhiben forman parte de las colecciones de la Ganadería de Toros de Lidia San José, S.R.L; Ricardo Zermeño Barba; Arturo Alvarez-Malo Dedevant, Jorge Alvarez-Malo Palos, Jorge Malo Lugo, Valentín Treviño, y los descendientes de Ignacio Ríos, dueño de la legendaria Talabartería Ríos la cual se encontraba en el lado Oriente del Mercado Colón.
 
También participaron instituciones culturales como CONACULTA - INAH a través del Museo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec, Museo de la Charrería, Instituto Zacatecano de Cultura, Galería Daniel Liebsohn, Galerías CRISTÓBAL y el mismo Museo de Historia Mexicana.
 
En “Charrería, corazón de nuestro México”, el visitante apreciará piezas destacadas como un traje de china poblana de la época del Segundo Imperio mexicano; un sombrero y un par de pistoleras del General Jesús González Ortega, quien participó al lado de Benito Juárez en la Guerra de Reforma; y una silla de montar atribuida como de uso personal de Francisco I. Madero.
 
También apreciará otros objetos singulares como un par de espuelas de plata con incrustaciones de rubíes de finales del siglo XIX; y finos dechados del siglo XVIII en donde se representa la importancia del caballo en la vida cotidiana novohispana.
 
El guión museográfico y concepto general de “Charrería, corazón de nuestro México” estuvo a cargo de Claudia Ávila Rocha; la investigación la realizó la historiadora Gabriela Sánchez y la museografía de Sergio Rodríguez. La exhibición estará a la vista del público hasta el domingo 2 de febrero 2014.
 
TEMA 1. HOMBRE DE A CABALLO
 
Los primeros animales que trajeron los españoles a la Nueva España fueron los caballos. Durante el virreinato, el caballo representó el medio de transporte más importante. A medida que se extendían y multiplicaban los caminos por todo el territorio era común ver transitar españoles a caballo, así como recuas de mulas que transportaban toda clase de mercancías. Entre los conquistadores hubo experimentados caballistas que conocían y practicaban algunos ejercicios que habían heredado de los árabes. A los naturales les era imposible imitarlos porque les estaba prohibido montarlos.
 
Al extenderse el uso del caballo entre los habitantes de la Nueva España sin distinción de castas o jerarquías debido a las necesidades de la vida rural, especialmente en el manejo del ganado, surgieron los hombres de a caballo y se sentaron las bases de la charrería; es decir, al momento de realizar los herraderos, tuzaderos, capaderos y rodeos, entre otras faenas.
 
En el siglo XIX los grandes viajeros y cronistas de múltiples diarios de viaje dejaron testimonio del ambiente que rodeaba al país, son conocidas las litografías de Claudio Linati, las pinturas de Egerton, los cuadros de Rugendas, Carl Nebel y Ernesto Icaza Sánchez, así como los escritos de la marquesa Calderón de la Barca. Estos artistas mostraron la belleza y la variedad de los paisajes, la originalidad de la gente, sus costumbres, el colorido de sus trajes y atuendos y la personalidad de los llamados “tipos populares”.
 
Durante los años de 1800, la participación de los hombres de a caballo en las diferentes contiendas como la lucha por la Independencia y la Intervención Francesa fue fundamental, los ejércitos tenían contingentes de caballería. Entre los caudillos de la lucha independentista surgidos del ámbito rural podemos mencionar a Ignacio Allende, Valeriano Trujano, Nicolás Bravo, Pedro Moreno y Andrés Delgado.
 
Jesús González Nava, de origen zacatecano, fue otro hombre de a caballo que luchó al lado de Benito Juárez en la guerra de Reforma y durante la Segunda Intervención Francesa en México, destacándose por defender la ciudad de Puebla en marzo de 1863.
 
En el periodo anterior al porfiriato, el gobierno reorganizó y profesionalizó al ejército, y la policía montada rural cobró fuerza, con el fin de combatir el bandidaje en todo el territorio. Se organizaron nueve cuerpos de rurales constituidos por 218 hombres, quienes también daban protección a los hacendados.
 
Después de la lucha armada, la charrería volvió a escena como un componente de lo mexicano, cuando el Estado posrevolucionario desplegó todas las estrategias posibles para consolidarse y legitimarse, para unificar a la nación y lograr la paz social. Sin embargo, ésta tomó auge ya no en su modalidad de práctica campirana, sino en la de una actividad deportiva que había cambiado de escenario: la ciudad por el campo.
 
TEMA 2. EL ENTORNO Y LOS ANIMALES
 
Los caballos llegaron al territorio mexicano con la expedición de Hernán Cortés en 1519. Eran en su mayoría caballos andaluces, briosos y de fina estampa. A finales de 1500, los caballos criados en el México se utilizaron tanto para carreras y gala como para transporte y trabajo, su vasta reproducción hizo necesario que los propietarios tuvieran un fierro o marca registrada ante el ayuntamiento para distinguir a su ganado.
 
El aumento del ganado durante la Colonia propició la modificación de la disposición virreinal de prohibir a los nativos montar a caballo, debido a que se requería que éstos ayudaran en las labores del campo, la defensa de las tierras y otros servicios en beneficio de los hispanos.
 
Fue en estas haciendas ganaderas donde nació, creció y trascendió la charrería. Ahí surgieron amansadores, vaqueros, caporales y charros, hombres encargados de formar a los buenos caballos para carreras, rejoneo y faenas charras, estos expertos vaqueros y caporales se ocupaban de faenas en las que sobresalía el arrojo y la destreza para lazar, colear, pialar o manganear.
 
Actualmente existen 300 razas de caballos, resultado de la domesticación y cruzas que el hombre ha llevado a cabo a lo largo del tiempo. Entre las razas más importantes destacar: árabe, berberisco, andaluz, cuarto de milla, mexicano y azteca. También los colores definen y distinguen a los caballos.
 
TEMA 3. NACE LA FIESTA CHARRA
 
Como deporte, la charrería tiene una historia de menos de un siglo. La Revolución Mexicana puso fin a los grandes latifundios y haciendas con el reparto agrario. Como consecuencia, los charros llegaron a la ciudad y convirtieron sus actividades productivas tradicionales en un deporte y una fiesta, ejecutando sus gustos y diversiones en el ámbito urbano, donde se empezaron a construir los primeros lienzos charros.
 
El charro se convirtió así en un jinete que, con el propósito de competir y hacer gala, ejecuta suertes como lazar, colear y jinetear, adquiriendo mayor destreza mediante la práctica deportiva y perfeccionamiento de las suertes, pero sujeto al reglamento y formalidad de los eventos deportivos.
 
En 1933, el presidente Abelardo L. Rodríguez promulgó la ley deportiva, en cuyo marco la charrería se asumió como deporte nacional, incorporándose a la Confederación Deportiva Mexicana.
 
Otro mandatario, Pascual Ortiz Rubio, decretó que el traje charro sería símbolo de la mexicanidad y debería ser portado con dignidad y honor; y Manuel Ávila Camacho y los presidentes posteriores consolidaron de las instituciones charras al tejer nexos políticos con ellos, incorporándolos en actos protocolarios y oficiales y apoyando la construcción de lienzos charros.
 
Los charros son considerados como la tercera fuerza de reserva para el Ejército Nacional, lo cual revela otra función cuyos resabios quedan en la pistola que forma parte de su traje de charro, aunque, significativamente, se lleve descargada.
 
La Asociación Nacional de Charros nació con el fin de dar a conocer, de manera organizada las prácticas charras el 4 de junio de 1921, en la Ciudad de México, bajo la dirección de Ramón Cosío González, Crisóforo B. Peralta como vicepresidente, Alfredo B. Cuéllar como secretario, Fernando de la Garza como tesorero y Sósimo Bretón como prosecretario.
 
En Jalisco, hacia esas mismas fechas nació la agrupación Charros de Jalisco, con sede en Guadalajara; Don Ignacio F. Sahagún encabezó la presidencia junto con importantes patriarcas de la charrería nacional, como Carlos Corcuera, Joaquín Aceves, Manuel Capetillo, Andrés Z. Barba, Ignacio y Agustín Zermeño, Silvano Barba González, Benito Villaseñor, entre otros. Por su parte, los mexicanos naturalizados en Estados Unidos formaron asociaciones en Chicago, Texas, California, Arizona, Nuevo México, Colorado e Illinois.
 
Hacia 1921 en Nuevo León, un grupo de personas afines a la charrería que se reunían para hacer faenas con el ganado en “El corral de piedra”, ubicado en los límites de Monterrey y San Nicolás, acordaron constituirse como la Asociación Regional de Charros de Monterrey. En la actualidad existen cerca de 27 asociaciones en Nuevo León.
 
La creación de la Federación Nacional de Charros fue necesaria al quedar la charrería subordinada a la Confederación Deportiva Mexicana (CODEME), que exigía que cada deporte formara una federación con todas las asociaciones o clubes afines. Su fundación tuvo lugar el 16 de diciembre de 1933. Fueron nombrados Silvano Barba González –secretario de gobernación, figura notable en la política tapatía y charro de Los Altos– como presidente y Leovigildo Islas como secretario.
 
Desde sus orígenes la Federación, agrupa y rige a la mayoría de las asociaciones del país y vela la conservación de la charrería apegada a las costumbres, tradiciones y cultura mexicana. A lo largo de su historia, la institución ha cambiado de nombre: Federación Nacional de Charros, Federación Mexicana de Charros y Federación de Charros, respondiendo a las inquietudes de sus agremiados.
 
Actualmente la Federación Mexicana de Charrería, reúne a 2200 asociaciones, tanto en México como en el extranjero, 280 grupos de escaramuza y alrededor de 250 mil charros federados y registrados. Se sostiene de las erogaciones de aficionados, descendientes de charros y deportistas que cultivan y conservan esta tradición.
 
Un equipo debe estar integrado por el capitán, un pialador, un calador, un jinete de toro, tres coleadores, un jinete de yegua, tres lazadores en el ruedo, un manganeador a caballo, un manganeador a pie y un jinete para el paso de la muerte. También debe haber un suplente para cada faena. La máxima autoridad son los jueces y ellos resuelven cualquier eventualidad que se presente dentro del lienzo.
 
Existen nueve suertes en las cuales el charro debe demostrar sus habilidades: Cala de caballo, Píales en el lienzo, Colas, Jineteada de toro, Terna en el ruedo, Jineteada de Yegua, Manganas a Pie, Manganas a Caballo y Paso de la Muerte.
 
En un principio, los estatutos de la Federación de Charros contemplaban la participación de las mujeres de dos maneras: como reina de la federación y como integrante de los comités de damas, formado por las esposas de los miembros del Consejo Directivo Nacional que atendían las necesidades de la Federación: ornamentación, atención a invitados, preparación de fiestas. Hacia 1950 tuvo lugar la creación de una disciplina exclusivamente femenina dentro del mundo charro: el de la escaramuza.
 
La escaramuza charra es la ejecución de sofisticadas coreografías a caballo realizadas por mujeres, que requieren de mucha destreza, fuerza y valor, sin embargo, es básicamente apreciada en su dimensión estética, aunque se hacen competencias, lo que resalta es su valor ornamental. Hacia 1953 tuvieron lugar las primeras actuaciones de las escaramuzas charras, que se incorporaron formalmente a la Federación.
 
TEMA 4. LA CHARRERÍA Y LAS ARTES
 
En este tema se contó el apoyo del Museo de la Charrería, que facilitó el traje de Jorge Negrete; la familia Aguilar, quienes prestaron indumentaria de Don Antonio Aguilar, Flor Silvestre y de sus hijos Antonio y Pepe; y la familia Fernández, quien proporcionó los trajes charros de Vicente Fernández, padre e hijo.
 
La charrería ha trascendido prácticamente en todas las manifestaciones artísticas, como tradición popular ha estado presente en la literatura, leyendas, poemas, corridos, composiciones musicales, dichos y refranes. Las referencias se han dirigido al caballo, al jinete, a la campiña y los enseres que acompañan a la fiesta, así como a las suertes que practican los hombres de a caballo.
 
De igual manera, lo artístico se aprecia y valora en las diferentes prendas, atuendos y arreos propios de la charrería: en los atavíos, las monturas, fustes, espuelas, estribos, reatas, sombreros, cinchos, machetes, anqueras, frenos, vaquerillos, chaparreras, bozales, pachuqueñas, botonaduras, sarapes, fajas, corbatas y rebozos. Estos artículos fueron elaborados en algunas regiones específicas de México y dieron renombre no sólo a éstas, sino a las familias que los elaboraban.
 
Desde tiempos ancestrales, hubo oficios ligados a la charrería que aparte de dar empleo y sustento a las familias han forjado piezas de gran valía. Talabarteros, herreros, piteadores, bordadores, repujadores y orfebres han puesto su sello, conjugando utilidad y belleza, en cada prenda.
 
En la actualidad la indumentaria masculina y femenina de los charros está reglamentada por la Federación Mexicana de Charrería y se distinguen en varias categorías: Traje de faena, Traje de media gala, Traje de gala, Traje de gran gala y Traje de etiqueta o ceremonia.  Uno de los complementos de uso voluntario es el revólver, que constituye una remembranza de los tiempos en que su uso fue necesario.
 
Respecto a la indumentaria femenina, las charras incorporaron vestimentas tradicionales como el traje de ranchera y el de china poblana.
 
En los atavíos del caballo está presente el arte, las monturas, fustes, espuelas, estribos, reatas, sombreros, cinchos, machetes, anqueras, frenos, vaquerillos, chaparreras, bozales, pachuqueñas, botonaduras y sarapes. La silla de montar es un claro ejemplo de arte de la talabartería, su adorno incluye bordados con canutillo de plata, oro y pita, así como cordones de algodón llamados chomite. Un trabajo altamente apreciado es el cincelado sobre cuero, que la convierte en una obra de arte.
 
En la década de 1920, a la par del nacimiento de las asociaciones que buscaban revindicar la imagen del charro, el teatro de revista, en la prensa de espectáculos, el radio y industria cinematográfica empezaron a perfilar la imagen del charro estereotipándolo como macho, enamorado, fanfarrón, cantador, jugador y dicharachero.
 
En el cine, la figura del charro se dio a conocer en películas como: la cinta muda El caporal (1921) y El águila y el nopal (1929) ambas de Miguel Contreras; y Enemigos (1933) de Chano Ureta, en la que aparece ya un mariachi vestido con un atuendo vagamente charro. La llegada del sonido al cine en la década de 1930 le dio la posibilidad de explotar las canciones difundidas por el teatro popular y la radio. Fue en la pantalla grande donde el mariachi, como intérprete de la canción bravía se ligó al estereotipo del charro que de ahí tomó una de sus características: la de ser cantor.
 
Dos películas consolidarían el género más provechoso de la industria con la comedia ranchera: Allá en el rancho grande (1936) de Fernando Fuentes y ¡Ay Jalisco, no te rajes! (1941) de Joselito Rodríguez, donde los elementos folclóricos de la región de los Altos de Jalisco, se asumen como válidos para todo el país.
 
Los títulos de las cintas revelan la temática e identidad de las mismas: Jalisco nunca pierde, Ojos tapatíos, Nobleza ranchera, La tierra del mariachi, El zorro de Jalisco, Soy Charro de rancho grande, Ora Ponciano, Pueblerina, El siete machos, Soy charro de levita y Juan Charrasqueado, entre otras.
 
Entre los protagonistas de estos relatos de honor, sacrificio, valentía y comedia se encuentran: Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar, Pedro Armendáriz, Emilio Indio Fernández, Armando Soto La Marina “el Chicote”, Carlos López “el Chaflán” y Tito Guízar, entre otros.
 
El cine de charros proyectó la imagen de un México fuera de contexto temporal o histórico, aferrado a las tradiciones, al orden social y moral. Proyectó también la imagen de un mexicano rural, heroico, respetuoso del honor, pero al mismo tiempo dispuesto a demostrar en todo momento su valentía, virilidad y machismo, al igual que su fanfarronería, simpatía y habilidad para cantar.
 
De manera particular, Antonio Aguilar representó fuera y dentro de los escenarios al hombre de estirpe campirana que enarboló con dignidad las tradiciones de la charrería, como lo demuestran sus espectáculos ecuestres que ejecutaba al lado de su familia; su esposa Flor Silvestre y sus hijos Antonio Aguilar Jr. y Pepe Aguilar, a su vez, intérpretes de la música vernácula mexica.
 
La exposición “Charrería, corazón de nuestro México” se exhibirá en el  Museo del Noreste hasta domingo 2 de febrero 2014, las personas interesadas en mayor información se pueden comunicar al teléfono 20339898,  visitar la página www.3museos.com o contactar a través de las redes sociales Facebook y twitter.

    

Datos adicionales
Organizador o responsable: 
Elvira Ramos