José Antonio Rodríguez

Autor: 
Ernesto Peñaloza Méndez
Institución: 
UNAM
Síntesis: 

El historiador Peter Burke en su libro Eyewitnessing, The Uses of Images as Historical Evidence, 2001 (mal traducido a nuestro idioma como Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico), al considerar el uso de las imágenes como un importante vestigio del pasado cuestiona la invisibilidad de lo visual para la mayoría de sus colegas, y se empeña en demostrar, pese a lo problemático y riesgoso, el potencial que entraña utilizar los métodos iconográficos y post-iconográficos para cualquier historiador contemporáneo. En el primer capítulo se detiene en la especificidad de la fotografía y cuestiona el “realismo o veracidad” otorgado a este medio. 

En México, quizá fue la exposición Imagen histórica de la fotografía en México[1], montada en las salas de exposiciones temporales de dos Museos, el Nacional de Historia y el Nacional de Antropología, de mayo a agosto de 1978, lo que detonó la atención e interés de historiadores y de connotados estudiosos de otras disciplinas hacia la fotografía. [2]

Trece años después, en 1991, y en el auditorio del mismo Museo Nacional de Antropología, se realizó el Coloquio Reflexión sobre la imagenEncuentro para el análisis de la investigación sobre la fotografía en México. Un verdadero punto de inflexión para el estudio de la fotografía en dos de sus vertientes: la fotografía como documento histórico y la historia de la fotografía. Los pormenores de lo que aconteció en este espacio de discusión académica entre interesados de variadas especialidades, formaciones y edades fue narrado detalladamente por José Antonio Rodríguez, en su columna en el diario El Financiero de nombre “Clicks a la distancia”.[3] En su crónica, además de reseñar varias de las ponencias insistía en la necesidad de profesionalizar la disciplina. Consecuente a esa proclama, José Antonio actuará polivalentemente en el estudio de la imagen fotográfica a lo largo de 36 años con una auténtica y vehemente pasión de vida.

Esta larga introducción, más que una nota necrológica, tiene la intención de ubicar en el tiempo y dimensionar la trascendencia del trabajo de José Antonio Rodríguez, tarea nada fácil ya que va más allá de la labor de un fotohistoriador que, de manera incansable, escudriña en bibliotecas, hemerotecas y archivos y que nunca satisfecho continúa sus pesquisas en mercadillos y librerías de segunda mano con una gozosa y casi pueril curiosidad. Los resultados de estas indagaciones se publicaron en forma de libros, catálogos, prólogos y ensayos en países como Alemania, Brasil, China, Francia, Estados Unidos, España y Venezuela. 

Su práctica profesional se bifurcó en un periodismo cultural que incluía la crítica, la crónica de exposiciones, Bienales (con opiniones polémicas, mordaces y contundentes) y cualquier tipo de evento sobre fotografía, junto con la reseña de novedades bibliográficas, no solamente de monografías y estudios de la fotografía sino también de fotolibros de autor. Labor que desempeñó sin miramientos, de manera valiente y honesta y que, por supuesto, no fue del agrado de todos.

En sus inicios de vida profesional, siendo muy joven, trabajó en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo[4] experiencia que lo marcó profundamente ya que a lo largo de su carrera, ejerció el oficio de curador especializado en exposiciones de fotografía, con muestras en los principales museos de este país y en espacios museales de Estados Unidos y España. Destaco sus exposiciones monográficas sobre la obra de Manuel Álvarez Bravo, Edward Weston, Agustín Jiménez, Franz Mayer y Nacho López. De igual manera las muestras antológicas sobre la fotografía moderna mexicana; el retrato fotográfico; las fotógrafas en México; el paisaje o la foto “construida” por mencionar algunas.[5]

De gran relevancia fue su actividad, ejercida por más de 20 años, como artífice y editor de Alquimia del Sistema Nacional de Fototecas-INAH, revista fundamental para el estudio y difusión de la fotografía nacional. A lo largo de los 61 números que coordinó, muchas veces con el apoyo de una (un) editor (a) invitada (o), publicó los más diversos temas, varios de ellos verdaderos filones aún por explorar o profundizar. José Antonio se jactaba de que dos números de Alquimia se habían subastado en Sotheby´s, y que varios otros números eran objeto de deseo de coleccionistas, lo cual es cierto, pero más trascendente es que esta revista, junto con Luna Córnea, dieron gran visibilidad a la fotografía mexicana e inclusive fueron modelo a seguir en otros países. 

Muy solicitado como conferencista, viajó constantemente por el país y el extranjero con la conciencia de la importancia de hacer difusión; quizá fue de los últimos académicos en usar diapositivas para ilustrar sus charlas, llegando al extremo de llevar el proyector y sus carruseles sorprendiendo a los organizadores que le solicitaban el “pendrive”. Recuerdo en especial sus variadas conferencias magistrales que presentaba anualmente en el Encuentro Nacional de Fototecas.

Una de sus preocupaciones fue la de intentar sumar nuevos investigadores al estudio de la fotografía para ello impartía, en un principio curso o talleres sobre historia de la fotografía en el Centro de la imagen, en Archivos y Universidades de varios Estados y una vez que obtuvo su doctorado inicio de inmediato sus seminarios en el Posgrado de Historia del Arte de la UNAM.

Realizar sus estudios de posgrado, con su ritmo de trabajo y obligaciones fue realmente encomiable, y, quizá, solamente se valora si se ha experimentado en carne propia la premura y tensión extrema que conlleva el artículo semanal, la revisión de textos, la redacción del propio y la presentación para mantener la periodicidad de una revista o la inexorable fecha de inauguración de una exposición. Pese a ello José Antonio nunca cesó en su empeño, al contrario, lo asumió de buen talante y con el objetivo de que su tesis doctoral aportara conocimiento nuevo y así lo hizo.

Otra labor emprendida fue la de autor y editor de libros (en estrecha complicidad con Alberto Tovalín) logrando crear verdaderas lindezas bibliográficas que recibieron importantes premios, verbigracia: Nacho López, ideas y visualidades (2012), Fotografía Artística Guerra (2017) y Librado García Smarth. La vanguardia fotográfica en Jalisco, el último de sus libros publicados en vida. 

Algo muy importante en la vida de JAR como le llamábamos en confianza fue su concepto de la amistad, la valoraba, la prodigaba, la cultivaba. La manera iniciática era acceder a su biblioteca personal, a sus libros, revistas, folletos, recortes de diarios o a su colección de vintage, a las larguísimas horas de charla sobre la imagen, al café o al vino tinto (después fue al té). El siguiente paso era acceder a su familia y, sin darte cuenta, sentirte parte de ella, de querer y admirar a Patricia[6], de ver crecer a sus dos pequeñas y celebrar sus logros como lo haría un tío orgulloso.

Después de una larga enfermedad, de la que iba mejorando paulatinamente, tuvo una súbita recaída de la que ya no pudo recuperarse. Murió la madrugada del sábado 13 de marzo. Se fue y duele, lo echaré en falta, superaremos la frustración de proyectos comunes que ya no serán, pero es triste… Nos queda su obra y sus enseñanzas, miles de recuerdos y la soledad. 

En el número 61 de Alquimia –última donde aparece como editor- escribió un breve texto comentando una fotografía del siglo XIX llamado De entre los muertos: “Una luz mortecina inundó las esperanzas de contacto para comunicarse con las personas que ya se habían ido. Salones oscuros en donde la cámara fotográfica era también la protagonista, una especie de presencia solitaria. Había que dejar testimonio del poder del médium y para eso estaba ese aparato…” Al recordarlo me dan ganas de transfigurarme en alquimista y construir una cámara-médium que nos permita continuar las conversaciones eternas sobre fotografía, o sobre los nuevos temas que surgieron durante la pandemia: la literatura japonesa, Los premios de Cortázar, el placer de la re-lectura …

 

 

 

 

Ernesto Peñaloza Méndez

Archivo fotográfico Manuel Tousseint IIE-UNAM

Colegio de Historia, SUAyED, FFyL-UNAM



[1] Proyecto coordinado por Eugenia Meyer quien en la introducción del catálogo escribió: “La objetividad de la fotografía –al igual que la de otras fuentes y recursos de los que se vale la investigación social- está circunscrita a los intereses de quien la realiza […]. Todas y cada una traen consigo la carga de influencia socioeconómica del autor”

[2] En 1976, dos años antes de este proyecto, se inauguró El Archivo Casasola después llamado Fototeca Nacional del INAH, en Pachuca, Hidalgo. Este importante repositorio proveyó un buen porcentaje de las fotografías expuestas. 

[3] “Clicks a la distancia” parte de la sección cultural dirigida por Víctor Roura, inicia formalmente a finales de 1990 y continuará de manera semanal y casi ininterrumpidamente hasta el 2010.

[4] Antes trabajó en proyectos para conformar dos fototecas: el Archivo Fotográfico Estatal de Tabasco y el de Querétaro, quedando de esas experiencias dos importantes publicaciones de fotohistoria regional.

[5] Siempre acompañadas por un catálogo donde vertía la acuciosa investigación realizada

[6] Patricia Priego, compañera constante y gran apoyo en todas las actividades emprendidas por JAR

 

Categoría: 
Obituario